sábado, 30 de junio de 2018

PRESENTACIÓN DE CRISIS #13 "NUESTRA SEGUNDA AVENTURA NORDICA"






En el Museo de Zaragoza se presentó el pasado jueves 28 de junio la edición nº 21 de CRISIS, revista de crítica cultural. Gracias a la iniciativa de nuestro amigo Francisco J. Uriz, es la segunda vez que contamos con el patrocinio de la Academia Sueca y la revista ofrece un meticuloso detalle de las circunstancias y normas que rigen la actividad de la academia y el desarrollo de los Premios Nobel.
Participaron Maricarmen Gascón, doctora en Filosofia y Ciencias de la Información, profesora y poeta. Francisco J. Serón, catedrático de la Unizar, Fernando Morlanes, director de Crisis y Eugenio Mateo, subdirector. Leyeron poemas de académicos que son publicados en la revista, la actriz Maria José Moreno, Teresa Abril, Tomás Martin y Victor Herraiz.
Al finalizar el acto tuvo lugar una cena de hermandad en un conocido restaurante de la ciudad.





















viernes, 29 de junio de 2018

EL CLIK 21






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En días pasados ha salido la edición 21 de la Revista El Clik!, una aventura fotográfica desde la ilusión, que lleva camino de convertirse en un referente en el mundo de las publicaciones digitales de fotografía de nuestra región. En esta entrega el artista invitado es Paco Simón. El maestro invitado es José Juan Verón. Les acompañan con sus reportajes doce fotógrafos que sorprenden por su manera de entender la fotografía.

Si el verano te trae tiempo, déjate llevar por las páginas virtuales de El Clik!. Se puede viajar sin moverse de la silla



Texto de mi reportaje sobre Tamara de Lempicka

El Art decó y su musa

Como leal aficionado al Arte, obtener imágenes con mi cámara de las propias que vienen contenidas en una obra plástica me aporta acercarme al impulso que guio la mano del artista, descubrir su desconcierto cuando un color se le descubrió como nuevo. He tenido la posibilidad de fotografiar muchas obras de arte y la suerte de encontrar esos detalles que hacen grande o pequeño a un artista. Confieso decepciones y entusiasmos, pero también un placer desconocido vedado a una simple observación. No obtengo una copia, es algo más, mucho más, es encontrar la veladura, el movimiento, el espíritu que resume la pintura.


Al Art decó se le exiló del arte moderno para referirlo en las artes decorativas y aplicadas. Cuestión de ideologías. Como movimiento de entre guerras (1915-1935) representa la sofisticación y el glamour, la belleza y el lujo. Y hablando de belleza, una mujer polaca de nombre Tamara de Lempicka, representa el ideal de ese movimiento artístico. Su pintura es un fiel reflejo de su personalidad y de su modo de vida privilegiado. Fue ambigua, libre y un mito.


En la secuencia de imágenes de este reportaje se debe destacar: “Autorretrato (Tamara en Bugatti verde”). 1925. En este óleo, la artista formula: “yo estaba vestida como el coche, y el coche como yo”. Simbolismo en la emancipación de la mujer, y a la vez la mujer convertida en objeto, y el automóvil en proyección viril.


Su condición bisexual le hace pintar a las mujeres con un rotundo erotismo cargado de sensibilidad. Su técnica hace hablar a las miradas, cuenta de historias de amores en peligro, se recrea en sus contornos voluptuosos y las hace imposibles para el común mortal. Mi obra favorita es el retrato de su hija: “Kizette en el balcón”, de 1927; en ella, con el fondo de un paisaje urbano cubista, la niña se asoma a ese exterior y subyacen varias impresiones, la carnal y en cierto modo perversa, la tierna serenidad en su expresión y la armoniosa captura del instante. Otro retrato de Kizette es: “Durmiente” de 1935. En mi opinión, esta madona esplendorosa aún en el reposo del sueño podría haber sido pintada por alguno de los grandes del Renacimiento. En el espectacular “Retrato de la duquesa de La Salle”. 1925, Lempicka acomete la imagen de la aristócrata con un modelo claramente masculino y rompedor, en un alarde de definición de su tendencia sexual[


En definitiva, el contenido de El Clik! permite viajar sin movernos de la silla. Podemos volver a una época a la que se llamó decadente, y que para aquellos que pudieron hacerlo, significó escapar de la angustia de las carencias, y se lanzaron a vivir con desmesura sin importar las consecuencias. Tamara de Lempicka hizo que sus retratos pudieran ser vistos de otra forma, porque los dotó de una elegancia que sabía cruzar los límites de la piel y de lo etéreo.


UNA QUEIMADA EN VILLALANGUA


Allí había hasta suecos, pero todos pendientes del solsticio, aunque, para ser precisos, los adoradores de San Juan lo eran más de la llama que se despierta azul y crece al paroxismo del fuego. No la de la hoguera en torno a la que se baila en esa noche, no, más bien de la que quema los malos espíritus del orujo gallego (si es que los tiene, que lo dudo). Los allí convocados esperábamos a que Isidoro, el propietario, junto con Pilar, de La Posada de Villalangua, comenzara su rito anual de invitar a una queimada. Era un rito porque hubo conxuro, una llamada a brujas o meigas. Todo lo necesario para abrir la puerta de la noche a todo aquello desconocido. 
Calculo en diez litros lo que en el terrizo ardía, y ardía más cuando Isidoro encabritaba al alcohol con su cazo. En fin, lo que es el protocolo de la queimada, ya saben. Junto a clientes, que eran en mayoría amigos de la casa, habitantes de ese singular rincón al pie de la Osqueta de Santo Domingo, y unos cuántos amigos, esperamos impacientes que el brebaje extinguiera su fiereza armados de la consiguiente taza. Se nota que Isidoro se entiende bien con los espíritus espirituosos.
La luna sufría el acoso de Venus. La noche se recortaba en las farolas y el Asabón, debajo de nosotros no sé si cantaba o discurría; el efecto era el mismo.
El efecto de la queimada después de tres cacillos es que sabe a poco, que no importa cual sería el limite ya puestos. Como es natural, y siendo cerca de una treintena de pacíficos trasgresores, del bebedizo no quedó más que el limón, lo que no fue obstáculo para que alguien propusiera sanjuanarse, esto es, bajar al río Asabón y mojarse en sus aguas. Aún tuvo aceptación la sugerencia y allí fueron, cuesta abajo, iluminados por Isidoro con una interna que parecía un cañón galáctico para descubrir lo buena que debía estar el agua a esas horas en las que la cuenta atrás del día ha comenzado.  Otro alguien demostró gran sentido común y trajo un pozal lleno para aquellos descreídos que preferíamos hablar de setas con el experto local.
Nos han emplazado para el año que viene. Aunque nos hayamos vuelto abstemios, volveremos. Volveremos antes para ver de nuevo a Isidoro y Pilar en los fogones, donde siempre hay magia.















Fotos: Eugenio Mateo

viernes, 8 de junio de 2018

TAMARA DE LEMPICKA


El Art decó y su musa

Como leal aficionado al Arte, obtener imágenes con mi cámara de las propias que vienen contenidas en una obra plástica me aporta acercarme al impulso que guio la mano del artista, descubrir su desconcierto cuando un color se le descubrió como nuevo. He tenido la posibilidad de fotografiar muchas obras de arte y la suerte de encontrar esos detalles que hacen grande o pequeño a un artista. Confieso decepciones y entusiasmos, pero también un placer desconocido vedado a una simple observación. No obtengo una copia, es algo más, mucho más, es encontrar la veladura, el movimiento, el espíritu que resume la pintura.
Al Art decó se le exiló del arte moderno para referirlo en las artes decorativas y aplicadas. Cuestión de ideologías. Como movimiento de entre guerras (1915-1935) representa la sofisticación y el glamour, la belleza y el lujo. Y hablando de belleza, una mujer polaca de nombre Tamara de Lempicka, representa el ideal de ese movimiento artístico. Su pintura es un fiel reflejo de su personalidad y de su modo de vida privilegiado. Fue ambigua, libre y un mito.
En la secuencia de imágenes de este reportaje se debe destacar: “Autorretrato (Tamara en Bugatti verde”). 1925. En este óleo, la artista formula: “yo estaba vestida como el coche, y el coche como yo”. Simbolismo en la emancipación de la mujer, y a la vez la mujer convertida en objeto, y el automóvil en proyección viril.
Su condición bisexual le hace pintar a las mujeres con un rotundo erotismo cargado de sensibilidad. Su técnica hace hablar a las miradas, cuenta de historias de amores en peligro, se recrea en sus contornos voluptuosos y las hace imposibles para el común mortal. Mi obra favorita es el retrato de su hija: “Kizette en el balcón”, de 1927; en ella, con el fondo de un paisaje urbano cubista, la niña se asoma a ese exterior y subyacen varias impresiones, la carnal y en cierto modo perversa, la tierna serenidad en su expresión y la armoniosa captura del instante. Otro retrato de Kizette es: “Durmiente” de 1935. En mi opinión, esta madona esplendorosa aún en el reposo del sueño podría haber sido pintada por alguno de los grandes del Renacimiento. En el espectacular “Retrato de la duquesa de La Salle”. 1925, Lempicka acomete la imagen de la aristócrata con un modelo claramente masculino y rompedor, en un alarde de definición de su tendencia sexual.
En definitiva, el contenido de El Clik! permite viajar sin movernos de la silla. Podemos volver a una época a la que se llamó decadente, y que para aquellos que pudieron hacerlo, significó escapar de la angustia de las carencias, y se lanzaron a vivir con desmesura sin importar las consecuencias. Tamara de Lempicka hizo que sus retratos pudieran ser vistos de otra forma, porque los dotó de una elegancia que sabía cruzar los límites de la piel y de lo etéreo.


Reportaje publicado en la revista El Clik! #21



















Fotografías sobre reproducciones editoriales de obras de Lempicka