En el trayecto desde Zaragoza cayeron unas gotas, un chaparrón más bien, que dieron a las serranías sobre Huesca un aspecto fantasmal y brumoso. El tiempo que me costó visitar las dos librerías que distribuyen nuestro libro en la ciudad de Huesca supuso que las nubes fueron levantando. El ocaso se dejaba presentir sin disimulo y en el camino hacia la gasolinera del Sotón, en Esquedas, la figura piramidal del esbelto Gratal emergía entre la niebla a la que el atardecer pintaba de pan de oro. Descendí del coche y un viento gélido me desbarató el entusiasmo del cazador de imágenes pero no consiguió asustarme. Las fotos que acompañan llevan el verdadero color del instante, mágica coincidencia de anochecida y algodón dorado de las nubes. Es un homenaje más a esta tierra que forma parte de mi imaginario
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Sierra Caballera y Pico Gratal, dorado atardecer |
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Panorámica de Bolea y Sierra Caballera |
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Pico Gratal con niebla |
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Nubes sobre Esquedas, últimos rayos de sol |
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Riscos del Gratal
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Al día siguiente el escenario era otro. Apenas el sol asomó por encima de la Sierra de Loarre, salté de la cama y un manto de hielo destapó un amanecer gélido de luz azul. El aliento de la escarcha me atosigó en los bronquios y el monte todavía temblaba indefenso. En la cumbre poderosa del Pusilibro, la nieve de ayer me hizo guiños y los rayos del sol volaban en planeos rasos. La cámara se llenó de luz y helada. El detalle del gélido rebozo de las hojas, de las ramas, del bosque, apenas sonidos en mi despertar a ese mundo blanco. Son imágenes de calma y espera, a mediodía la escarcha sirvió de riego a los árboles dormidos. Galliguera, mosaico y contraste.
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Escarcha en la Galliguera |
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Quejico temblón |
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Terciopelo de hielo en el boj |
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Altivo y nevado Pusilibro |
Fotos Eugenio Mateo
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