LOS EPISODIOS NACIONALES. ZARAGOZA. NOVELA VI. PRIMERA SERIE. DE D. BENITO PÉREZ GALDÓS.
Buenas noches y muchas gracias por su asistencia. Agradecimientos especiales al Ámbito Cultural del Corte Inglés por acogernos y mi amigo Miguel Angel Marin, como presidente de la Tertulia Fuentes de la Mentira, por invitarme a su foro.
Mi objetivo con esta charla es simplemente la pretensión de repasar en la memoria de todos nosotros, una obra que forma parte de otra, mucho más extensa y a la vez magistral, descriptiva, definitiva. Hablaremos de la novela Zaragoza, el sexto título de la primera serie de los 46 episodios nacionales, redactados desde 1872 hasta 1912.
Pérez Galdós es considerado uno de los autores realistas más importantes en la historia de las letras españolas. Algunos lo sitúan ocupando el lugar tras Miguel de Cervantes.
Nació en el año 1843, en Canarias, vivió 76 años, hasta 1920. Siete antes de su muerte, quedó ciego pero continuó dictando sus obras. Su prolífico legado está compuesto de 33 novelas, Los 46 episodios nacionales mencionados y 26 obras de teatro, más infinidad de obras que en su caso podríamos llamar menores, que conforman un sólido argumento para situarse en la cumbre de la literatura realista a la par con Tolstoi, Balzac, Zola y Dickens, incluso alguien dice que D. Benito es más realista que éstos.
Entre sus novelas destacamos títulos que ya pertenecen a la universalidad como Doña Perfecta, Marianela, Fortunata y Jacinta, Nazarín, Miaú, El Abuelo, Tristana, etc. Su primera novela publicada fue La Sombra, en 1870. Asimismo, en teatro nos dejó joyas como La Fiera, Electra, Los Condenados y Realidad, que fue estrenada por la actriz María Guerrero en 1891. Se da la circunstancia que la novela de la que vamos a hablar hoy, Zaragoza, fue estrenada en el Teatro Principal de Zaragoza con gran éxito. En su testamento literario encontramos la veraz representación de la sociedad española del siglo XIX vista desde una perspectiva progresista, haciendo honor a su talante liberal, ideología que practicó desde las filas del partido progresista de Sagasta. Donde más incide en esa labor casi de periodista literario es en las 46 novelas históricas de los episodios nacionales acaecidos en España desde 1805 hasta 1880 y divididas es cinco series que presentan la historia novelada, siempre con un protagonista narrador, pero enmarcada en el más puro realismo que sitúa al lector dentro de los acontecimientos auténticos.
La primera serie está compuesta de 10 novelas que recorren los años desde 1805 al 1814. De Trafalgar a la dominación francesa para llegar a la Guerra de la Independencia y la derrota del ejercito francés. En todas, el conductor de la trama es Gabriel de Araceli, un joven gaditano que nos lleva de la mano dentro de la acción que en todos estos títulos fue tal y como nos la cuenta. En la sexta novela, de título “Zaragoza”, nos introduce en el segundo sitio al que fue sometida la ciudad por parte del ejército francés de Napoleón.
La descripción de la épica apoteosis de bravura de todo un pueblo, queda reflejada como una alegoría al supremo sacrificio en aras de una idea y no de un ídolo. Las palabras con que nos relata la locura de la guerra, desnudan los sentimientos de los sitiados, en un paroxismo de irracionalidad frente a la muerte, fruto del más puro instinto de identidad racial. La rigurosa documentación y objetividad que esgrime el autor concede a la novela la categoría de documento histórico. En el más puro concepto de la literatura realista pretende describir el comportamiento humano y su entorno para que nuestros sentidos perciban los hechos en su auténtica esencia.
Estructura el relato en torno a la figura de Gabriel de Araceli, que nos hace de narrador y de protagonista observador. Es un joven escapado de la represión francesa en Madrid, luego de los sucesos de Chamartin. En su huída llega a Zaragoza, acompañado de otros fugitivos. La situación, en unos días, deriva irremediablemente al inicio del segundo sitio francés a la ciudad, en un plan definitivo de conquista de la misma después de la derrota sufrida por los ejércitos imperiales en el primer sitio finalizado en agosto de ese año 1808. Gabriel se alista como soldado en el Batallón de las Peñas de San Pedro. Sus experiencias en la lucha más atroz, en la que no caben las reglas de la guerra, van dando paso a una galería de personajes que aportan a la historia su actitud, distinta en cada caso, aunque concurrente en la atmosfera enfebrecida, que dan forma al relato sabiamente compuesto que recorre lugares, referencias, circunstancias, emociones y desenlaces.
Así, la pareja formada por Agustín de Montoria y Mariquilla Candiola viven una profunda historia de amor, surcada por todos los inconvenientes de la guerra y sobre todo por las circunstancias que los arrastran, como títeres de la situación que los engulle sin remedio. Él, Agustin, es un joven aspirante a clérigo, hijo de D. José de Montoria, rico agricultor y vehemente patriota que dirige la Junta de Abastos, casado con una mujer de temple como Doña Leocadia. Ella. Mariquilla, es la única hija de Jerónimo de Candiola, personaje despreciable y despreciado en la ciudad por su actividad como prestamista. Avaro, mezquino, y miserable, Candiola rehusa a contribuir a la defensa general y niega sus bienes fehacientemente a una causa en la que no cree. Tambien conocemos a la criada de éste, Doña Guedita, que ejerce un papel de cómplice de los amores de Mariquilla y Agustín. En las trama es el personaje prudente y abnegado que ejerce de contrapunto ante la personalidad venenosa del avaro amo y la delicada energía de la joven enamorada.
Estos protagonistas y sus actitudes van abriendo paso tanto a personajes anónimos que luchan por la Virgen del Pilar y que mueren por ella, como a personajes históricos que fueron los protagonistas de la dirección del sitio, militares, clérigos, voluntarios y administradores. En toda la galería de personajes flotan las personalidades de aquellos héroes con sus tintes poliédricos de humanos al borde del precipicio.
Son mencionados D. José de Palafox. Capitán General de Zaragoza. Saint March, O`neille y Butron, lugartenientes generales de la misma; Renovales, Villacampa, Manso, Walker, Larripa, Simonó, San Genis, jefes militares decisivos en la defensa. El padre Boggiero, el cura Sas, Fray Mateo del Busto, el padre Rincón, D, Manuel Lasartesa, D. Antonio Lacasa, José Martinez, párroco de San Miguel, o el teólogo Vicente Casanova, el Padre Luengo, entre los clérigos, mentores espirituales y fácticos de los combatientes. Del paisanaje, El tío Jorge, El tío Garcés, Manuela Sancho, los comerciantes Juan Gallart o Pedro Pizueta y los miles, hasta cuarenta y tres mil, de personas que no aceptaron la indignidad de la ocupación por la fuerza y dieron su vida generosamente. Prohombres de la ciudad, como la Condesa de Bureta, D. Pedro María Ric, Mariano Cereso, el marqués de Lazan, Piedrafita, Leiva, Escobar, que tomaron las armas como unos soldados más.
Los franceses habían desplegado un poderoso y bien pertrechado ejército de 40.000 hombres delante de Zaragoza, que tenía una población de 55.000 habitantes en aquellos días. A su frente los mejores mariscales de Napoleón como Suchet, Moncey, Lefebvre o Lannes. La guarnición de tropas regulares y voluntarias que se parapetaba tras los muros de la ciudad sitiada ascendía a 30.000 soldados. El 21 de diciembre comenzó el asalto. El 21 de febrero de 1809, Zaragoza capituló. En dos meses de lucha desesperada la ciudad entera fue prácticamente destruida primero por las bombas y luego por las minas que fue la táctica enemiga de destrucción masiva utilizada ante la fiera resistencia de los zaragozanos en la calle. Pero el mayor causante de bajas fue el tifus que se llevó treinta y siete mil vidas como consecuencia de no enterrar a los muertos, por ser materialmente imposible y se propagó como fatal epidemia hasta llegar a afectar a Palafox, que gravemente enfermo, fue sustituido por el general Saint March, que de acuerdo con la Junta de Defensa, organizó la capitulación de una ciudad incapaz ya de defenderse.
Con este telón de fondo, PEREZ GALDOS introduce a los actores para aportar la espontaneidad de las reacciones humanas frente al horror de la barbarie. Establece el antagonismo entre el bien y el mal con un determinado carácter de epopeya. Se enfrentan dos conceptos, el del honor, la honradez y la generosidad por un lado y el de la vileza, la villanía, la traición. El héroe y el antihéroe.
Entrecruzada en la acción, la hermosura de los sentimientos. Un amor que por su entorno convierte en victimas a sus protagonistas, Agustin y Mariquilla. La lucha entre el bien y el mal les afecta de lleno puesto que son los hijos de los antagonistas, Montoria y Candiola. Los hechos se suceden como en un torbellino pero a diferencia de Romeo y Julieta, la muerte por desesperación se lleva sólo a la joven Mariquilla. Como consecuencia, Agustín decide recluirse en el monasterio de Veruela de por vida, una vez terminada la contienda.
El autor no ha querido que nada sobreviviese a esta hecatombe fiel a la épica historia que relata El horror que muestra en sus páginas está por encima de las circunstancias individuales. Una historia de amor en esta tragedia estaba condenado al fracaso de antemano.
Sin embargo, utiliza el simbolismo para mostrarnos objetos que forman parte importante del paisaje. Que se convierten en referencias obligadas en el relato. Así, la Torre Nueva se alza como el faro de alarma por cuyas campanas los presagios se pueden reconocer. Su reloj, que enmarca el devenir de la catástrofe en cada oído. La figura de la torre, siempre vieja y nunca derecha, aparece como el tótem protector y las campanas como las anunciantes de terribles sucesos. El ciprés de la casa Candiola, del que sabemos en varias páginas, se relaciona con la fuerza del amor, con la fuerza de las emociones humanas que el autor considera indestructibles. También posee un fuerte simbolismo el enterramiento de Mariquilla y entre otros, sobresale ese niño anónimo que deambula llorando por las calles y que aparece en varias situaciones de ataques y devastación, en la búsqueda inútil de sus padres, ante la indiferencia de los demás. Prueba definitoria de la desesperación con la que Perez Galdós nos pone frente a la tragedia, como arma letal minadora de voluntades.
Con precisión sitúa en el escenario, rincones, calles y lugares que a los de aquí nos parece como si los hubiera recorrido en plena batalla, pero que nos coloca en medio de los combates cuerpo a cuerpo, de la defensa tabique a tabique, casa a casa, de los horribles cráteres de las minas. En la novela se hace más referencia al frente establecido en la zona de las Tenerías y orillas del Huerva. Aprovecho para invitarles a que paseen por estas zonas que son mencionadas en la novela, como un ejercicio de historia ciudadana, porque podrán seguir con la imaginación los enfrentamientos calle a calle, en las que todavía podemos ver muchos vestigios.
En síntesis. Una obra extraordinaria que ayuda a comprender mejor el fervor patriótico de los que se inmolaron por la causa que consideraron justa. El testimonio de una gesta que las generaciones venideras no deben desconocer. Una lección de literatura que nos devuelve la memoria de nuestra ciudad inmortal.
Muchas gracias por su atención y podemos pasar al turno de preguntas.
Estaba buscando información para un trabajo, y de suerte encontré esto. Me ha sido de mucha utilidad, muchas gracias por ponerlo tan bien explicado
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