Acabamos de llegar a Gran Canaria, todavía viene con nosotros el frío de la Zaragoza prenavideña, por eso la primer cosa que hacemos después de dormir es ir a la playa. Se hace extraño notar el agua fría en contacto con los pies y se agradece el silencio de las olas, sin villancicos ni buenos deseos, tan impersonales como falsos. Hemos dejado atrás el agobio de las compras por decreto y del blandiblu que inexorablemente se instala con nosotros para escarnio del autentico espíritu de la Navidad.
Aquí, en Las Palmas, la gente transita como siempre, sosegada y sin reloj. De vez en cuando surgen las guirnaldas en los escaparates y los nórdicos con gorros de Papá Noel dormitan al sol, ansiosos de sus efectos. Las palmeras lucen con estrellas de colores en la noche para que la fiesta no decaiga pero en la playa un belén de arena se alza para perpetuar la tradición judeocristiana entre dunas artificiales que nos transportan a parajes del desierto bíblico.
La escultura efímera en arena es un arte practicado en todo el mundo; está creado para no perdurar en el tiempo, a merced de los elementos que acabaran por destruirla. El Ayuntamiento de Las Palmas instala cada año en esta playa de Las Canteras el Belén Monumental que es visitado por propios y extraños en el que las figuras cobran vida en su pelea contra el viento y las mareas. Una forma de arte en la calle aunque en este caso la calle sea playa. Cuando el invierno tiña de nuevo de blanco los regresos, en las casas de Finlandia o de Suecia, con una copa de vino caliente, las fotos del portal de arena donde nace un niño se compartirán con los vecinos a la luz cálida de las chimeneas para recordar que viajaron al sur en Navidad.
Fotos Eugenio Mateo
23.12.03
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