Sí, padres de la patria, todos ustedes tienen razón.
La tienen cuando se restriegan por sus caras satisfechas todas sus miserias, invocando cada uno sus argumentos que acaban en el simplista- Y tú más- , que nos devuelve a la infancia, cuando carentes de respuesta ante un ataque, lo devolvíamos con esa expresión que es intrínsicamente perversa, pues asume que ambos, el ofensor y el ofendido, son culpables, aunque la cantidad de culpa varía, dependiendo de quién empieza la trifulca.
Tienen también razón cuando dicen que tal o cual declaración es repugnante y mentirosa y que mejor haría Su Señoría en buscarse en el bolsillo propio en lugar de escudriñar los ajenos. Con este enfoque, parece que significara que los dos bolsillos están llenos, aunque no está claro si es que cada uno se quiere quedar con lo del otro o simplemente son despistados de naturaleza.
No dejan de tener razón cuando nos previenen contras ustedes mismos, al mostrar en sus peleas públicas, de lo que son capaces de hacer o decir y aunque invoquemos la presunción de inocencia, las hemerotecas y los soportes de grabación guardan detalles de simples dichos o hechos con caras y nombres. Por mi parte no les considero tan estúpidos para no recordar las propias palabras, por lo que me inclino a pensar que sus palabras se dicen sin saber lo que dicen, lo que indudablemente supone un problema de credibilidad que empieza en el interior de cada uno de ustedes y acaba en todos nosotros, habitantes del país de Hamelin , que empezamos a creer a todos y acabamos no creyendo ni a nosotros mismos.
¿Esto es Política? Una definición válida de la misma podría ser que Política es la Ciencia del Debate entre diferentes intereses que buscan gobernar. Y no hay ganadores ni perdedores porque el Poder exige sutileza para ser alcanzado y habilidad para administrarlo.
Ustedes, que son nuestros representantes, porque así lo hemos querido libremente, olvidan un factor capital. La sociedad moderna y democrática exige gestores con capacidad de administrar, cualificados, responsables y comprometidos, al servicio del bienestar de la ciudadanía. Lo olvidan cuando actúan exclusivamente en busca del poder, patente de corso en busca de la invisibilidad detrás de la trastienda para mezclar el vino con el agua.
En el fondo, estoy convencido que no nos importa que se pringuen las manos, pues tenemos claro que la carne es débil y que cueste bajar de la poltrona. Sabemos de dónde venimos y en un país de pícaros ilustres cualquier intento de aprendizaje es entendido, por tanto y salvo una selecta minoría de hombres libres, el resto probablemente haríamos lo mismo llegado el caso. Ya se decía en el Nuevo Testamento que el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. La metáfora no admite réplica pero se le podría añadir que el que tenga que dar ejemplo no sólo debe parecer honesto , sino serlo, condición imprescindible para exigir a los demás que también lo sean
Escuchen, ¡No nos importa! Hagan lo que quieran, pero sean conscientes que deben ser discretos. Preocúpense de ser buenos contables. Sólo eso. Si demuestran que no saben hacer los deberes, ya les enviaremos, los votantes, al cuarto oscuro . Si consiguen multiplicar los peces y los panes les elevaremos a los altares de la reelección. Gánense el solomillo con el sudor de sus leyes, porque a los profesionales se les paga si se lo ganan. Y si en las cuentas aparece alguna opaca, lo más probable es que a nadie le importe mientras su vida goce de unas mínimas condiciones. Así de fácil.
Tomen nota por favor. No nos aburran más. Los días de pan y circo se han cambiado por los de cerveza y fútbol. No hemos ganado mucho, si caso en los modos. Es fácil confundirnos aparentando peleas, cuando en realidad se busca enmascarar las propias incapacidades, acudiendo a la casquería que mantiene a la tropa entretenida y la moral alta, pues somos de bandos, de cuantos más mejor y como no podemos renunciar a los orígenes, nuestro cainísmo nos delata y es siempre demasiado tarde cuando abrazamos banderías que pueden estar equivocadas.
Ya sabemos que gobernar a este pueblo es difícil. Hay que tener vocación de entrega a los demás y las recompensas a lo bien hecho tardan en recibirse, incluso hay que morir para que finalmente la memoria sea condescendiente, pero es lo que hay. Quédense en sus casas jugando a la brisca o lleven a su niño a pasear o incluso persigan jovencitas al atardecer. No se esfuercen porque nunca se lo agradeceremos, pero si están, estén para que mi vecina pueda salir de casa sin que la agreda un marido despechado. Hagan algo para que ese señor que pasea al perro tenga algo más que poder hacer. Dennos ilusión para saber que si no llegamos a fin de mes, el banco no se nos llevará las paredes. Hagan unas leyes con sentido común en las que la ventaja no duerma siempre en el mismo lado. Denle la razón al que la tiene y no al que la compra. No nos azucen como a los perros para que nos mordamos cuando crucemos la otra orilla. No den categoría de señor al sinvergüenza y preparen residencias para encerrarlos. Pero por favor, no sean ustedes los sinvergüenzas, porque al haberlos elegido desde el Pueblo, la afrenta es doble y la paciencia es como un péndulo, que nunca se sabe en el lado que se detendrá. No nos agiten con grandes titulares en mítines para asistentes convencidos por un bocadillo y una banderita.
Somos sabios aunque no lo parezca. Sabemos distinguir entre el fullero y el formal, de manera que ya basta de burla, porque el murmullo es como un eco que rebota en sí mismo para escapar al control del que lo instiga.
Dense una oportunidad, porque somos compresivos pero no memos.
POLITIS VERSUS POLIT
Por Eugenio Mateo Otto.
Abril 2010