Viajar por la Ribagorza permite descubrir lugares en los que se fraguó la historia de lo que posteriormente sería el Reyno de Aragón. Uno de esos lugares es Castarné, villa de origen musulmán y de la que se tiene noticias ya el año 979. Pocas décadas después, al tiempo que el poder musulmán se debilitaba, el poder cristiano se iba fortaleciendo. Castarné fue conquistada por el conde Guillermo Isarno y posteriormente pasó a manos de Sancho III el Mayor, por lo que este recinto fue uno más de un amplio conjunto de castillos que aún se conservan en pie en este territorio de La Ribagorza.
A más de mil metros de altitud, en lo alto de un espolón rocoso inexpugnable por dos de sus lados, se conservan los restos del castillo que defiende esta localidad ribagorzana desde el siglo XI. Como casi todos los castillos de la época, el de Castarnés, además de funciones defensivas, también sirvió de residencia de la familia noble de los Azcón, además de ser propiedad de la familia Valcabra y posteriormente de los Condes de Ribagorza.
Aunque con el paso de los siglos se ha ido deteriorando y sufriendo modificaciones, aún se puede apreciar perfectamente como fue este castillo. Se trata de un recinto de planta cuadrada reforzado en sus ángulos este y oeste con dos torres semicirculares. Sus muros levantados con mamposteria y algún que otro sillar de piedra caliza, conformaron un conjunto formado por tres plantas de altura. En su vertiente occidental aún es visible la fachada principal, con su acceso en forma de puerta dovelada y defendida con dos aspilleras.
Casterné se encuentra en la franja fronteriza con Cataluña, y su acceso es por la carretera que va desde Graus al Valle de Arán, dejando atrás Bonansa El caserío se arrebuja bajo el castillo en un pequeño núcleo dedicado a la ganadería y agricultura. Un lugar precioso desde el que se pueden ver las cumbres del Pirineo aragonés y catalán.
Fotos: Eugenio Mateo