Carlac
Sobre una mullida alfombra de hojas secas, los pasos se amortiguan
para no romper el sueño inmemorial que cubre el bosque. Es el silencio acaso un
estremecimiento; la calma se cuelga de las ramas de un reloj de sol
inalcanzable que vive allá en las copas. En penumbra, con la luz teñida de
umbrías y contrastes, el hayedo de Carlac lleva directamente a una naturaleza
que guarda todavía tantos secretos.
Desde el municipio de Bausén, en el Baix Arán, muy cerca ya de la Occitania
francesa, parte una senda que bordea los riscos sobre el valle del río Garona, que pronto cambiará de cuenca
y llega impetuoso desde el sur. Un repecho severo es el precio de la entrada al
mudo encantado, y cuándo Carlac nos permite el paso, quedan atrás todas las
cosas. Aquí, la tierra fue y aún lo es. El paso del tiempo se asoma en estos
viejos troncos de equilibrio inverosímil
y por un momento hablan el lenguaje de la brisa, y cuentan sus cortezas de la
pasión del musgo y de la resurrección en sus ramas. Gigantes anclados en la
hondura mineral que esperan pacientes un destino tan largo
como lo vivido.
E.M.
Fotos: Eugenio Mateo.
Publicadas en El Clik nº 14
todos los derechos reservados.
Enlace a la revista: https://issuu.com/ miguelonsanzlazaro/docs/el_ clik_n__14_issuu._pdf
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