Perspectiva / Eugenio Mateo
Se dice que para
entender la Historia hay que tener perspectiva. El axioma no parece
serlo tanto a la vista de la contumacia con que tantos se empeñan en
desmontar aquel edificio que nos ha ido dando cobijo, mal que bien,
desde el otorgamiento de la Constitución. Un periodo que nos dotó
de contradicciones tales como derechos a la vez que desigualdad; de
progreso y de paso, precariedad laboral; de desarrollo tecnológico
con la paradoja del escaso interés por la lectura. Hemos devenido en
una sociedad adulta, mestiza, moderna y a la vez esclava de los
nuevos hábitos de vida, seguidista, incluso conformista, que comete
el estúpido error de olvidar, o siquiera, de no saber cómo diablos
hemos llegado hasta aquí.
Cuando se tilda
de vieja a la Carta Magna quizá se quiere decir que necesita una
eutanasia. Drástica solución, pero entre los que la exigen nadie
apuesta a decir qué habrá que hacer después. Por utilizar un
eufemismo, lo que le pasa a la Pepa de ahora es que está un poco
demodé. No siendo éste un problema difícil, existen
cirujanos plásticos que son capaces de maravillas (aunque también
de bodrios gloriosos) y los retoques convenientes, con bisturí o con
botox, pueden subsanar un clamor de una parte de la barrera
sin liarse a pañoletazos con los de otros tendidos. Por no perder
perspectiva, en países más poderosos que nosotros, sus
constituciones son realmente viejas y ahí las tienen, aguantando el
tipo e incluso haciéndonos marcar el paso a los demás.
Hasta para los
mínimos estudiosos de la Historia, España ha sido un país en
guerra en demasiadas ocasiones. Contra propios y extraños, aunque en
las domésticas es donde hemos rayado en la excelencia. La paz había
llegado a aceptarse como un periodo entre guerras, ¬como para ir
haciendo planes, sí¬. Ahora, incluso hacemos planes de pensiones y
programamos vacaciones al tercer mundo. Considerando que tener el
periodo de paz más largo de nuestra historia moderna, salvando
cuestiones personales, no es poco, sobre todo viendo cómo se las
gastan por otras tierras, pareciera que la estabilidad de la que
disponemos fuera como un fenómeno meteorológico, de esos a los que
estamos acostumbrados por herencia, y se tomara como algo inmutable.
El hecho de gastarnos lo que no tenemos, engrosando así la deuda per
cápita, quedar a tomar una cerveza sin temor al racionamiento,
poder aprender que Internet no es infalible, o discrepar del casero,
son cosas que se deben mirar con perspectiva. Sería dogmático
afirmar que todo va bien. Subordinarse a un sistema que retorna al
socaire de que unos pocos tengan casi todo, no puede ser justo, y no
lo es. Demasiados ciudadanos carentes de casi todo, hasta de planes,
salvo los de la propia supervivencia, no habla bien precisamente de
este modelo de sociedad que evoca a una concepción de la vida que
creíamos superada. La justicia social es la asignatura pendiente
para que la paz merezca la pena para todos.
También Europa
goza del mayor periodo de paz de su historia y de su máximo
desarrollo económico, como nosotros. De nuestra unión llegaron los
millones para cambiar un país. La perspectiva recuerda lo que
costaba llegar en tren, y muchas cosas más. Se podrá criticar
muchas cosas de la U.E., con rabia incluso, pero yendo al centro de
la cuestión, sería bueno preguntarse qué habría sido de nosotros
sin esa unión. Dentro de Europa alcanzamos nuestro desarrollo
actual. La crisis que ha generado las diferencias trae nuevas crisis
de identidad, mientras otros se frotan las manos e incluso resucitan
viejas insignias. Europa muestra achaques practicando la dichosa
desigualdad, y la cura se discute en los foros de la macro economía
global.
La suerte está echada. Las cuestiones que afectan el común
desenvolvimiento ya no se deciden de puertas adentro. A pesar de eso,
la política doméstica se desangra en las taifas, como le pasó a
nuestro Islam de siete siglos, y perdemos constantemente la
perspectiva de la Historia. Tampoco la empleamos para saber de dónde
venimos, ni cuánto nos costó llegar hasta aquí. Y ya que hablamos
de perspectiva, el recuerdo de camaradas como Rafa Esteban o Iñaki
Fuentes nos hace constatar que no somos nada. Se fueron con la
dignidad de los libres y sin ellos, somos un poco menos todavía.
Perra vida.
http://www.elpollourbano.es/opinion/2017/12/perspectiva-eugenio-mateo/
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