Hace muchos años, yo tenía un amigo en Jaca que guardaba una gran fotografía del Castillo de Ruesta, de dónde era oriundo, presidiendo su despacho. Me habló de su abandono y decadencia y de cómo las casas eran saqueadas de aquello que podía tener valor, picaportes, rejas, cerraduras, enseres, etc. etc. por gente venidas de lejos. Yo había estado ya en Ruesta, por eso mi interés por la fotografía, y todavía el pueblo fantasma mantenía cierta dignidad en sus edificios. En los 60, la construcción del Pantano de Yesa y la expropiación de las tierras de cultivo del pueblo, obligó a su población a emigrar a nuevos núcleos de repoblación. En los 70, fecha de mi primera visita, parecía un lugar en el que todos están de siesta en una tarde de calor extremo. Sin embargo, los oportunistas ya habían dejado alguna huella.
Hace unas semanas, después de visitar a un buen amigo en Bagües, tuve la intención de visitar de nuevo Ruesta, no demasiado lejos. Todavía el caserío semiderruído ofrece el trazo del rango que tuvo. El castillo, como un doble peirón, permanece atento a su propia pervivencia, pero hay vida. Un albergue del Sindato CGT ofrece hospedaje a muchos que pasan por ahí y dispone de servicio de comidas. Se han vallado algún acceso y el lugar guarda el aroma de recuerdos, justo en el mismo sitio donde pongo mis pies.
Pantano de Yesa |
Fotos: Eugenio Mateo
No hay comentarios:
Publicar un comentario