martes, 24 de noviembre de 2009

LAS SETAS DE TODOS






























Nuestras vidas se rigen por modas y ningún mortal puede decir que nunca ha estado ajeno a cualquier tentación a seguirlas, no importa cual, pues todas se extienden como una pandemia y no podemos escapar. Simplemente somos gregarios y seguimos más facilmente de lo que creemos, al pastor invisible que mueve el rebaño.
Las setas son un regalo de la Naturaleza, que como una madre generosa, nos enseña con paciencia milenaria a reconocer y apreciar las pequeñas cosas, de manera que durante generaciones en los lugares donde crecían, los lugareños reconocían, apreciaban y recolectaban las especies que secularmente se consumían para uso propio, como un vívere más. Luego la ciencia se ocupó de ellas y traspasaron poco a poco el ámbito local para ser material de guias y estudios y esta difusión caló en naturalistas y amantes de los espacios abiertos que a su vez se trasmitió a gente que sólo buscaban pasar un día al aire libre, llenando cestas para preparar en sus casas algún rico guiso.

Pero finalmente, lo que fué una actividad lúdica o simplemente una fuente de alimento, acabó absorvida por el interés económico y el valor del dinero convirtió a las setas en mercancía que se vende y compra y no sé si me equivoco pero mucho me temo que acabaremos viendo regular su cotización en las lonjas agropecuarias. Para remate, la gastronomía, otra moda, se ha enterado ahora de las enormes posibilidades culinarias de los hongos y en los mejores restaurantes tal o cual especie ocupan lugar de honor en las cartas de los nuevos gurús.

A partir de aquí todos los elementos que forman parte de la Micología han mutado y el asunto no ha hecho más que empezar ¿y cómo podemos conseguir la coexistencia del respeto al medio ambiente con la necesidad e intereses de tanta gente involucrada? Otra vez la eterna cuestión.

Sabido es que los nuevos tiempos traen vientos de cambio; nuestra sociedad se hace más mestiza
y desde las grandes invasiones persas hasta el presente, las culturas se han mezclado en la misma proporción en que las diferencias, que separan a los ricos de los pobres, aumentan. Las fronteras que tuvieron su razón de ser en la protección de lo propio, se hacen permeables y ya no sirven. Los atajos de llegada se acortan permitiendo que cada vez, más peregrinos arriben a la nueva Meca. Se convulsionan los sistemas que engordan al capital y enflaquecen al productor. La caldera bulle.

Diversas circunstancias han llenado de gente los bosques y los prados. Echo de menos la soledad cargada de aire puro que me hace libre ante la Madre. He de aceptar ver la destrucción de especies simplemente por ignorancia. He de lamentar la liturgia perdida del hombre que acude humildemente a aprender de lo primigenio para deleitar su Yo, depositario del frágil tesoro que es la Tierra. Comprendo a mi pesar que no puedo hacer nada y la impotencia mina mi afición, de manera que espacio mis salidas al amanecer y transito por otras veredas.

El Maestro Pepe de Uña, excelso micólogo y mejor fotógrafo, dice que la gente se come todo y no exagera aunque se refiera a la desproporcionada presión que ejercemos los humanos, llevando a determinadas especies y familias a una severa disminución, equiparándolas en el borde de la extinción con animales y plantas en similar situación. No tardaremos mucho en sufrir la invasión de nuestros bosques por parte de variedades de setas sin interés culinario o simplemente tóxicas y entonces, ¿que haremos los seteros?
¿Colocarnos con Amanitas Muscarias?
¿Administrarnos purgas con Russulas Eméticas?
¿Sufrir un coma con Tricholoma Tigrinum?
¿Comprar una parcela en la eternidad con Amanitas Phaloides?
¿Resignarnos a probar una sopa de Suillus Bovinus?

Malos tiempos para la Lírica.

Entiendo a los lugareños que se enfrentan airados con los nuevos bárbaros, que arrasan sus setales sin ningún remordimiento y quiero comprender los profundos motivos que seguro que conducen a éstos expoliadores. Es difícil razonar sobre derechos porque al final se cruzan para desdoblarse pero siempre se consideró que entrar en finca ajena tiene pena, por tanto les asiste el derecho a quejarse a los unos y el derecho a una vida mejor a los otros, pero aceptando reglas que compartir, no sea que la supervivencia acabe sólo en pretexto.

Es difícil poner puertas al campo y complicada la forma de controlar el problema. Evitemos pensar en la autoprotección porque ha vestido de excusas el fascismo y cuando la sociedad se agita los progroms a los guetos se uniforman y el ojo por ojo asoma desde el Viejo Testamento.

Mientras los que tienen que buscarlas encuentran soluciones, sólo nos queda esperar que haya setas para todos y que la Naturaleza nos envíe tanta lluvia que afloren en las ventanas de las casas y en los capós de los automóviles, como si el Cuerno de la Abundancia sembrara con esporas nuestras calaveras, igual que lo hubiera pintado Victor Mira.
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todas las fotos son de E.Mateo.
texto de E. Mateo