Revista Crisis 04
Hablares
Eugenio Mateo
Fabulación del habla del país de los mudos. Allí reinaban unos pocos charlatanes que adiestraron pájaros parlantes
No puedo evitar el pretender saber qué dicen
las abejas en sus zumbidos o llegar a descifrar los gruidos de las grullas nómadas
cuando pasan sobre mí, aunque me consuela imaginar que a ellas les ocurrirá lo
mismo. En una Babel cosmogónica se cruzan los lenguajes sin entenderse; todo lo
vivo se comunica y no es posible la vuelta atrás al sonido primigenio, es la vorágine de
los rumores en todas las especies. Hablamos los humanos, a veces demasiado;
ladran los perros, a veces a deshora; cantan los pájaros, a veces sin testigos;
susurran las hojas antes de caer, a veces sin otoño.
Como seres en lo más alto de la cadena
evolutiva tenemos la capacidad de expresar
por igual pensamientos y sentimientos, don que debería obtener en
reciprocidad el intercambio entre iguales de ideas y opiniones en ese fluir de
vida que es el habla pero olvidamos que somos los depositarios de una herencia
demasiado valiosa para, al final, caer siempre en la tentación de la sordera.
No hay mejor sordo que el que no quiere oír y nada peor que una conversación
entre los que se hacen el sordo. En ambos casos el espíritu del habla se torna
estéril, tan inútil como inconveniente.
Si el habla pudiese llegar tan lejos como la
razón, se adentraría por los cobijos en penumbra del discernimiento para medir la propia
dimensión de su discurso, en el tu a tu de un bis a bis a corazón abierto. Hablar, se habla mucho pero
la comprensibilidad de lo que se dice alcanza niveles preocupantes. Ante este
panorama de pink noise ejercitar el
habla, a mi entender, es cada vez más difícil. Se lleva mucho el speech subliminal porque tiene ventajas
consabidas. Los coffé break se están
desvelando como los paradigmas de la charla insustancial. Hablar por decreto
predispone a terminar como el capo di
capi. La trampa de la tecnología distorsiona el habla virtual de los chats. A nivel más provinciano, el “nazi-onanismo” –parafraseando a mi
admirado Ortiz-Osés- se empeña en recrecer su tapia. Se dijo “yes, we can” y demasiados ilusos lo
creyeron. Hablar sin decir nada se
enseña desde siempre en las high schools.
Mantenemos diálogo de besugos con la batería low. Andamos como locos con
la pérdida del nick a tiempo parcial. ¡Tiempos aciagos para la charla sin
diccionario!
El habla se usa como barrera cuando conviene;
debe ser la llamada de la tribu que todavía perdura en la genética de la
entonación dejando de lado la obviedad de la evolución de la raza a través de
las formas de comunicación oral. Sin embargo, paradójicamente, la necesidad del
entendimiento globalizado impele al aprendizaje de tantas lenguas como sea
posible. Un mundo lleno de políglotas sería la Arcadia feliz de la que habló
Virgilio en sus Bucólicas pero eso sería fabular y quizá no esté bien visto.
Adjetivando al habla, puede ser persuasiva,
autoritaria, taimada, envidiosa, lastimosa, dolida, doliente, resentida,
vengativa, burlona, zalamera, agria, brutal, inaudible, vana, vacía, prescindible,
tosca, refinada, culta, falsa, hiriente, fingida, inteligente, brillante,
zafia, atrevida, impertinente, razonada, razonable, monótona, comprensiva,
generosa, vital, ocurrente, convocante, extravagante, hueca, relamida, intrincada, salvadora,
esclarecedora, reparadora, sensata, disgregante, descorazonadora, estúpida…
Caos y principio del gran Big Bang
Se cuenta de un país donde sólo había mudos y
unos cuántos charlatanes que de feria en feria desplegaban su panoplia
incontinente de dimes y diretes. Los mudos acababan reconociendo que el
silencio es grato y eximente; los otros se sabían a salvo de abucheos. Tal
situación venía de lejos, de los tiempos del primer periodo del Silencio cuando
las bestias dominaban la Tierra y los humanos resistían en sus cuevas ante el
devenir de una historia poco complaciente. La falta de uso hizo perder el timbre
a las cuerdas vocales y las bestias se hicieron imprescindibles con sus
rugidos, que poco a poco alcanzaron rango de perorata para ayudar al buen
tránsito de las gentes antes de ser devoradas. Instalado el sistema como
asunción y renuncia por unos y otros, cada noche, en cada catre, antes de
entrar en la barca de Caronte con billete de vuelta, los mudos de solemnidad
despegaban los labios para musitar una plegaria de agradecimiento carente de
sonidos, nacida y muerta en la misma reclusión, inmensamente libre como el Gran
Vacío.
Uno de los pícaros
charlatanes tenía un pájaro que sorprendentemente hablaba; recitaba de memoria
la lista de los reyes cámbricos y era capaz de repetir hasta el hartazgo los
nombres de toda su familia tropical. Al avispado charlatán se le ocurrió sacar
partido de su bien preciado y lo exhibió urbi
et orbi con gran fortuna. Le enseñó unas frases clave para el asombro
general y el loro, que así lo llamaba, se hizo tan famoso como el cometa Haley,
que amenazaba de nuevo con el inframundo. Le adiestró para repetir siempre lo
mismo, no importara el lugar, con el regocijo general como recompensa, junto
con unas pipas administradas convenientemente. Fue tanto el reconocimiento del
fenómeno que el sutil embaucador se puso
de acuerdo con otro colega que también tenía otro pájaro hembra y del cruce
volátil surgió una nueva especie de pájaros parlantes con técnica depurada que
fueron incluso capaces de desarrollar sesudas teorías sobre los nuevos tiempos.
Han pasado los años.
Los mudos habitantes del país del silencio siguen callados y la nueva raza de
pájaros de colores se multiplicó de tal manera que han colonizado pueblos y
ciudades con su graciosa verborrea. No me ha dado tiempo de contarles cómo
acabó la fábula, han llamado al teléfono para venderme un seguro y se me olvidó dar de comer al loro para que contestara por mí. Tampoco les
he dicho que ahora todos tenemos loro; no tenerlo limita mucho las posibilidades
de ser reconocido en esta sociedad tan exigente. Tengo entendido que allende
los mares han llegado unos sapientes cirujanos que por un módico precio te lo
insertan en el cerebro con jaula y todo.
http://erialediciones.com//revista04/Crisis_04_-_09.pdf
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