Aprovechando la invitación de nuestro tío Aurelio, el último fin de semana de mayo nos fuímos hasta Orihuela del Tremedal, en la Comarca de Albarracín, en los Montes Universales, donde la muga separa Aragón de Castilla la Nueva y Castilla La Vieja. Lo primero que hay que decir es que esta preciosa población está a 1447 m de altitud y que la cima más alta del entorno es el pico Caimodorro a 1936 m. Es por tanto, uno de los pueblos más altos de la provincia de Teruel. Estamos hablando de la misma altitud de la urbanización de la estación de esquí de Formigal en el caso de Orihuela y similar a la del Ibon de los Asnos en Panticosa, en el caso del Caimodorro.
En el lugar se extienden los grandes bosques de pino albar y de roble marojo, en los que la actividad forestal no está reñida con la otra, no menos excitante, como es la micológica. A buscar setas hemos venido y la suerte nos pone al lado al mejor guía, que no es otro que el jovial Aurelio, veterano cazador que nunca se ha perdido y que lleva el bosque dentro de su cabeza.
Es interesante ver las turberas, charcas y lagunas en medio de la vegetación, en las que mana el agua, dando lugar a un microclima de gran humedad y riqueza botánica, a los que se denomina tremedales. No es dificil poder contemplar manadas de grandes ciervos machos en busqueda del cereal de los campos cultivados. Esparcidos, aprovechando las numerosas fuentes, se han construido merenderos a los que acude el turismo en verano, especialmente de Valencia y una de las principales economías de la zona.
De su riqueza natural da muestra que estos parajes están habitados desde la Edad del Bronce, habiéndose descubierto pinturas rupestres. Asimismo un yacimiento arqueológico proviene de tribus celtíbericas, así como un asentamiento militar romano. También fue poblada por los visigodos. Ya en 1164 fue integrada en el reyno de Aragón. Posteriormente, en el XIX, las tropas de Napoleón la destruyeron totalmente, de tal manera que Fernando VII autoriza una feria de tres días para reactivar la recuperación económica de sus habitantes.
La iglesia de San Millan de la Cogolla, lleva su nombre porque los caballeros navarros que lucharon al servicio del Rey Pedro III el grande, de Aragón, en su lucha contra los moros que hacían de Albarracin su capital de aquellos territorios, pusieron bajo su advocación el templo. El actual es un monumental conjunto barroco del siglo XVIII. El caserío es sobrio, con grandes casonas en las que la forja decora sus fachadas como rejas para los ventanales. Destaca el palacio de los Franco Perez de Liria del XVII y el Consistorio, renacentista, del siglo XVI. Cruza el pueblo el río Gallo, afluente del Tajo.
La gastronomía está basada en la caza y las setas. En sus fábricas aserraderos se construyen muebles del mejor pino albar, autoctono de estos Montes Universales. Un lugar de paz y retiro.
texto y fotos Eugenio Mateo
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