Sobre la
exposición de Pasajes del alma…
Somos seres
naturales, inmersos en un entorno del que formamos parte aún sin ser plenamente
conscientes de ello, de cómo la atmósfera nos penetra interfiriendo en esa
transformación continua en la que nos encontramos. Y la naturaleza es un
reflejo de ese estado de tránsito continuo. Y nosotros somos una extensión
suya. En el pensamiento chino el vacío adopta un significado muy distinto al de
occidente, ya que es generador de vida, representa un estado en el que lo lleno
puede alcanzar su plenitud. Resulta alentadora esta idea, ya que la existencia
se convierte en una oportunidad continua hacia algo mejor, hacia un avance.
Sólo hay que proponérselo, y empezar a caminar.
Pero esa misma idea de cambio continuo otorga a la imagen que nos rodea
la entidad de un ser efímero. Somos y a la vez no somos. Estamos y en su
consciencia, dejamos de estar… Entonces, ¿a qué atenernos? Sólo la esencia
permanece, y es esa esencia generadora de vida, la que prevalece a pesar de los
vacíos que atravesemos, en la que vivimos.
En la pintura zen se recurre a la niebla que emerge de la ladera de una
montaña para simular ese estado de tránsito, y no podía ser mejor opción.
Opción a la que recurro en estas acuarelas, porque convierten la fragilidad del
papel en un lugar de un misterio sutil que nos habla de un poder ser, de un
estado que jamás podremos asir del todo entre los dedos, porque todo es
efímero, salvo la esencia.
fotos Pilar Muniesa
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