lunes, 17 de marzo de 2014

EL PREPIRINEO SE DESPIDE DEL INVIERNO


Hace unos días pasaron las grullas siguiendo el dictado boreal; ahora florecen los almedros. Huele a primavera sin haber llegado todavía y los verdes reverdecen por los campos y en las ramas se abarruntan nuevos borbotones. La procesionaria desconoce el significado de cambio climático y la falta de fríos la cobija entre algodones ante un nuevo ciclo. Aquí no hacen falta carteles de paraísos con resorts, el paisaje es un gran cartel tridimensional anunciador de paraísos al alcance de los pasos, tan buen anfitrión que se deja recorrer bajo la bóveda celeste de estas tierras que baña el Gállego. El azul se acuesta sobre la lámina de agua para mimetizarse en la magia del confín de la mirada. Cada cerro, cada monte, cada valle, tienen nombre; también el aire... y el silencio. Es un silencio con miles de sonidos que se permite la travesura de columpiarse entre rumores que saltan de copa en copa en una calma absoluta. 

Cruzando una valla repican esquirlas en un lenguaje metálico. Tras un recodo una familia de burros se sorprende con nuestra llegada, están lamiendo las piedras de sal que les deja el ganadero y pronto siguen a lo suyo, plateros de montaña por decreto, aunque un burrillo curioso por lo juvenil se nos acerca para dejarse tocar el testuz e incluso nos sigue cuando los dejamos atrás quizá en busca de aventuras con dos pedestres con bastones de montaña. Se cansa pronto de tanta aventura y por la pista arriba una yegua amamanta a su potro que nos mira fijamente al descubrirnos; la yegua inicia un trote para ganar distancias y la cría vuelve la cabeza de vez en cuando presumiendo de madre. Llegando al collado la perspectiva se escapa por mas alturas y entre lo intrincado un unicornio blanco de largas crines, el macho alfa de la manada nos observa, ascienden en hilera un grupo de hembras preñadas y él las protege, es el jefe, el líder de los nuevos jardineros forestales que triscan a sus anchas por el monte interminable.

Por la pista que desciende nos encontramos nuevos cuadrúpedos y la mancha azul del pantano nos espera. Tras la valla  el último zigzagueo y el pueblo, allá abajo, se deja retratar mientras dormita en la siesta del carnero. El sol está casi en su cenit y por la carretera circulan algunos moteros, pronto será hora de comer. Han salido los primeros narcisos en el jardín silvestre y la tardada pone nuevos colores a los almendros. La calma trae presagios de bonanza en este Shangri-La que se despide del invierno.


Pantano de La Peña    marzo 2014

El burrico quedón
lamen sal

El potro


El pantano allá abajo

hacia la Sierra de Santo Domingo

El Fire entre calimas

El macho alfa nos vigila
Platero y su amigo
Santa Maria de la Peña 
Panorámica de Sierra Caballera y pantano



Los primeros narcisos
Almendros en flor al atardecer



fotos Eugenio Mateo
Marzo 2014

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