martes, 31 de mayo de 2011

LAS SETAS EN LA COMARCA DE ALBARRACIN

Cuando se penetra en los bosques de pino albar en los Montes Universales, uno no se puede sustraer al encanto del ejército de enhiestos troncos que pelean por la luz; debajo de ellos, pequeños tocones que intentan subsistir bajo la tiranía de los gigantes. Arbustos por doquier que son en realidad brotes de roble marajo que nunca medraran. Las lluvias de ayer empapaban la hierba y el aire, de tan puro, salía por nuestros alientos, transparente. Excrementos de ciervo, todavía húmedos. Silencio. Un cuco pregona que ha encontrado su árbol. Nuestras voces resuenan en la calma.

-¡ Aquí hay uno!- El júbilo rebota en cada pino, como un eco que rasga el himen  de las sombras  tempraneras. -Y otro al lado, uno más-

Subimos, bajamos, ladeamos  y una vez reconocidos los perímetros privados de Aurelio, las cestas pesaban aunque él  no paraba de decir que estaban la mayoría agusanados. Comprobé que tenía razón cuando procedí a inspeccionarlas. El corte del cuchillo sólo mostraba la podredumbre. Hasta en los más jovenes y de vigoroso porte, la huella de larvas había invadido toda la seta. Apenas pudimos disponer de unos cuántos trozos pero no nos importó. La alegría del hallazgo compensa el placer de gustarlo.

Al día siguiente acudimos madrugando a otro monte, más intrincado para andar y la recogida de algunos ejemplares de espléndido aspecto nos recordó de nuevo a las fatales larvas. Aurelió propuso un cambio de escenario y vadeando varios tremedales fuimos cambiando el bosque de coniferas por planifolios. Nos dijo que en unos ribazos de campos, allá abajo, salían setas de San Jorge o usones, en aragonés. Sin pensarlo dos veces nos pusimos en marcha. En los ribazos herbosos todavía se guardaban los huecos que los ciervos dejaban en las camas de la noche. Debajo de unas zarzas y ocultos tras la yerba, Aurelio nos enseña un setal de calocybe gambosa o perretxico, uson o seta de San Jorge. De buen tamaño. Cuando, totalmente a rastras entre las zarzas pude alcanzarlas, vi sus pies muy deteriorados; también estaban infectadas de insectos. Esto nos dolió más porque no solemos encontrar muchas de esta especie, sin embargo pronto prevaleció el regusto de la captura.

Aurelio no sabe la causa aunque la estación esta siendo seca por allí. Quizá el calor. Puede que la luna. Pero, él, que es un experto en las que conoce, que no son todas, reconoce que esta temporada ha recolectado muchas menos que otros años. Y se encoge a la vez que dice: -¡pero qué gusto da encontarlas!- a la vez que se bebe un vaso de agua, que es lo único que bebe.




























28 y 29. 05.2011
texto y fotos Eugenio Mateo

3 comentarios:

  1. Buena cosecha, si no fuese por las larvas... y mejor paseo; casi se huele y se siente el frescor de la mañana.
    Un abrazo
    Mariano Ibeas

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  2. Me ha gustado mucho vuestro paseo por los pinares y los bien que nos describes todo, seguro que mi padre disfruto un monton ya que le encanta enseñarnos los riconcillos donde se esconden estos manjares.
    Mar.

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  3. Aurelio siempre ve la cesta medio vacía pero al final siempre vuelves con unas cuantas setas en el capazo

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