martes, 31 de agosto de 2010

SIERRA CABALLERA.PEIRO.BENTUE Y RASAL




Arguis desde la cumbre del Peiro
desde el Pico Peiro vista del Pico Gratal







































El Norte de la La Hoya de Huesca está cruzado, de Oeste a Este, por las llamadas Sierras Exteriores que responden a los nombres de Sierra de Loarre, Sierra Caballera, Sierra del Gratal y la Sierra del Aguila. Estas sierras, junto con la de Santo Domingo y Guara, conforman una parte de la barrera montañesa conocida como el Prepirineo, que aunque de menor altura que su hermano mayor, el Pirineo, guarda sin embargo, valles de recóndita belleza y escarpados farallones, protectores mudos y celosos de pequeños pueblecitos en los que tiempo no importa demasiado, aportando a esta zona de nuestra tierra aragonesa, una personalidad única que hunde sus raices en el pasado remoto.
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Hoy, nuestra excursión tendrá su origen en el Pantano de la Peña para seguir el curso del río Garona, dejando al padre Gállego en el puente que cruza la carretera a Rasal, bordeando por la izquierda, el valle de la Garoneta, a la sombra altiva de la Sierra Caballera. Dejamos atrás el pueblo de Rasal, al que volveremos luego, por la nueva pista asfaltada que nos llevaría hasta el Pantano de Arguís, cruzando un magnífico bosque de robles quejicos, aunque a unos tres kilometros antes de llegar a Arguís, nos desviamos por una pista señalada a la derecha, apta para coches y que penetra en una densa pinada, coronada por una montaña de roca desnuda e imponente a la que nos dirigimos: el Pico Peiró.
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Esta montaña, humilde ante los gigantes del Norte pero exigente a pesar de sus 1.579m., será un espectacular mirador, cuando lo hayamos ascendido, que nos brindará unas extensas vistas del Pirineo, desde el Bisaurin hasta El Monte Perdido, a la vez que la visión de la llanura de la Hoya, que comienza inmediatamente después de ver el perfil de la Peña del Gratal hacia el Sur. Al Este, la pequeña mancha verde esmeralda de la presa de Arguís, con el puerto de Monrepós; al Oeste, los valles de Bentué se prolongan hacia Rasal para, con el permiso del Pusilibro, la cima más alta de la Sierra de Loarre, terminar lamiendo las aguas del Pantano de la Peña. El espéctáculo pendiente nos apremia en las primeras rampas, duras, de la ascención por una marcada senda.
Unas paradas para recuperar el resuello y beber agua, hacen que comprobemos que los escenarios son cambiantes. Desde grandes pinos silvestres del principio, pasando por un hayedo no demasiado viejo, a hemosos ejemplares de tejos. Luego de un collado con cierto vértigo por lo aeréo, tomaremos la senda hasta la cumbre, sembrada de erizones y matorrales de boj, que nos recibe con el premio de su panorámica de 360º.
El descenso todavía nos aguarda con el calor del sotobosque, pero no le hacemos demasiado caso. Hemos llegado al coche, que a partir de ahora, relevará a los pies del esfuerzo y volvemos por la misma carretera que vinimos. En un cruce nos desviamos hacia Bentué del Rasal, precioso pueblo a los pies de la Sierra, donde conviven viejas casonas en ruinas con otras de refinado aspecto y robustos muros. Su iglesia, reconstruida en el siglo XVII, guarda, celosamente, antiguos vestigios de esplendor románico que asoman, muy prudentes, por sombras de arcos y pórticos que ya no existen.
Dejando atrás la fuente de agua que llega directamente del collado de los Pozos, volvemos a la pista asfaltada para encontrarnos, de nuevo, con el robledal que asciende por laderas sin cansancio aparente y tras unos kilómetros, adivinamos la silueta de Rasal, dormitando a estas horas por causa del calor y del sol apabullante.
Debemos de decir que el agua que bebemos gran parte del año es de aquí, pues la Fuente de los Caños, en Rasal, que lleva, desde 1926, manando inexsorablemente, es la que nos regala este agua que sabe a agua, que ya es bastante. Desde Rasal hemos hecho excursiones que cruzan la Sierra Caballera y que llegan hasta la de Loarre, a la Fuenfría, muy cerca del Castillo. Por sus recónditos paisajes y rincones, merece una reseña especial, otro día.
Hoy, cansados, tenemos una recompensa que nos aguarda. Nuestros queridos amigos Carmen y Carmelo Alcaín, nos han invitado a comer a su casa, preciosa, enorme, reconstruida sobre una antigua herrería y que tiene un poco de mágica, por lo que nos han contado ellos. Carmelo y su mujer, exilados por voluntad del asfalto, en el que hemos compartido muchas vivencias, han conseguido que su reloj marque las horas a su gusto, lo que les envidiamos. Por su historial hostelero, el arte de la gastronomia no guarda secretos para ellos, lo que unido a que los productos son casi todos del huerto que cultiva Carmelo, puede dar la idea de como trascurrió la velada, que sin darnos cuenta, empezó a teñirse de atardecer al cabo de las horas.
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texto y fotos de Eugenio Mateo
agosto 2010
SIERRA CABALLERA. PEIRO. BENTUE. RASAL






















lunes, 30 de agosto de 2010

CÓ, QUE ESTO SE ACABA!!! ( el verano)

Todo indica que se baja el telón y la función de la Comedia del Verano da paso a un intermedio, con un cartel indicador de -visite nuestro ambigú-, premonición de tiempos por llegar, que unos cuántos, sólo unos cuántos, tienen calculado al mínimo detalle para aguarnos la fiesta de habernos sentido en libertad bajo fianza durante unos días.

No deja de ser curioso que tan sólo por arrancar una hoja del calendario, las cosas habituales recobren su endiablada actividad, como si todo lo acontecido en el mes fuera un sueño, o peor, un espejismo. Basta con mirar el entorno urbano con sus trampas renovadas y atascos varios. Es suficiente perder un minuto en analizar a los medios de comunicación para ver que el marketing vuelve con más fuertes bríos; ya cuentan las subidas de la vuelta al cole; ya previenen de los nuevos impuestos; ya jalean a los luchadores del ring del catch a cuatro ( es esa lucha, llamada americana, con tongo); ya nos dicen que todo será peor y que no nos resistamos, que será aún peor. Ya nos dicen que toca volver a sentirse humanos, como si ser humanos dependiera de lo que interesa a otros humanos, que no deja de ser que no estemos ociosos mucho tiempo, porque las costumbres se relajan peligrosamente y ya se sabe el nivel de ensoñación y abandono del que es capaz el Ser Humano.

Confieso que esta mañana me he despertado, de pronto, con la agenda llena. Con múltiples compromisos que ayer ni me acordaba. He recibido e.mails, llamadas, mensajes, consignas camufladas de asuntos de interés. Ya me he agobiado sin casi limpiar el polvo de mis botas de montaña y si se lo proponen, sufriré de estrés en mitad de la siesta. ¡Malditos roedores!

Señores, la función comienza!- exclaman los acomodadores- Mantengan silencio, por favor y no fumen, salvo en los lavabos.-

Estamos curados de espanto, ¿o no?. Cada año nos viene ocurriendo lo mismo, que equivale a que siempre ocurre lo mismo. ¿Se dan cuenta del matiz?

¡Venga, pasen y vean!- Precios especiales para afectos y militares sin graduación-

Me dan ganas, visto lo visto, de quedarme en la cumbre del Posets. De paso vigilaré que no lo anexionen los vecinos como han hecho con el Aneto y el Vallivierna. Además tiene la ventaja que siempre sopla el aire, aunque mi vivac tenga ventanas con etiquetas del Tajo Británico.

Bienvenidos, canallas. ¿ O qué se pensaban, que todo esto era de verdad?

Me parece que todavía están algunos sin destetar. Pero no pasa nada. Los veranos no olvidan su cita con la realidad.... hasta que se acaban. Y que Dios les coja confesados.


Có, que esto se acaba (el verano)

Eugenio Mateo

sábado, 28 de agosto de 2010

PRESENTACION DE LA NOVELA ALBETA EN TORRELAPAJA




















La última novela de mi buen amigo MIGUEL ANGEL MARIN URIOL, titulada ALBETA, ha sido presentada esta tarde, a las 18 h. en TORRELAPAJA, población de la provincia de Zaragoza y lindante con la de Soria.

Se da la circunstancia que la obra del escritor y poeta aragonés, está basada en este pueblo donde nació su padre, lugar en el que el autor sitúa el origen de la narración, en la que recoge pasajes tomados de la realidad, así como una trama que recorre escenarios diversos que llegan hasta la Guerra Civil.

Era un deseo que el escritor tenía pendiente, pues la novela fué presentada en ZARAGOZA, por MIRA EDITORES, el 18 de Enero del 2010, reconociendo de esta manera su agradecimiento hacia el pueblo que ha sido el detonante de su obra, dedicada a la memoria de su padre. No en vano la primera frase de su libro reza:

-Torrelapaja ha sido y es un lugar de y para el silencio-

En los locales de la antigua escuela, nos hemos reunido, junto con numerosos vecinos, presididos por su alcalde, Don Tomás, familiares y amigos, venidos a propósito para este acto entre los que se encontraban el editor, Don Joaquin Casanova, presidente de Mira Editores, así como Don Angel Hernandez Mostajo, vocal de la Sociedad de Amigos del Libro y colaborador del Diccionario de la R.A.E., e Inmaculada Marqueta, poeta y escritora. El acto fué glosado por los dos primeros con palabras de afecto y reconocimiento hacia el escritor, que por su forma de ser, parecía abrumado por todo lo que se estaba diciendo sobre su trabajo y trayectoria. El responsable de la Asociación Cultural Malanca, D. Jaime, agradeció la celebración del evento y finalmente el autor, repasó pasajes de su novela, con el recuerdo que la figura de su padre representó para él y con emoción dió las gracias a todos los asistentes. Al término, hemos compartido un buen vino dulce con pastas, en animado coloquio.

El evento estaba incluido en el programa de fiestas que se estaban celebrando en esta localidad, de la que personalmente he tenido una grata sorpresa, pues no conocía de la existencia de un antiguo palacio del siglo XVI, dedicado a hospital de beneficiencia de peregrinos que llegaban al lugar para honrar las reliquias de San Millán, al que la leyenda situa como nacido en la comarca y que está construido sobre otro edificio, que según algunos estudiosos, fue sitio de acogida de los peregrinos del Camino de Santiago en su ruta levantina. El conjunto, en evidente mal estado, está despertando el interés de las Instituciones por su marcado carácter histórico y cultural, para proceder a su rehabilitación ,más que merecida.

La noche, en estos pagos, fría, por su altura en torno a los 1.040m, nos envolvió, cuando, acompañado de Miguel Angel e Inma, emprendimos el viaje de regreso a Zaragoza. Hemos prometido volver, recogiendo la invitación de Pablo y esposa, así como del entorno del alcalde, Tomás, familiares de Miguel Angel, para poder visitar el Hospital de Peregrinos de San Millán, así como la iglesia parroquial que alberga una magnífico retablo renacentista castellano.

PRESENTACION DE LA NOVELA ALBETA EN TORRELAPAJA
texto y fotos de Eugenio Mateo Otto
28.08.2010

lunes, 23 de agosto de 2010

CARME CHACON QUIERE AJUSTICIAR A LOS PIRATAS

Estaba yo, ayer domingo, 21 de agosto, intentando sofocar el calor reinante, supongo que como la inmensa mayoria de mis compatriotas, en mi residencia montañesa cuya altitud de poco servía para lo que estaba cayendo del cielo y después de una ligera comida, siguiendo la costumbre general de ver lo que antes se llamaba "el parte" o mejor, el telediario por seguir la nomenclatura al uso, proyectaron la noticia de la llegada de la fragata Victoria que regresaba de la misión en Somalia dentro de la Operación Internacional contra la pirateria en aquellas aguas.
El aspecto desenfadado de la Ministra de Defensa, Doña Carme Chacón, se me ofreció como una ligera nota discordante entre la recia imagen de los marineros y militares españoles, a los que esperaban sus familias, pues su aspecto de joven mujer progresista fashionable, no cuadraba demasiado en ese escenario de profesionales que en cumplimiento de su deber, obedecian ódenes del poder político, como debe ser en nuestro sistema demócratico asumido por todos los ciudadanos. No hacía falta ser muy sagaz para notarla tensa, pero soy de los convencidos que las obligaciones del cargo no tienen que ir parejos con los propios sentimientos como individuo/a, por tanto nada que objetar a que una mujer dirija los destinos del ejército en camiseta de diseño. Dando por sentado que es un gestor/ra que administra los presupuestos de Defensa, cuentas de resultados por en medio, a este respecto soy neutral.
Su alocución tenía demasiados lugares comunes pero de pronto, atónito, me pellizqué dos veces para comprobar que no había llegado todavía a saborear la siesta. La ministra hablaba de ajusticiar. Dijo, claramente, que se ajusticiaría a los piratas que se detuviesen. Nadie de los mandos que la rodeaban movió un músculo facial pero me hubiese gustado estar en sus mentes para saber los entresijos de sus pensamientos.
Evidentemente, la señora Ministra tuvo un lapsus. Quizá quiso decir enjuiciar. No lo dudo, habida cuenta de la trayectoria de esta política, al parecer un valor seguro dentro del PSC/PSOE. Pero dadas las circunstancias en las que el acto era una obligada bienvenida a unos servidores del Orden Constitucional que vuelven de una guerra, porque guerra era la razón de su servicio, guerra justa en contra de unos desalmados que con sus abogados en Londres, se atreven a retar al supremo orden de libertad comercial en aguas internacionales, el discurso tenía máxima importancia para que una palabra tan contundente, que el propio diccionario de la lengua denomina como dar muerte a un preso condenado a la pena máxima, fuese medida y la propia categoria profesional de la Sra Chacón hubiera impedido semejante desliz si lo que decía lo hubiese interpretado como propio y no simplemente leer un texto que le pasa un colaborador.
Pero lo peor es que, presa de un fervor castrense equivocado, lo repitió dos veces.
Reconozco mi asombro. No entro ni salgo sobre lo que se merecen esos piratas, pero como en la Roma de los Césares, la honradez, además de practicarla hay que demostrarla.
Toda esta turbación abre demasiados paréntesis. ¿ Se es ministro por capacidad o por interés de contentar al aliado, o sea, por enchufe? Fútil cuestion, amigo Cayo.
He buscado en la Red opiniones al respecto. Aparte de varios periódicos digitales como Libertad Digital o Hispanidad, y La Razón en prensa escrita, nadie más de los otros poderosos medios que apoyan al Gobierno, recogen esta "boutade" de nuestra responsable de Defensa. ¡Que Dios nos pille confesados!
Como ciudadano de a píe, o más bien ciudasúbdito, como me autoproclamo, levanto mi voz ante sucesos como el referido, que me hacen temer que estoy dirigido por unos simples oportunistas a los que yo, en mi ínfima pequeñez y todos los demás ciudadanos, en su propia medida, les importamos un bledo. Podría ser que cualquiera vale para ser ministro, la cuestión es estar a punto en el momento oportuno, pero claro, a eso, sólo tienen acceso unos pocos. Pero lo importante es ponerse en la piel de los individuos que asaltan buques con un simple kalashnikov; igual a partir de ahora entienden que Spain les va a colgar de la gavia . Mire usted si como consecuencia de un error semántico, estos "pajaritos" empiezan clases intensivas sobre las banderas de los barcos, no sea que esa ministra o "chorva" como la llamarían en su ignorante incultura, seguro, les aplique las leyes de la piratería, ojo por ojo, y los pasa por la quilla. A lo mejor valen más unas palabras que mil hechos.
Vamos a verlo. Mientras tanto, Excelencia, vigile a sus secretarios, no sea que pertenezcan al KKK.
Eugenio Mateo

SU LADO OSCURO. Relato

Subió a un tren en una vieja estación de la meseta; ése mismo tren lo depositó en otra que olía a humo pero también a mar. Durante el transcurso entre uno y otro lugar ocurrieron cosas. Muchas cosas.

Nunca están claros los verdaderos motivos por los que la gente se sube a un tren; ocurre que pueden ser tantas las razones, que cuesta aplicarles el nombre debido.

Por obligación. Por simple capricho. Por curiosidad. Por huir. De cada una de estas básicas razones pueden derivarse tantas otras como circunstancias influyan en cada individuo, en cada momento y en cada etapa de su existencia. Así, podemos convenir que las razones de viajar en tren son de exclusiva potestad de la persona y sólo ésta sabe porqué lo hace. Lo único inapelable es que la realidad del tránsito es tan inmensa como la distancia que lo separa, aunque ésta sea de inmediata cercanía.

En la historia que me contaron, el protagonista fue viajero por desconocimiento. Es difícil de entender esta causa, que podría llamarse por involuntariedad, pero tal y como ocurrió, la cuento.

El tren estaba a punto de partir, justo, cuando el primer pié se posó sobre el estribo; cuando el segundo, todavía en el aire, iba a unirse con el otro, el andén fue quedando atrás poco a poco. Estos pies pertenecían a un hombre que agarrado a la puerta del vagón, a duras penas, vio como aquel convoy tiraba de él hasta que la estación quedó reducida a un espejismo.

Se internó en el vagón en busca de un asiento libre. No le fue fácil encontrarlo. Al final desistió y se apoyó en la ventanilla. Se puso a observar como los campos, yermos, discurrían ante él yendo a desaparecer al compás del traqueteo. Debieron pasar lentos los minutos pero enseguida se cansó de estar de pie y echó de menos una cabezada. Recorrió de nuevo los pasillos y finalmente en un compartimento observó que dos viajeros ocupaban el sitio de tres. Entró y disculpándose se situó entre ellos, lo que obligó a uno de ellos a retirar un bolso y al otro a replegar las piernas, con sendos bufidos de fastidio, pero el hombre no dijo nada, satisfecho de lograr su objetivo.

El sueño lo rescató de sus pensamientos. No había pasado mucho rato cuando una voz lo sacudió.

-billete, por favor-

Un revisor le miraba con frialdad cortés. El hombre no se movió, ni siquiera manifestó emoción alguna, por lo que al cabo de un par de segundos, el revisor volvió a repetir su exigencia.

-Enséñeme su billete, señor-

El viajero balbució.

-Perdone, ¿qué billete?

Algo debió de ver el funcionario en su expresión que abandonó el compartimento ante la mirada divertida de los otros. Se acercó a la cabina del conductor y le pidió que llamase a la estación más cercana para que la policía se hiciera cargo del caso de un viajero, que en su opinión, presentaba claros signos de desorientación mental por la manera de comportarse. Volvió atrás y el hombre seguía mirando el paisaje con mirada perdida. Le habló:

-¿Puedo ver su documentación?-

Pero el otro ni le miró. Continuaba con esa expresión que lo mantenía totalmente al margen de lo que estaba ocurriendo.

-¿Cómo se llama?- le puso la mano en el hombro.

Entonces, el hombre, presa de un súbito impulso, se revolvió y agarrando la mano que tenía en su hombro, la retorció con rabia, sorprendiendo al pobre revisor, que no pudo reprimir un grito de sorpresa con algo de miedo.

A partir de ahí la situación se revolucionó. El hombre se levantó y apartando con furia al revisor se lanzó al pasillo, perseguido por éste y algunos viajeros. Lo atraparon en el siguiente vagón y con ayuda de otros empleados de la compañía ferroviaria, lo redujeron no sin dificultad, pues el hombre demostró una fuerza poco usual, fruto de la enajenación. El tren llegó, al poco rato, a una estación en la que la policía estaba esperando con un equipo médico y una ambulancia.

Entre todos se hicieron cargo del viajero, que más calmado, les miraba entre sorprendido y asustado. Le administraron algún sedante, visto lo ocurrido en el tren. Después de un corto trayecto, llegaron a un hospital comarcal. En un rápido cacheo comprobaron que no llevaba ninguna documentación encima, ni dinero, ni un simple papel, pero no consiguieron sacarle palabra alguna sobre su identidad. Después de varias pruebas llegaron a la conclusión que el hombre sufría desorientación espacial a la vez que un síndrome de amnesia temporal, desconociendo las razones, obviamente, que lo habían llevado a subirse a aquel tren.

La maquinaria policial se puso en marcha y fotos del sujeto fueron enviadas a todas las comisarias y comandancias del país, a la espera que alguien lo identificara y reclamara. Mientras, tumbado en su cama y vigilado por un agente, el hombre musitaba palabras que nadie entendió. Parecía que un nombre quería abrirse paso en el galimatías de su mente, pero su estado de shock le lastraba al recuerdo como una losa que lo mantenía sumergido en un mar sin corrientes.

Al cabo de dos días aparecieron los primeros vestigios de sus huellas.

Al parecer, desde una ciudad de la costa, se confirmó su ficha con los datos completos. A través de éstos se localizaron a algunas personas que lo reconocieron, vecinos y amistades, pero no tenía familia aunque todos coincidieron que mantenía una relación de muchos años con una mujer, a la que finalmente se localizó.

Interrogada ésta, después de un titubeo inicial, confesó que efectivamente era su pareja pero que lo habían dejado hacía poco y que no quería saber nada de él. Como esta declaración no pareció suficiente, le exigieron más detalles que no tuvo más remedio que dar a los agentes. Al final, el caso quedó aclarado.

Resultó que la pareja estaba de vacaciones cuando por motivos desconocidos se produjo una violenta reacción en el hombre contra la mujer. Esta, ofendida en su más hondo interior, decidió responder a la agresión verbal tomando su coche y abandonando en aquella ciudad a ese hombre que la maltrató sin causa alguna, dando por seguro que él volvería por sus medios hasta el pueblito costero donde vivían ambos. Aunque sospechaba de su bipolaridad, nunca pensó que tuviese esa reacción, que simplemente confirmaba que de cordura andaba escaso.

Preguntada si quería ir a recogerle, dijo que no, insistiendo que no quería sufrir más por su culpa. Les confirmó su dirección e incluso amplió datos sobre amigos que a buen seguro podrían hacerse cargo de él.

Los médicos que lo atendían sugirieron que no se le podía devolver a su entorno todavía, aunque como varios amigos del paciente se personaron para recogerle, no pusieron pegas, insistiendo que se le debía de tratar de una profunda depresión en su lugar de residencia, denominando al suceso como locura transitoria por efecto emocional.

De vuelta en un tren, acompañado de dos de sus mejores amigos, sintió una calma especial cuando a través de la ventanilla vio el mar.

Recordar lo sucedido le hizo daño pero supo que su desesperación se curaría con el tiempo, aunque dudó, porque la quería tanto que vivir sin ella se le antojaba imposible. Era un adulto y se suponía que los adultos no saben volverse locos de amor para siempre, sólo están locos sin saberlo y él lo estaba, algo que parecía evidente. Ahora lo sabía porque se jugó lo que más quería por un calentón inexplicable que dejó al descubierto su lado oscuro.


SU LADO OSCURO.
Por Eugenio Mateo

Todos los derechos reservados.

AMOR SIN TRADICION. Relato.

La noticia corrió como un reguero de casa en casa, aunque el pueblo era tan pequeño que no tardó casi nada en ser conocida por todos.

Las gentes humildes miraban de reojo la casona de los Meraos, en la que los caciques de aquel lugar, rodeado de viñas de tierra roja, vivían desde que la memoria recuerda, e imaginaban la situación por la que debían de pasar en la familia, dueña absoluta de vidas y haciendas, pero temida y respetada, pues no en vano, lo que les ocurriera a ellos influiría en el acontecer diario de todos los demás, con la resignación del pobre que calla pero sufre, asumida su condición de arrendatarios sin más derechos que el trabajo carente de recompensa.

Don Sebito, primogénito de Don Eusebio, se iba a casar, cosa esperada por los siervos, tanto por los fastos como por la retirada del viejo amo que supondría, al menos eso esperaban, un cambio en las costumbres que los ligaban a un linaje déspota y soberbio, pues Sebito era un joven que se preocupaba por ellos, aliviando, siquiera un poco, las condiciones de vida que su padre se esmeró en endurecer con relación al anterior patriarca, abuelo del amo joven, que también se llamó Don Eusebio, al que Dios confunda, como se decían en voz muy baja, no fuera a ser que su espíritu les oyera maldecirlo.

Pero la noticia que les cayó encima como las pedregadas que asolaban las cosechas de tanto en tanto, arruinando vendimias y trayéndoles deudas que los señores, los Meraos, les cobraban a perpetuidad, no hablaba de buenos tiempos, sino de todo lo contrario.

Se casaba, pero no con la joven que la familia había decidido, una rica heredera de una comarca más al norte. Según les habían contado gente empleada en la Casa, bien informada pues lo escucharon con sus propios oídos, el amo joven quería a una mujer del pueblo de arriba, de humilde cuna por añadidura, que suponía la peor afrenta posible ya que desde siempre, los de Arañones de Abajo despreciaban a los de Arañones de Arriba y estos odiaban a aquellos, demostrándose ambos pueblos la inquina en cuantas ocasiones se encontraban, bastante frecuentes por otro lado al compartir cercanía y caminos, así como pagos e inclemencias del mismo río.

En la sala despacho, Don Eusebio se encontraba sentado en el sillón en el que sus antepasados cavilaban sobre sus cosas en soledad, rodeado de viejos manuscritos que se iluminaban con los rayos del sol que se colaban por los grandes ventanales. Fumaba una pipa y su gesto, adusto y contrariado hasta el extremo, le daba el aspecto de un viejo león que se siente acorralado. Había mandado llamar a su hijo, en el que había puesto todas sus ilusiones para mantener una hacienda fuerte y poderosa, productora de buenos vinos que se vendían en tierras lejanas, respetada en la región y regida con mano de hierro, como era necesario.

Su hijo… y espantó con las manos a una imaginaria comprensión por su causa.

Llamaron a la puerta y antes de que pudiese contestar, una figura altiva se plantó delante de él, como desafiándolo. Este gesto le encrespó y miró a los ojos del hijo que se atrevía a plantarle cara al padre.

-Maldita sea, Sebito. ¿Cómo te atreves a desobedecerme? ¡Ingrato!- casi le gritó a modo de saludo.

Su corazón le dolía en la misma medida en que su mente adoraba al joven que era todo para él, pero no se dejó llevar por los sentimientos.

-No te atrevas a decidir tu destino pues va unido a esta familia, a su nombre, a su tradición. Eres un Merao y estás obligado a unas normas, como lo estuve yo y antes de mi, todos los que nos precedieron. Te casarás con quien debes, nunca con esa pueblerina apestosa. Es mi última palabra-

Su voz, carente de piedad, tronó en aquella sala desde donde se contemplaban los viñedos.

-No es ninguna apestosa, Padre- respondió con tono firme el hijo- La quiero y será mi mujer. Con o sin tu permiso-
Las espadas quedaron en lo alto. En el patriarca, un temblor sacudió el labio inferior que se propagó en el rostro y un rictus de ira asomó por sus ojos.

-¡Fuera! ¡Fuera de aquí, de esta casa! Ya no eres mi hijo. Te desheredo de por vida-

Lucia se llamaba la joven y con Sebito, ya su marido, se fueron a vivir a una casita que en vida de la madre de éste le había donado para que pudiese montar sus correrías de adolescente. Tuvieron tres hijos en los tres años siguientes. Toda la familia, sus hermanos, sus tíos, primos y allegados les dieron la espalda. La única ayuda la recibieron de la abuela Apolonia, una centenaria que tenía los redaños suficientes para ignorar la orden del hijo, pero no con la suficiente influencia para poder desautorizarlo. Les hacía llegar víveres para alimentar a los pequeños aunque a la mujer del nieto, Lucia, no la aceptó nunca porque a Apolonia tampoco le gustaban los de Arañones de Arriba. A Sebito le regaló una viña de dos hectáreas para que pudiese comenzar de nuevo, aunque ante la falta de medios, los dos jóvenes se plantearon vender la casa y la viña para irse a la ciudad y emprender una nueva vida, lejos de aquel ambiente enrarecido que les obligaba a cruzarse por las calles del pueblo con sus familiares, sin que les dedicaran una mirada. Los aparceros, temerosos de la ira de Don Eusebio, evitaban la conversación en lo posible, nunca más allá de lo imprescindible, con el que iba a ser el amo sin llegar a serlo, pero a Lucia le demostraban su desprecio en cualquiera de las maneras a su alcance. Al niño mayor, de tres años, el primogénito de la estirpe, Eusebín, le miraban con cariño servil, porque nunca estarían seguros de que no fuera a ser el heredero algún día.

En aquellos tiempos duros, se cernió sobre el país una guerra colonial y oleadas de mozos con sangre fresca fueron llamados a filas para engrosar las listas de caídos por la Patria. Los campos se despoblaron de mano de obra y el desánimo se instaló en las cepas en forma de uvas sin recolectar, como mosto estéril para las avispas.

En la casona de Los Meraos, la vida se ralentizó y Don Eusebio echaba de menos a su hijo, que en esas circunstancias hubiera podido guiar la hacienda hasta que la tormenta de la guerra pasara, pero su orgullo y el del hijo, levantaron un muro insalvable que los mantuvo separados.

Aquella mañana, una carta del Ministerio de la Guerra aterrizó en la casita de Lucía y Sebito.
Cuando iban a abrirla, la angustia de saber que el reclutamiento era inminente les mordió el corazón pero conforme leía, el rostro del joven se fue iluminando y al terminar lanzó una carcajada a la vez que se abrazó a su mujer.

-¡Me licencian, Lucia! -Le dijo eufórico- ¡No voy a Africaaaa! Nuestros hijos me han salvado-

Quiso el destino que Sebito, el amo joven, el esperado por sus peones, el digno, pudiera evitar dejar solos a su mujer e hijos, que hubiese significado un final incierto para ellos, porque tampoco a Lucia le estaba permitida la entrada en su pueblo al unirse a uno de Arañones de Abajo. Pero como la fatalidad no entiende de circunstancias, la desgracia se cernió sobre la familia de proscritos de un modo que nadie pudo presentir.

Para celebrar su suerte, Sebito salió camino de la taberna. Se bebió una botella de anís y cuando volvía a casa con una respetable borrachera, se encontró mal y mareado se derrumbó en tierra. A pesar de ello se sintió seguro y se dijo a si mismo que del suelo no pasaría, dejando que el sopor le durmiera, con las estrellas como mantas. El relente asesino de la madrugada invernal, se encargó de transportarle a los viñedos de sarmientos desnudos donde vela la muerte.

La viuda, de apenas veinte años, emigró a la ciudad con sus tres hijos donde trabajó repartiendo pan, que arrastraba en un carro, al amanecer, puerta a puerta, buscando quizá a su marido detrás de cada esquina.

Su primogénito, Eusebin, pasados los años, tuvo también un hijo al que llamó Eusebio, que jamás conoció Arañones de Abajo ni Arañones de Arriba. No quiso verse las caras con aquellos, o sus descendientes, que prefierieron valorar más donde se nace a como se siente. Fue su venganza.


AMOR SIN TRADICION.
Eugenio Mateo.
todos los derechos reservados


sábado, 21 de agosto de 2010

AYERBE Y CASA UBIETO
















Ayerbe es la puerta al Prepirineo Aragonés por la comarca de la Hoya de Huesca, que se prolonga por la Jacetania en dirección a Jaca y los altos valles del Aragón, Subordan y Gállego.
Es una preciosa villa con una intensa historia que merece la pena ver de cerca. Sus orígenes parecen artícularse en torno al castillo musulmán, hoy día casi derruido, aunque otras voces la situan en la calzada romana que unía con la Galia. Son imprescindibles las visitas al Palacio de los Jordan de Urries del siglo XVI y a la cercana Torre del Reloj, así como la Torre de San Pedro del siglo XII o las casonas blasonadas de Casa Ena, Casa Forcada, Casa Normante y Casa Luna. Todos estos vestigios de la grandeza de la Villa en otros tiempos, vienen acompañados de haber sido durante 10 años la residencia del Premio Nobel de Medicina D. Santiago Ramón y Cajal.
En los últimos años del siglo XIX, Ayerbe experimentó un espectacular florecimiento comercial debido en gran parte al establecimiento de la línea ferroviaria del Canfranc, que la convirtió en el corazón industrial y comercial de toda la comarca y de las vecina de las Cinco Villas. Su población creció exponencialmente y basta decir, como referencia, que Ayerbe contó con dos industrias harineras, lo que da ídea de su importancia. Lamentablemente el progresivo desmantelamiento del Canfranc a mediados del siglo XX afectó a esta población, que vió como muchos de sus habitantes marchaban a ganarse el pan en otras tierras. Aún a pesar de todo esto, la reciedumbre de sus gentes ha luchado por dinamizar una rica vida cultural y una sociedad que ve en el turismo una nueva llave al progreso perdido. Las cercanas Riglos y Murillo, con sus nuevas propuestas deportivas y lúdicas ,hacen de Ayerbe un paso obligado.
Tengo allí buenos amigos que han echado mano de la imaginación para dar a sus negocios un toque de originalidad nada banal. Hablo, por ejemplo de la panaderia de Jesus Gracia, "La Ramona" que consigue cada día nuevos adeptos con sus panes espléndidos y una reposteria, que basada en la autóctona, tiene un surtido que puede competir con grandes maestros pasteleros. Casa Montero, que aparte de un pequeño gran almacén, tiene unos increibles orujos traidos directamente de Galicia. No quiero olvidar a ninguno pero el comercio de Ayerbe tiene un nivel muy alto, quizá recordando sus tiempos de esplendor.
Pero, partícularmente, hay un establecimiento que aparte de la selección de sus productos, tiene su sede en el Palacio de los Luna, edificio de renacimiento aragonés situado en plena plaza de Ramón y Cajal. Sus propietarios, Emilio y Chon, guardan el secreto de la discrección y la atención al cliente más como asesores y consejeros que como comerciantes al uso, pues no en vano sus tendencias humanisticas y el conocimiento de las materias les permiten ofrecer desde la más variada gama de delicatessen, hasta los mejores quesos o vinos, pasando por las setas en las que Emilio es un famoso y experto micólogo, dentro y fuera del país y continuando por una sección de libros de viajes, guias turísticas o de cocina, literatura etnográfica o micología, para llegar a las trufas, que nunca faltan en temporada, merced a sus buenas conexiones. Embutidos, vinagres de setas, patés, y todo tipo de "rarezas gastronómicas" díficiles de encontrar en la mayoría de lugares. Sus actividades no acaban de puertas para adentro, pues Emilio forma parte del Consejo Municipal, defendiendo causas en favor del Patrimonio o cualquier otra que sea justa. Reconocido escritor y erudito, la conversación con él y con su mujer Chon, puede discurrir por las más variadas vertientes, pero siempre rica en matices y detalles. Entre sus innunerables relaciones, hemos tenido ocación de conocer y charlar con una pareja extraordinaria. Son un matrimonio francés que hace unos años descubrieron la montaña de la zona y crearon una pequeña república del conociniento en un lugar remoto y recóndito. Patrice Berthon, es un maestro grabador de reconocido prestigio y galardonado en Europa, que ha sabido recoger la fauna y flora de estos lugares con una rotundidad prodigiosa. Hemos llegado a un acuerdo para traer sus obras a nuestro Espacio Cultural Adolfo Dominguez y creo que la ocasión será digna de mención. Su esposa Francoise, sociologa, está acabando una grandiosa tesis doctoral, ayudada por su marido, becada por la Sorbona, sobre los usos y costumbres de la caza en estas comarcas. La obra, de más de 300 páginas e ilustraciones, está en fase de correción y será presentada oficialmente en unos meses. Yo que he tenido la suerte de poder verla, la considero como uno de los mayores trabajos etnográficos realizados en España por extranjeros. Patrice es licenciado en filosofia por la Sorbona asimismo y aparte o en combinación como maestro grabador, por lo que la personalidad de ambos es tan rica que sólo quieren pasar inadvertidos. Yo guardaré el secreto de su secreta república y aprenderé de sus grabados. De los Ubieto guardo las ganas de conversar de cualquier cosa. Otra vez, siempre. Gracias por asistir a nuestra casa para cenar con nosotros. Repetiremos.
texto y fotos de E. Mateo
08.2010

Patrice Berthon. Print Europe. Grabados.