jueves, 26 de febrero de 2015

ENLACES Y VINCULOS.COM KOHTAAMISIA 2ª EDICIÓN








SALVADOR DASTIS Y MERCE BRAVO "PIEZAS FAVORITAS"


En unos días podremos disfrutar de la última exposición de Salvador Dastis y Merce Bravo en el Espacio de arte Nazca (EDAN), al que nos traen sus PIEZAS FAVORITAS. Será el miércoles 4 de marzo a las 19.30.
En una visita a su domicilio, al que fui invitado, pudimos obtener estas imágenes de algunas de sus obras de distintas etapas. La divergencia en sus estilos consigue sin embargo ser alter ego de sus propuestas artísticas, De esta manera en su exposición toman en común su afición por la música y revisan desde sus radicalmente distintos planteamientos estéticos aquellas piezas musicales que son sus favoritas, trasladando a la tela o el papel la interpretación de sus propias emociones íntimas.



Merce Bravo y Salvador Dastis













 fotos E.Mateo



PIEZAS FAVORITAS

Es un proyecto pictórico inspirado por la música, en el que los autores han reflejado en sus obras dos interpretaciones diferentes de las piezas clásicas más queridas por ambos, expresando cada uno sus recuerdos, emociones, sentimientos…  

Para su realización cada autor ha elegido diferente soporte, bien lienzo, bien papel, usando, en su mayoría, la técnica mixta.
                                                                     


El Reloj de Haydn.  Merce Bravo

El Reloj de Haydn. Salvador Dastis
Imágenes de dos obras que formarán parte de la exposición


martes, 24 de febrero de 2015

·MARIELA Gª VIVES. EXPOSICIÓN RETROSPECTIVA "DE SOL A SOL"

El Centro Cívico Antonio Fernandez Molina de Alagón acoge hasta el 28 de febrero una exposición de la artista aragonesa Mariela Garcia Vives, vicepresidenta de la Asociación Artistas Plásticos Goya Aragón. El día de inauguración de esta muestra retrospectiva no pudimos acompañarla y hemos querido acercarnos a esta localidad de la Ribera Alta del Ebro para ver de nuevo algunas de las obras expuestas y otras desconocidas para nosotros. Obras que se han podido ver en diversas muestras como la del Colegio de Médicos de Pamplona, El Palacio de Congresos de Barbastro, el Centro Cial Aragonia, o la sala Bantierra de Zaragoza entre otras. La obra que ilustra el cartel es una poderosa tela en técnica mixta de sus primeras exposiciones en 1998 con titulo "Reto al sol". Así podemos repasar algunas de sus series como la de "Pájaros" del 2007, la deliciosa "Los Bañistas" del 2003, Doña Petronila, etc. Destacamos dos obras, instalaciones en formato biombo, que hundiendo sus raíces en el informalismo incorpora elementos figurativos o abstractos con fuerte carácter étnico en una sabia combinación de color y mensaje. Mariela es artista multidisciplinar que trabaja con soltura la pintura, escultura y el esmalte sobre metal. Innova con los materiales y las resinas y barnices aportan unas delicadas y sugerentes texturas a sus telas. No pretendemos hablar de la categoría profesional de la artista pues para eso ya tiene cronistas laudatorios más autorizados, simplemente rendir un homenaje a una trayectoria honesta y plena de resultados estéticos de inagotable imaginación. Una muestra de su trabajo desde 1998 hasta nuestros días que no deberían perderse los que quieren conocer el buen arte aragonés de las últimas décadas, incluso de ahora mismo.



























Centro Cívico Antonio Fernandez Molina en Alagón


Fotos Eugenio Mateo
24.02.15

jueves, 19 de febrero de 2015

"DE LAS FÁBULAS A LOS MALDITOS" CONFERENCIA DE F MORLANES PARA LA AAAL




La Asociación Aragonesa de Amigos del Libro organiza, dentro del ciclo "Los Libros de nuestra vida" la conferencia de FERNANDO MORLANES, presidente de Erial Ediciones y Director de la Revista Crisis

                              "DE LAS FÁBULAS A LOS MALDITOS"

Martes 24 de febrero a las 19.30
Biblioteca de Aragón. Dr. Cerrada 22
entrada libre hasta completar aforo

  foto Teo Félix

EL GRAN NORTE. ARTÍCULO EN LA REVISTA CRISIS 6




El Gran Norte
Eugenio Mateo

    Mi primera aproximación al universo escandinavo se produjo en la infancia. No levantaba acaso varios palmos del suelo y fue el cine el que me hizo reparar en un escenario que me atrajo desde aquellos días. Mi madre, mujer sencilla pero sabia,  me llevaba a pasar  tardes de invierno en la protectora atmósfera  de un cine de barrio y en aquella pantalla blanca muchas de las claves que activaron mi  imaginación fueron consecuencia directa de la magia que por ella se proyectaba. Recuerdo la película: “Los vikingos”, en 1958, dirigida por Richard Fleischer y basada en la novela homónima de Edison Marshall en la que el ojo necrosado de Kirk Douglas y la mano amputada de Tony Curtis tejían una historia de malos y buenos en la que la torpe iconografía del Hollywood de la época  convertía a duros luchadores de la alta edad media en elegantes atletas con peluquero privado y al atrezzo de cotas de malla y esféricos escudos en disfraces de la mejor fiesta en Los Ángeles. Sin embargo, ésa historia despertó mi curiosidad infantil y los vikingos ganaron posiciones frente a indios o vaqueros, romanos y cruzados, piratas, soldados con Máuser o exploradores de salacot en un tea party en las fuentes del Nilo. El casco con cuernos ganó la partida en mis preferencias de héroes  al sombrero tejano. Años más tarde, en Catoira, en la céltica Galicia, la fiesta vikinga que anualmente recuerda las incursiones sangrientas  de los drakkars por la Rías Baixas reforzó  mi imaginario de hombres que con poco que perder y mucho que ganar  escapaban de los amaneceres helados de su tierra en busca de la gloria de la muerte o de la recompensa de la vida usando el martillo de Thor y la sabiduría de Odín como una definición sin ambages de identidad extrema que provenía directamente de la niebla y la nieve. Para un muchacho meridional siempre resultaba sugestiva la cultura de un  Valhalla al que sólo se accede con la espada en la mano en el momento de la muerte. Sin duda que esa épica de valor y sublime locura  revistió  ante mis ojos a los guerreros vikingos con el  marchamo de inmortales.  Casi cinco siglos de relación difícil  entre Jakobsland y las tierras del Gran Norte. Largas travesías hasta Vinland. La mies ubérrima que crecía en las orillas del Mar Negro. Comercio y navegación. Poder y conquista con el sueño de una noche de verano.

   El encuentro real con lo nórdico significó la sorpresa del sol de medianoche. Era en Finlandia, parte de la vieja Scandia, como llamó a estas tierras Plinio el Viejo. En el sur, la noche no guarda sorpresas en su negrura pero en el norte, el solsticio de verano presenta la ambigüedad de la luz en plena noche, como un milagro que subvierte realidad y sueño en un día perenne. Recuerdo que sólo a mi llegada bajé  las persianas de mi cuarto;  luego, en luminosos destellos en REM, dormía acariciando al sol desde mi almohada. Las llanuras de arena a través de bosques infinitos trajeron sabores a pepino y eneldo, a arenque y pan de sésamo. Los castillos medievales de Turku; los rebaños de renos en Lappland; el retorno a las páginas de mi juventud con Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari, el finés con alma milenaria; el Vals Triste de Sibelius; la sauna familiar en los sábados de Harjavalta; mi primer festival de jazz al aire libre en el parque de Pori, en julio de 1974, donde conocí por fin a Chuck Mangione. Seguía tras los pasos de los guerreros  navegantes.

   En Oslo, años más tarde,  la inverosímil ingeniería naval de los vikingos me salió al paso  en el Vikingskipshuset para llevarme, sin cabalgar las olas,  en el drakkar de Oseberg camino de vuelta a las rías gallegas. Viendo su estructura se entiende que fuesen capaces de sortear  las corrientes  pero sobrecoge la indefensión del marinero en medio de la galerna. Pude pretender adivinar como rezaban a los nuevos dioses estas gentes y en la iglesia de Gol me pareció estar plantado ante una pagoda oriental, con un Odín reconvertido por el cristianismo que sin embargo no había perdido su capacidad para conocer el secreto de las Runas  como lenguaje de los poetas. Vi a los lirios crecer en torno a la casa de Edvard Grieg, enfrente del mar, que le inspiraba tanto como para que su música tuviera alas para cruzarlo, convertida en  un nuevo vikingo sin espada. Me viene a la memoria su relación con Henrik Ibsen: música y palabra juntas para siempre. De Ibsen, admiro a Nora, mujer que toma conciencia de no pertenecer más que a sí misma. Casa de Muñecas es un desafío al sexo del macho cabrío que en cine nos contó al oído el alemán Fassbinder.

No conozco mucho Suecia, apenas una corta visita en Estocolmo. El navarro Rafael Moneo dejó su trazo en el Moderna Museet, en el que algún ladrón que le gustaba el cine montó su particular Rififi para quedarse con algún Picasso sin pagarlo. He visto su frontera con Finlandia en el lago Kilpisjärvi, camino de las noruegas Islas Vesteralen pero el país  nos refiere de nuevo a los vikingos, esta vez como hacedores de la primera obra literaria sueca, que usó la piedra para legar un hermoso mensaje de homenaje a la eternidad -- (Y yo les digo a los jóvenes. Yo digo para recordar…)--  La estela rúnica de Rök es poesía, por si alguien pensaba que los vikingos sólo sabían guerrear.

En España, en los años 60/70, la entrada de lo sueco supuso una revolución en toda regla. El concepto de lo sueco se podría concretar en lo “de las suecas”. A un país cavernario, endogámico en las costumbres y autárquico en las necesidades, llegan espléndidas walquirias con ganas de sol y en el intercambio, sol por sexo, nace una cultura que a los jóvenes de aquella época nos hizo confundir a suecas con danesas y a noruegas con finlandesas. Nórdicas, dijeron los expertos en comercio exterior. Los que sabíamos algo de inglés probamos suerte en el trueque tanto como hizo falta, aunque el verano disponía de suficiente aliciente como para no necesitar  de idiomas, y la sangría, el baile y diversas circunstancias de la naturaleza humana no requirieron  mucho más para el buen desenvolvimiento en el sutil arte del lance amoroso. Gracias a las suecas, algunos pudimos comprobar que el onanismo era poco refinado  en  comparación con el cruce de los cuerpos a la luz de la luna, e incluso a pleno sol. Supimos así que tenían claro el concepto de libertad y a nosotros, además de a la política, las hormonas nos inclinaban hacia  la sexual. Bastantes españolitos sabían que el Sr. Nóbel era sueco; muchos, que Estocolmo es la Venecia del Norte,  pero nadie de nosotros pudo profetizar  el pacífico desembarco de Ikea que vendría años después del de las walquirias. Hoy, probablemente gracias a Suecia y a sus hembras, somos tan europeamente desinhibidos como cualquiera.

La literatura sueca se ha desarrollado en los últimos años  especialmente en dos campos: la dedicada a la infancia y juventud, y la de novela negra o policiaca. La feliz autora de Pipi Langstrum, Astrid Lindgren, es reconocida universalmente. Los éxitos de autores de novela negra como Stieg Larsson, Jan Guillou o Lars Kepler dignifican sobremanera la llamada literatura popular. Por otro lado, la entusiasta labor de traductores y especialistas como Francisco Uriz o Marina Torres, están consiguiendo acercar al lector hispano la rica propuesta de los escritores y pensadores suecos. En otro orden de cosas no puedo olvidarme  de mí mismo haciendo cola en el Cine Eliseos para ver “El Manantial de la Doncella” de Ingmar Bergman cuando al final nos dejaron verla los tipos de la censura esquizoide que todavía decidían por nosotros aunque hubiese muerto el dictador.

Si pensamos un poco, la Scandia de la que habló Plinio y la Escandinavia actual nunca han estado muy lejos de nosotros, los sureños. Habrá que atribuirlo a los viejos vikingos que ensancharon el mundo pese a su fama, o al sentido de lo práctico que concede el sol de medianoche.

Circulo Polar Artico. ilustración Eugenio Mateo.

                                                     

VALLE DE TENA, IMÁGENES DE UN INVIERNO


Han pasado quince días desde la última gran nevada y todavía los campos y las cumbres de este arrogante valle se arrebujan bajo la manta helada de la nieve. Mientras el coche descendía Monrepos, la barrera de los gigantes de piedra que vigilan la muga desde un mar a otro se levantaba blanca y desafiante y a pesar de los hombres del tiempo y toda la tecnología metereológica, el día estaba radiante y bonancible cuando habían anunciado lo contrario. En el Pueyo de Jaca, al lado mismo de un Bubal helado, la primera recompensa del día en forma de bocadillo caliente de jamón a la plancha y queso fundido nos cayó tan bien que incluso rechazamos tirar fotos a las casas clonadas de pizarra y piedra de la nueva arquitectura montañesa. Buscábamos espacios abiertos con millones de brillos y reflejos, esos que el sol produce de manera inimitable solamente sobre las estrellas invisibles de la nieve. Son reflejos distintos, cegadores, como una conversación sin sonido sobre la inmensidad de lo inabarcable. En Panticosa, muchos esquiadores que desde Sabocos querían llegar abajo lo más rápidamente posible para empezar de nuevo en el tobogán violento de sus rodillas. Parece mentira que aquel pueblo recoleto que inició su andadura esquiadora con tanta humildad haya devenido en un lugar en el que el ladrillo ha establecido nuevas castas entre estas gentes, antaño tan cercanas. Es lo que tiene el progreso, que altera todo lo que toca para cambiarle el alma por una pretendida modernidad. Con un punto de envidia que se me escapó camino de las pistas, allá arriba, nos juramentamos para subir al balneario que seguro guardaría una impresionante colección de fotos pero quiso la casualidad que un alud había cortado el acceso por la sinuosa carretera y la Guardia Civil nos dijo que había que esperar un buen rato, pues estaban limpiando la avenida.
Dirección norte, dejamos atrás Escarrilla y pasamos por la presa helada de Lanuza, cuya blanca superficie nos escamoteó el reflejo límpido de la Peña Foratata en sus aguas. Sin embargo, allí estaba la incansable y milenaria pirámide que cobija a la vez que amenaza el caserío bullicioso de Sallent de Gállego. Atrás habían quedado los murallones de Petrosos, las laderas dormidas de La Ripera, las cumbres de Baldairan y Ferreras y el camino imposible por las crestas camino de Bujaruelo. También los reservados ibones de Bachimaña y las crestas inverosímiles de las Argualas. Ahora, el valle se abría para testificar los inmensos espesores que esperan el deshielo sobre las gleras de los Picos del Infierno, Ibonciecho, Marcadau, La Gran Facha, Tebarrai, Garmo Negro y el solemne Balaitus, por encima del resto de gigantes anclados para siempre. Sería un sueño elevarse por encima de este parque grandioso y volar, como aquellos grajos que juegan con las corrientes por encima de nuestras cabezas. Teo Félix cuida bien sus pasos en la mullida alfombra de infinitos copos y apunta su objetivo hacia todos los detalles; Miguelón se queja de su hombro, renqueante bajo la permanente carga de su pesada cámara que todo lo descubre. Somos tres fotógrafos con hambre de imágenes escondidas y cuando enfilamos camino de Formigal, veo a lo lejos, paralela, la antigua carretera que desde Sallent subía a la estación en aquellos años en los que la fuerza nos dejaba esquiar por ella en un descenso que siempre guardaba un premio a la llegada.
Formigal tiene el dominio esquiable más grande de España, la orografía se ha aliado con el capital y ahora, acceder a sus pistas es una elección de distintos caprichos o niveles. Hasta la misma frontera del Portalet, las telesillas se adentran por distintos valles en una mecánica invasión de parajes reservados a las marmotas y al sarrio. Todos caben, o eso es lo que se nos dice, quizá sin escuchar a los verdaderos usuarios de la naturaleza. Cuando se funde la nieve, las heridas de guerra abren costurones en la piel sensible de los prados y el águila evita posarse en las sirgas de acero a pesar de todo. Hoy, las tiendas y bazares de Portalet andan recuperando sus accesos, hace unos días las trincheras de nieve impedían accesos y negocios. La escultura de mi compadre Arrudi, en el reciente inaugurado Espacio Portalet, aguanta bien los ventisqueros, en un símbolo de encuentro entre vecinos. El paso está abierto, sorprendentemente, y algunos franceses vienen a comprar licores y avituallamiento un poco más barato. Estamos a 1700 metros de altitud y las nubes de algodón oscuro rondan la nevada, posiblemente estos copillos fueran el aviso de los partes del tiempo. Parece un poblado que resurge de todos los aludes posibles, un campamento en medio del antártico. El deshielo elegirá vertiente para su descenso, aquí, la muga es un linea sin contorno que titubea en la tierra de nadie.
Alguien dijo que una buena retirada a tiempo es una victoria, así que el coche enfila pendiente abajo mientras a nuestra derecha, pequeños puntos negros se mueven como hormigas en las laderas cubiertas de nieve polvo, que por aquí llaman nieve regina, que se amontona en las esquinas. En Escarrilla nos habían recomendado un lugar para comer, nada que objetar, aunque la próxima vez recordaré que el mar queda muy lejos y los peces de estas tierras, que hace mucho fueron mar, llevan cuernos y son de cuatro patas, cuando lea la carta y me sienta tentado de pedir pescado. Después un trayecto sumido en una densa siesta, me despiertan las ráfagas de viento al pasar por Villanueva de Gállego.



Peña Telera


Balaitus



huellas
Embalse de Lanuza y Forata

Peña Foratata


Formigal

Frontera del Portalet
Escultura de Arrudi







Teo Félix y Miguel Sanz
Monumento realizado por MA Arrudi







Ermita de Santa Elena

Valle de Tena.  17.02.15
Fotos Eugenio Mateo