martes, 30 de marzo de 2010

CRISIS

CRISIS

Esta palabra malaje es la omnipresente en todas las conversaciones y planea como una sombra sobre nuestras vidas, condicionando las conductas y las esperanzas. Los ciudadanos de a pié, que lo somos todos, incluso los que mandan aunque lo olviden, asistimos entre acongojados y recelosos, a una espiral que nos arrastra para hacernos víctimas de errores ajenos.

Es una cruel paradoja que para pagar está el pobre y para cobrar está el rico; tan cruel como real y a estas alturas a mí, personalmente (tengo tantas cosas asumidas como renuncias he tenido que pagar a modo de peaje) no me asusta casi nada. Hace falta muy poca reflexión para saber que los ciudadanos sólo han perdido su condición de súbditos en el papel, aunque algunos optimistas clamen que podemos derribar a los tiranos y destronar gobiernos y tienen razón, porque nos asisten derechos y las urnas eligen con nuestros votos. Pero, díganme, ¿alguien puede creerse que la alternativa de poder lo va a ejercer respetando esos derechos inalienables? ¿todavía hay ilusos que confían que los que llegan no harán buenos a los que salen?

La inocencia es una virtud que no debería de perderse aunque no sirva para nada. Por eso renuncio a la crítica para asumir el corporativismo, pues es la única arma que nos queda, como en los manuales de autodefensa, pero caigo en lo que casi censuro y la utopía se nos ha quedado en botellón de” finde”, o sea, que eso de unirse la sociedad para hacerse oír con gritos es tan imposible como que las cosas suceden porque sí. Todo tiene un método, una estrategia. El azar queda fuera en cuestiones tan vitales como son las clases dominantes versus las dominadas y el péndulo oscila evocando las vacas flacas y las gordas, auto engañándonos como hormigas y actuando como cigarras, obedientes a la orden de consumo con ansia desmedida, sin importar el futuro porque somos de memoria corta y aunque todo está en los libros, es mejor olvidarlo con una buena imagen que sólo cumple instrucciones de aquellos que todo se reparten.

Ahora toca apagar la luz para que nada se mueva sin parar de agitarse. El espejismo ha tocado fondo. No es conveniente que la población se tire a la bartola. Habrán sonado los teléfonos en despachos ignorados y el péndulo ha iniciado el balanceo hacia tiempos duros. Ese sistema financiero que parecía tan fuerte se derrumba (¿acaso se ha derrumbado o simplemente han hecho caja y recogido beneficios?) y nosotros nos quedamos perplejos porque por nuestra parte hemos cumplido con nuestros deberes: trabajar, consumir, pagar, pagar otra vez, aceptar, seguir las instrucciones; pero parece que no era suficiente nuestra devoción y nos envían, no a las vacas flacas, sino a los esqueletos de las mismas.

Toda la maquinaria del Sistema ha apretado el acelerador de la desaceleración ya que saben que tenemos mono de vida muelle y no podemos renunciar a tantos regalos como teníamos, de manera que haremos lo que quieran con tal de seguir esperando el caramelo.

Nosotros no tenemos la culpa de la crisis, si hasta nos da miedo nombrarla, pero nuevamente tendremos que pagar la cuenta de los despilfarros de otros, para reponer en su lugar la piedra que nos han tirado encima para aplastarnos sin ninguna consideración. Olvidamos las afrentas del Poder con caridad cristiana aunque entre nosotros, que somos aliados, nos tiremos las peores cuchilladas. Por eso la memoria es escasa y no tiene remedio ponerse a restaurarla. De vez en cuando nos abren la espita para que entre el aire y nos prometen mejorías que seguro se guardaran para cuando convenga, pero la técnica de la propaganda está tan por delante que con cuatro trucos nos engañan siempre los trileros a los tontos de baba que somos.

Confieso que no soy ajeno a tanto despropósito pero que puedo hacer si la elección de mi vida no fue propia y a partir de esa realidad todo lo que hago, en el fondo, me lo regalan o eso es al menos lo que me hacen creer, pero no quiero ser el agorero de la noche y si la estadística es fiable, de las crisis siempre se sale pues no conviene olvidar que al Capital no le interesa tanta sequia y lo que pasa es que las leyes siempre las hacen los mismos.


Crisis.- de Eugenio Mateo.- marzo 2010

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