viernes, 29 de junio de 2018

UNA QUEIMADA EN VILLALANGUA


Allí había hasta suecos, pero todos pendientes del solsticio, aunque, para ser precisos, los adoradores de San Juan lo eran más de la llama que se despierta azul y crece al paroxismo del fuego. No la de la hoguera en torno a la que se baila en esa noche, no, más bien de la que quema los malos espíritus del orujo gallego (si es que los tiene, que lo dudo). Los allí convocados esperábamos a que Isidoro, el propietario, junto con Pilar, de La Posada de Villalangua, comenzara su rito anual de invitar a una queimada. Era un rito porque hubo conxuro, una llamada a brujas o meigas. Todo lo necesario para abrir la puerta de la noche a todo aquello desconocido. 
Calculo en diez litros lo que en el terrizo ardía, y ardía más cuando Isidoro encabritaba al alcohol con su cazo. En fin, lo que es el protocolo de la queimada, ya saben. Junto a clientes, que eran en mayoría amigos de la casa, habitantes de ese singular rincón al pie de la Osqueta de Santo Domingo, y unos cuántos amigos, esperamos impacientes que el brebaje extinguiera su fiereza armados de la consiguiente taza. Se nota que Isidoro se entiende bien con los espíritus espirituosos.
La luna sufría el acoso de Venus. La noche se recortaba en las farolas y el Asabón, debajo de nosotros no sé si cantaba o discurría; el efecto era el mismo.
El efecto de la queimada después de tres cacillos es que sabe a poco, que no importa cual sería el limite ya puestos. Como es natural, y siendo cerca de una treintena de pacíficos trasgresores, del bebedizo no quedó más que el limón, lo que no fue obstáculo para que alguien propusiera sanjuanarse, esto es, bajar al río Asabón y mojarse en sus aguas. Aún tuvo aceptación la sugerencia y allí fueron, cuesta abajo, iluminados por Isidoro con una interna que parecía un cañón galáctico para descubrir lo buena que debía estar el agua a esas horas en las que la cuenta atrás del día ha comenzado.  Otro alguien demostró gran sentido común y trajo un pozal lleno para aquellos descreídos que preferíamos hablar de setas con el experto local.
Nos han emplazado para el año que viene. Aunque nos hayamos vuelto abstemios, volveremos. Volveremos antes para ver de nuevo a Isidoro y Pilar en los fogones, donde siempre hay magia.















Fotos: Eugenio Mateo

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