miércoles, 19 de junio de 2013

EL FESTIVAL DE LOS PATIOS CORDOBESES, UN MAYO ÚNICO


Dicen los cordobeses con su gracejo habitual que ellos el agosto lo hacen en mayo. La afluencia de visitantes a la ciudad califal en el mes de mayo supera a la del resto de los meses gracias a la espectacular iniciativa de los Patios Cordobeses y no es extraña por tanto ésa afirmación. El AVE permite comunicar Zaragoza con Córdoba en tres horas y las facilidades hay que aprovecharlas. Esta primavera no está siendo muy estándar pero los veinte grados se agradecen, teniendo en cuenta los cuarenta y muchos que he sufrido en el verano andalusí en estos mismos lugares.La tradición de los concursos a los mejores patios cordobeses se remonta a los años veinte y es merecedora de un gran reconocimiento incluso fuera de nuestras fronteras; en la edición de este año la afluencia de visitantes ha superado el millón de personas y en el fin de semana de nuestra visita nos congregamos en torno a los 600.000. Ahí es nada. Desde los romanos y sobre todo con los musulmanes, el concepto del patio cordobés pretende extraer el frescor que exhalan las plantas y las flores junto con el agua. En el Festival, el empeño en engalanar cada patio por parte de sus propietarios da como resultado una armonía absoluta de color y recogimiento refrescante, solamente asaltada en estos días de bullicio pero que vuelve al sosiego milenario cuando el concurso acaba. Ver a los dueños mostrar sus patios con orgullo afrontando agotadoras jornadas sin cobrar entrada, tan sólo por el  interés que conseguir el patio más bonito, galardón que honra a sus moradores, es la mejor demostración del empeño por la belleza sin igual de la naturaleza que está contenida en una maceta. La programación del festival  desde el 10 al 18 de mayo está abarrotada de eventos culturales como conciertos, actuaciones y festivales de flamenco, en definitiva una ciudad en fiesta. Para hacer un alto nada mejor que la tortilla de Casa Santos. Es ésa tortilla de patata que la televisión ha hecho famosa, de proporciones increíbles pero tan jugosa como unas manos sabías pueden hacerla. El local, en plena judería, presume de la tortilla más grande de Córdoba con sus cuatro kilos de patata, huevos y aceite y 18 cm. de grosor. Como el local no es grande la costumbre es tomarse el pincho de tortilla fuera, al abrigo de la muralla de la Mezquita. Reconfortados podemos entrar en la que fue la segunda más grande del mundo en la etapa de esplendor del Califato de Córdoba. Por la Puerta de las Palmeras se accede al  mihrab, el lugar santo, rodeado de un bosque con 1300 columnas de mármol, jaspe y granito con arcos de herradura bicolores que le han dado su personalidad a lo largo de los siglos. En el siglo XVI  se levantó una catedral renacentista en las naves centrales de la mezquita, alterando sustancialmente la perspectiva de la construcción almohade. Siempre la eterna cuestión de imponer el credo vencedor en la arquitectura religiosa. Hoy conviven los dos estilos pero impresiona soñar en una Mezquita de Córdoba como la pensaron emires y califas. De nuevo en la calle, hacia el barrio del Álcazar viejo, nuevos patios, todos distintos, todos bajo la explosión de sus flores. La gastronomía cordobesa, como la cocina andaluza, es fusión de culturas, el salmorejo, el rabo de toro, pescados en adobo, los flamenquines, los gazpachos y las reminiscencias norteafricanas como el pichón con aceitunas se pueden encontrar por restaurantes y tabernas. El mayo florido tiene en Córdoba su máxima expresión. Vayan el año que viene, es conveniente para la buena salud mental de los habitantes del secano.


Columnas en la nave central y Mihrab a la derecha
                                                                     


Cúpula del Mihrab

Catedral renacentista y arcos de la Mezquita
                                                                         

Mihrab


Capilla de Villaviciosa
            
       




























texto Eugenio Mateo
fotos Lorena Mateo y Román Jaime

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