Mientras el mundo parece derrumbarse a nuestro alrededor, la patética clase política, que sobre el papel y en teoría, vela por nuestros intereses, da una vez más la medida de lo que son capaces y se obstinan en tirarse a la cabeza todo lo que encuentran a mano, con el ánimo de hacer sangrar al oponente a costa de lo que sea, mientras los sufridos “ciudasúbditos” nos sentimos abocados al desastre, huérfanos de guías que sientan de verdad nuestros problemas, que por ende, son el resultado de las oscuras maniobras que otros se atrevieron a planear sin nuestro permiso.
Si la situación es tan grave como dicen. Si la situación es más grave de lo que se nos dice. Si la situación no tiene solución pese a las promesas. Si todo lo que los pobres de la mayoría silenciosa no conocemos es conocido sin embargo por nuestros elegidos en sufragio universal. Si todo el sin sentido, el caos que ronda, la esperanza que agoniza bajo la dura ley de los “mercados”, es real, no tenemos más remedio que sentir vergüenza de que en estas horas de toque de arrebato, los que nos deberían preceder en las trincheras se limitan a esconderse en la falsa pataleta del: “y tú más”.
Demuestran su poca altura moral al olvidar que el país, la nación, está por encima de ellos y que tienen la responsabilidad de sacar la cara por nosotros frente a las dictaduras económicas que quieren hacer tabla rasa de nuestro modelo de vida. Por el contrario, siguen enfrentando a unos y a otros con mensajes obsoletos de izquierda o derecha cuando saben mejor que nadie que nunca los extremos han estado más cerca, precisamente porque no se puede practicar el noble fin de los ideales sino la sumisión a espurios poderes ocultos. Con esta provinciana actitud, enquistada para desgracia de todos, la imagen de división que nuestra España ofrece al exterior es la de absoluta debilidad; de extrema flaqueza, que en nada ayuda a lo que se necesita ahora, como es la fuerza de todo un pueblo, que defiende lo suyo con la gallardía de la unión de todos sus integrantes. No hay declaración de guerra pero lo estamos. Es una guerra sibilina, con nuevas técnicas que van más allá del bombazo y tente tieso. El enemigo asedia nuestras plazas sin disparar un tiro aunque la eficacia es atrozmente constatable. Nos secan las fuentes de la autoestima, nos cortan los víveres que consume el pensamiento, nos vuelan los puentes del progreso, hacen prisioneros a ilusiones y proyectos. Nadie nos lo ha dicho pero la guerra es total.
Es de lección de párvulos tener claro que no hay más oportunidades. Que si este gobierno del PP cae, por su propia mala gestión o por indicaciones de fuera, el siguiente gobierno no volverá al PSOE sino a unos desconocidos tecnócratas que nos serán impuestos sin pasar por las urnas. Ya ha pasado, recientemente, en Grecia e Italia, donde mandan personajes ligados al F.M.I. o a la banca. ¿Alguien duda de que aquí no pueda ocurrir? Pero, ¿quién demonios nos estamos creyendo que somos? ¿Alguien cree al presidente Rajoy cuando dice, poniendo cara de firmeza, que no nos van a rescatar? ¿Alguien creyó al anterior Bambi cuando se reía de los que hablaban de crisis? ¿Tanto cuesta reconocer la verdadera dimensión de lo que somos? No nos consideren idiotas, en todo caso llámennos ilusos o ignorantes, porque idiotas, idiotas, sólo lo parecen los que están en ése lado.
Pónganse a trabajar, de una maldita vez, pero juntos; ésta vez por una simple cuestión de supervivencia de todos, administrados y gestores, que vivimos en esta depauperada piel de toro a la que la polilla de la división causa estragos irreparables. Ustedes también están en peligro. Basta de las escaramuzas de las “Sorayas”. Basta de las sonrisas de autosuficiencia cuando mencionan, los unos, que la culpa es de los otros, siempre de los otros. Basta de enanismo intelectual. Basta de cobardía. La dignidad se demuestra con el paso al frente, no con el “manporrerismo”.
Como nos advierte un eminente analista alemán, la tercera guerra mundial no necesita de misiles. Europa puede ser pasto de los mismos de siempre. ¿Tan diferente puede ser nuestra vida volviendo a pensar en pesetas? ¿Aún puede ser peor la situación si nos salimos de la moneda única? Todo el trasunto del euro huele mal desde el principio, cuando nos repitieron hasta la saciedad que era una divisa imposible de falsificar y ha resultado ser la más fácil. Quizá fue casualidad que la paridad del euro se hizo a la medida exacta del marco. Quizá fue casualidad que los ricos se mostraran de repente generosos invitando a su mesa a los pobres. ¿Quizá creemos todavía en los reyes magos?
¡Ahora o nunca!
Eugenio Mateo
Bien, Eugenio, bien. Dales donde se merecen a nuestros esperpénticos representantes; pero no te olvides de que los principales culpables somos nosotros.
ResponderEliminarCierto. Los principales culpables somos los pueblos que se resignan a ser comparsas.Tripas satisfechas que critican con la boca pequeña pero que no movemos un dedo. Debajo del paraguas se está bien, lo malo es cuando nos los quiten del todo, chubasquero incluido.
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