Jamás estas imágenes podrán explicar la dimensión universal de la naturaleza. El ser humano, autodenominado rey de la creación, es tan solo un átomo de este universo, sólo uno mas. Enfrentarse al horizonte, imaginar la dureza de las cumbres, ver el estallido de la vida cómo hace guiños desde el destello de las flores, sentirse pequeño e indefenso, es una manera de hacerse perdonar la estupidez de nuestra especie.
Desde lo alto de Peña Oroel la panorámica va más allá de la misma cordillera. Se imaginan otras tierras al otro lado de los Pirineos que elevan más aún el muro rocoso que las separa. La bóveda celeste nos acoge.
Al pie de Peña Oroel se recorta la quilla de su nave varada en un mar desecado, cual arca de Noé tras el diluvio. Su acantilado nos reta desde la ingravidez.
Flores de abril, tempranas y cargadas de promesas de frutos en sazón, perales, manzanos, cerezos. También los primeros lirios y los tulipanes, que arden de color. La puesta de sol sobre la Chuata y de cómo el barniz del ocaso tiñe de dorado el merendero.
fotos de Eugenio Mateo
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