lunes, 22 de marzo de 2010

LA LLUVIA


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La lluvia, cayendo mansa, produce esa sensación de limpieza del aire y expiación que como un bálsamo, revitaliza las cosas y los seres para sacar a la luz sus auténticos aspectos.

Sorprende el sospechar de nuevos matices en el verdor que asoma en paletas de nítidas presencias para acabar siendo efímeras. Sorprende asimismo como en las rocas despuntan nuevas aristas, con la pátina del agua lamiendo sus milenios y los volúmenes se compactan en cambiantes dimensiones al capricho de aquella.

La lluvia se viene a derramar sobre el monte trayendo el acicate de nuevas primaveras, pero me gusta sentir su frescor en mi cara porque yo también necesito primaveras que renueven los sentidos, pues no soy sino, al fin, como una zarza que rebrota y en la que apuntaran señales de espinas puntiagudas, para bien o para mal, aunque eso sólo lo sabe el verano.

No merece la pena la ensoñación cuando el fenómeno está aquí en este momento, bañándonos, para que lo disfrutemos en toda su pureza y podamos sentirnos a salvo tras su cortina, por la que a su través no pueden vernos desde el cielo en el ritual del baño. Nos podemos desprender de todo lo inútil y tomar el bautizo como un regalo de las gotas, adoptar tantas fes como seamos capaces de contener en nuestra piel y retomar el cuerpo como lugar de culto a tantos dioses como nos sean propicios, con los poros abiertos de par en par para reclamo de abejas invisibles y la mente convertida en pista de aterrizaje.

LA LLUVIA.

Texto y fotos Eugenio Mateo.
03.2010.



1 comentario:

  1. He llegado aquí "desde el desván" Si no te importa, te enlazaré en mi blog y pasaré de vez en cuando a vistarte.
    Un saludo
    Mariano Ibeas

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