Poesía eres tú, y en el borde incandescente de tu fuerza se reflejan los pinos rodenos y los riscos del monumento de la historia de una tierra que acoge a una diáspora viajera de poetas, cada uno distinto, reacios a la clonación, arrastrando el fardo liviano de una locura trepidante y pacífica; cada uno con su motivación de extender con su palabra el reclamo de atención, huérfanos de cobijo entre los propios, malditos, ridículos para los enterradores de sueños, mendigos de un destino de rimas y de risas, ignorados por los cautos y los previsibles, por los que carecen de memoria, por los iluminados en su atalaya de endogamia.
Son poetas que vienen del calor para meterse de lleno en la caldera de las obsesiones, mucho más calurosa que los caprichos del tiempo (avisador de futuras catástrofes), inmunes a los aspavientos del sudor, ajenos a las reglas del común para decir en alto que, sin saber muy bien lo que defienden, se defienden con flechazos de rimas o de verso libre, que la palabra siempre lo fue hasta para los que ignoran el ritmo esencial en el poema.
Si todos tienen voz, algunos la siembran en su huerto esperando que la sequía no malogre la cosecha propia. Pensar en voz alta supone un compromiso aunque siempre hubo quien se refugió en la amapola para ponerse límites, incluso en el temor a que se olvide su naufragio en mares que no cubren ni siquiera las rodillas. El poeta tiene las ingles mojadas, no de deseo, sino de supervivencia en las corrientes que manan de grifos con la espita rota.
Si ser poeta es una opción como otra cualquiera, escribir poesía requiere de valor ante las críticas. Nada peor que los recalcitrantes del oráculo para decidir el valor de las actitudes, por mucho que a veces cueste, aunque nada peor, también, desconocer el propio significado que se filtra por la ósmosis imperturbable de los versos.
Nadie es juez de lo ajeno, no al menos hasta que esos nadie sean a la vez juzgados por los que juzgan con la alevosía que convierte a los sabios en ignorantes. Se ve entonces cuando es necesario olvidar lo precario para reconocer que el sol sale para todos, incluso para los poetas que lo son sólo por intentarlo. En el Parnaso, que se sepa, hasta las ninfas son pura fantasía.
|
Tres imágenes de la visita guiada al monasterio (1) |
|
(2) |
|
(3) |
|
Escenario del I Encuentro de poetas aragoneses |
|
Jorge Amar y su esposa |
|
Angel Guinda |
|
Raúl Herrero con su familia |
|
Con los rapsodas Luis Trébol y Jorge Amar |
|
Grupo de poetas de Amigos del Libro: José Mª Serrano, Belén Gonzalvo, J.A.Monteagudo, Dolores Tolosa y E.Mateo |
|
Capitel románico del Claustro de San Juan de la Peña
|
|
Actuación del cuarteto Guanaroca |
|
la chelista Dolos Miravete |
|
Ricardo Usón |
|
Blanca Langa |
|
Amparo Sanz Abenia, organizadora |
|
José Ángel Monteagudo |
|
Marcos Callau, Angel Guinda y Trinidad Ruiz Marcellán |
|
Estela Puyuelo |
|
Angel Guinda recitando. Foto Estela Puyuelo |
|
Raúl Herrero recitando. Foto Estela Puyuelo |
|
Eugenio Mateo recitando Foto Maria Antonia de Serrano |
Organizado por la Asociación Literaria Rey Fernando de Aragón
Colaboran: Asociación Aragonesa de Amigos del Libro
Ateneo Jaqués
Asociación Aragonesa de Escritores
Fotos: Eugenio Mateo
Gran crónica, amigo. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarMagnífica crónica. Fue una jornada inolvidable de poesía entre amigo,naturaleza, arte e historia. ¿Que más se puede pedir?
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro infinitamente que muevas el "cotarro" Eugenio, aunque yo, por razones familiares no pueda asistir. Un inmenso abrazo. Fernando Bermúdez.
ResponderEliminar