Este domingo del otoño es un preámbulo entre la canícula recién terminada y las jornadas borrascosas que llegarán desde el norte; una vaguada, dirían los meteorólogos, y sería injusto desaprovecharla. Si ayer la montaña desafiaba desde sus abismos, hoy las sierras exteriores, el Prepirineo, se emboza en la espesura de sus pinares y encinares para dejarse mirar de nuevo desde nuestra atalaya, como tantas veces antes. Vamos a ir al encuentro de la reina, la Oronja, la Amanita Cesárea, la seta de los césares. Veredas que cambian de año en año y que al final conducen a los refugios presentidos donde quizá refuljan bajo el sol amable. Ying y Yang, vida y muerte, esplendor y ocaso. La exultante belleza dorada de las jóvenes reinas y la decrépita agonía de la licuefacción de la vieja majestad se dejan capturar por nuestra cámara. El encinar es un hervidero de mosquitos e insectos que presienten un fin cercano. La clytocibe gibba campa con su trompetilla cónica, poco más; cambiamos de hábitat mientras la mañana avanza.Visitamos a nuestros amigos los chopos en la cercana orilla. El vetusto tronco inverosímil es capaz de cobijar todavía algo de vida. Las setas de chopo, Agrocybe Aegerita, en ramillete, se escabullen entre espinos en un postrer intento de defensa. De nuevo se impone una visita al pinar cercano. La lluvias han convertido la senda de acceso en jungla de aliagas y cardos, cardo corredor que esconden un par de pequeñas pleurotus eringii, la seta de cardo, que presagian multitudinarios nacimientos, pero eso será otro día. En la pinada, donde las encinas y quejicos cobran su parte, la primera sorpresa: una gran amanita, blanca como la nieve y con su sombrero liso como un lago helado, la Ovoidea, o Alba, según otros, se interpone en mitad del camino. Una rápida mirada y vemos sobre la pinaza asomar nuevos ejemplares, incluso un brillante huevo late como si el polluelo vegetal tuviera prisa por salir. Su blancura es traicionera pues en sus primas amanitas del mismo color se esconde la muerte, pocos juegos, pero esta variedad es un regalo al paladar. En la sombra de un rincón brilla el rojo de las muscarias, enormes y espléndidas. Algún rebollón temprano marca las distancias con el rosa brillante de sus hermanos de la montaña. Los contumaces Suillus, que según se dice gustan tanto a los franceses, aparecen para confundir a los neófitos. Anisado de sabor, son la reserva espiritual cuando hayamos extinguido a los lactarius. Fotografiamos una collybia que vive en una piña, ¿invasión u oportunismo? simbiosis, prueba de supervivencia. Un agaricus resucita bajo una piedra y otro en su plenitud nos muestra sus rosadas laminillas que pronto se teñirán de negro.Ya el sol avisa de su altura, el estómago pide vermut y por hoy el paseo ha tenido muchas atracciones. Las tierras que baña el Gállego desaguan sus torrentes de barro al cauce vertiginoso que corre hacia la llanura.
Un rincón de la Galliguera
ESPLENDOR
Y OCASO
fotos Eugenio Mateo
5 Octubre 2013
Una precosidad, Eugenio, y como siempre nos das envidia. Yo este otoño solo he visto "boletus edulis" secos y cortados en láminas, en Italia, en Milán y en Como, por cierto a 20€, unos 50 ó 75gr. así a ojo. Ellos le llaman "porcile" y lo usan para acompañar a los platos más variados.
ResponderEliminarFunghi porcini, é vero. Ya veo amigo Mariano que sigues de periplo constante. Abrazos
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