EDITORIAL
Todavía con la resaca de acontecimientos
recientes, una nueva entrega del Clik. Hace la número 17 y cuando llegue a tu pantalla, aún se podrá visitar la III Exposición El Clik en la Biblioteca de
Aragón; para una cabecera onomatopéyica, absolutamente amateur, pero llena
de contenidos interesantes, no está mal. Nada de mal, teniendo en cuenta que
algunos invitados nunca serán premiados con el Pullitzer (no por validez de sus
trabajos, sino por carecer de padrinos) ni que su director tampoco lo será, (por la misma razón), de la Sección de
Contenidos del MOMA. Estamos de acuerdo, pues, en que colaborar en el Clik no
presupone que los méritos vayan a hacernos figurar en la Galería de Ilustres, en
todo caso, es puro divertimento. Un divertimento que no debería dar alas a
alardes innecesarios. Colaborar en el Clik nos divierte, como le divierte a
este editorialista estrujar su cerumen en cada entrega, como le divierte a Miguelón Sanz emplear casi todo su tiempo libre en esta aventura, como
debería divertir a todos y cada uno de los colaboradores fotógrafos ver sus
fotos en una publicación que no busca batir records ni ofrecer fama.
¿Y qué mosca le ha picado a este escribidor que
garabatea tonterías en esta revista de fotografía? Se destila de sus letras un
retazo de ironía, él también es fotógrafo, bueno, no pretende ser el nuevo Lord
Snowdon, en todo caso intenta ser coherente. Somos puros y simples aficionados.
Captamos instantes que no le importan a casi nadie y eso ya merece la pena de
ser vivido. Los grandes, los maestros, lo son por ese punto de humildad que les
da la grandeza. No han de convencer de nada. Simplemente, viendo sus imágenes,
el aprendiz válido de serlo descubre el mensaje sutil que huye de
grandilocuencias y Photoshop para plasmar
la realidad que bulle en los principios, en los conceptos, en la discreción
ajena a focos y parabienes. Se debería intentar atrapar la sencillez de lo
magnífico, más que nada porque no somos nada, en todo caso, motivo de
conversación en tertulias de bajo rendimiento.
Viene todo esto a destacar que estuvieron muy bien
los actos de presentación del libro
Visiones del Clik y la inauguración de la 3ª Expo El Clik. Ambos tuvieron el esfuerzo y dedicación especial
de alguno— pero eso va incluido en el “sueldo”— al margen de que salvo cuatro
participantes, los demás tuvieran el detalle de ignorar esos esfuerzos, pero no
de criticar un fallo técnico al que no puede buscarse culpable. Quizá alguien
se crea tan importante como para no valorar que un espacio expositivo como el
de la Biblioteca esté a su libre disposición.
No debemos perder la buena perspectiva. Ni de dónde venimos, y sobre
todo, a dónde vamos.
Volvemos, hecho el paréntesis, a la nueva revista
El Clik. Un artista invitado, al que personalmente tengo ocasión de seguir desde
hace tiempo y en el que aprecio una decidida evolución: Nacho Gilli. Su abstracción resulta muy fotogénica, si se me
permite la hipérbole. Como fotógrafos
invitados traemos a Amada Terradillos y Antonio Gracia; junto a ellos, trece autores,
algunos habituales,como Teo Félix, Julio
Marín, Rafael Urchaga, Eugenio Mateo y Luis Castañeda, con una propuesta caleidoscópica y sugerente
donde se toca lo divino, lo humano… y lo animal. Como cúspide, un verdadero maestro, José Verón Gormaz, Premio Nacional de
Fotografía y poseedor de ese olfato especial de los grandes cuando tratan lo
pequeño. Su reportaje, sus fotos carentes de artificio, son una lección de
sabiduría. Tener a Verón Gormaz en
el Clik es un lujo que nos honra.
Muchas gracias a todos por seguirnos y
especialmente a los colaboradores; mantener nuestro recado es importante:
¡Ha salido El Clik! ¡El Clik nº 17! Pasen y vean
Eugenio Mateo
Coordinador
literario El Clik
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