domingo, 1 de septiembre de 2013

LA OPINION DE MURCIA. ARTÍCULO SOBRE ALVARO PEÑA Y SU EXPOSICIÓN "CON-FIGURACIONES"






Arte

«No es la belleza lo que voy buscando»

El pintor murciano Álvaro Peña inaugura el próximo miércoles en el Espacio Cultural de la Fundación Adolfo Domínguez, en Zaragoza, la exposición ´Con-figuraciones´, donde se incluye un mural de seis metros cuadrados

01.09.2013 | 04:00
«No es la belleza lo que voy buscando»
«No es la belleza lo que voy buscando»
Hace calor. Vamos en coche hacia el estudio del pintor Álvaro Peña (Murcia, 1968); necesitamos ver y fotografiar al artista junto a su última obra: un mural en acrílico sobre lienzo, de dos metros de alto por tres metros de ancho. De los altavoces del automóvil fluye una melodía rítmica, una música que impacta. Le pregunto al conductor y me explica que es la banda sonora de la película Modigliani, dirigida en 2004 por Michael Davis, que narra en 128 minutos la áspera rivalidad entre dos grandes artistas del siglo XX, como son Modigliani y Picasso. La música fue compuesta para el largometraje por Guy Farley. Y acabo de descubrir el tema I colori dell´anima (después, en casa, visiono el vídeo). Película de extremada belleza, con delicados encuadres de poética atmósfera, desde donde se retrata muy bien el ambiente artístico del barrio de Montparnasse en el París de entreguerras.
Diferentes escenas del filme resultan de una desmesurada estética.
El entrevistado nos dice que no es la belleza lo que va buscando (no me lo creo), a pesar de confesarse un entusiasta del arte del director británico Michael Davis y un acérrimo incondicional de la obra de Amedeo Modigliani, pintor y escultor italiano con turbulenta vida, que murió a los 36 años sin recibir reconocimiento alguno. «Soy un inconformista nato y busco continuamente la autenticidad en la pintura, si tengo que desgarrar una figura, la desgarro. No busco erotismo ni sensualidad, si surgen, que sea de manera espontánea. La efectividad y la belleza en el cuadro ocupan un segundo plano; esto podría ser transitorio. Transcurrieron otras etapas en mi trayectoria donde el principal objetivo era recrearme en el canon de belleza», así explica Peña sus intenciones pictóricas en los últimos años.
Sinergias e influencias
Tal vez, entre la pintura de Modigliani y la que lleva a cabo Álvaro Peña confluyen sinergias próximas, aun trabajando la pincelada de distinta forma, y no se asemejan en absoluto las composiciones de sus cuadros. Ambos se han dejado influir por el espíritu de Toulouse-Lautrec, de Paul Cézane y de Gustav Klimt. Los personajes que pintan uno y otro destilan una ambigüedad entre los conceptos de figuración y expresionismo. La apariencia externa se relega para centrarse y retratar el alma de las personas.
«Creo –dice Peña– que nos dejamos seducir demasiado por lo superficial, por el envoltorio que exhibe cada individuo, pero llega el momento que sólo ese aspecto no te satisface y necesitas saber cómo son quienes te rodean, como piensan, como actuarían en determinadas situaciones… conocer sus alegrías, sus tristezas, sus excesos, sus preferencias, sus odios… Y ahí me encuentro… en esa búsqueda, en una transición».
Modigliani y Peña renuevan los lenguajes artísticos, cada cual en el momento histórico al que pertenecen y según las opresiones que viven social y personalmente cada uno. Las claves de El hombre de Vitruvio abandonan deliberadamente los lienzos del italiano de Livorno y del murciano, ya que necesitan expresarse a través de composiciones figurativas y con elevada carga de expresividad. En las formas de sus criaturas retratadas se desvanecen las leyes anatómicas y la concepción fisonómica de la figura humana.
«Mi vida se está convirtiendo en una búsqueda incesante de la espiritualidad del ser, un desencuentro constante que llega a dominar tu existencia. Sé que lo que pinto, en ocasiones, no es muy entendible, y, sin embargo, continúo sin tener muy claro cuál va a ser el final de todo esto. Los recovecos de la mente son muy complicados y parece que me voy adentrando por laberintos cada vez más extremos y complejos… Pienso que alguna vez veré la luz a través de mi pintura, o quizá no lo consiga». Con esta filosófica declaración, el artista comenta sus recientes experimentos creativos.
Entre restos romanos
El pintor murciano, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, alterna su labor artística entre la pintura, la ilustración, el cómic y el humor gráfico. En este periódico, todos los domingos, aparece su colaboración. Hasta la fecha, ha ilustrado 28 libros, varios de ellos publicados por la Editorial Hachette de París, y a otros nueve libros le ha puesto imagen y texto. Desde el año 2004, que comienza a mostrar su trabajo en público, ha intervenido en 41 exposiciones colectivas y en 18 de carácter individual.
En estos días participa en una muestra por los Derechos Humanos que se celebra en el antiguo convento Frati Francescani Neri, en Specchia, provincia italiana de Lecce, y en otra colectiva instalada en el Museo de Bellas Artes de Murcia.
Su último proyecto, Con-figuraciones, se podrá visitar hasta el día 29 de septiembre en el Espacio Cultural de la Fundación Adolfo Domínguez, en Zaragoza. La colección de pinturas se expone junto a restos de sillares de muralla romana del siglo III después de Cristo, pero construidos sobre un anterior cercamiento de la época del emperador César Augusto. La sala de exposiciones se encuentra en Puerta Ginegia, una de las antiguas entradas a la ciudad.
«En los últimos años me he dedicado a investigar sobre una figuración-expresionista», afirma el pintor. Los personajes que aparecen en los nuevos cuadros, atrapados a un mensaje social, adquieren un destacado protagonismo escénico que se observa en el gran mural titulado El penúltimo teatro del mundo o la fórmula magistral del deseo, en el que aparecen ciudadanos del mundo actual, personajes icónicos, junto a criaturas existentes desde el principio de los tiempos. Cuerpos distorsionados en hechuras y alma, que se transforman para representar lo mejor posible su actuación social. Hombres, mujeres, seres ambiguos y animales que intentan sobrevivir en un paisaje desolador de un mundo –quizá– cada día más inhabitable, pero aceptando cada uno de ellos el reparto de papeles de la función, como los otorgados en 1655 por el dramaturgo Calderón de la Barca en El gran teatro del mundo, para mostrar las diferentes facetas del ser humano.
Eunucos y equilibristas
En la exposición Con-figuraciones encontramos una selva de individuos, de diferentes sexos, que socialmente simbolizan el poder, el placer, el dinero, el desenfreno, la esclavitud, la frivolidad, la marginación, la mentira, la lujuria, la belleza… e incluso, en el gran mural actúan Adán y Eva; un gigante dios-Beckahm, sin tatuajes pero coronado con un becerro de oro; un indomable enano (khuzdul) sostiene a una decrépita madrastra de Blancanieves que desearía ser Dorian Gray («Espejito, espejito… ¿Quién es la más bella del reino?»).
En los personajes de Peña, las órbitas de los ojos adquieren dimensiones sobrenaturales, se multiplican y vemos casquivanos domadores de gatos, funambulistas que mantienen equilibrio sobre una trilogía sexual, y en cortesanas que serán martirizadas como santa Olalla, y todo lo observa un asustadizo Alessandro Moreschi, l´angelo di Roma, el castrati que murió en 1922 y cantó en el Coro de la Capilla Sixtina, último castrado de la historia por fines líricos.
La angustia existencial del individuo revela el lado pesimista de la vida o, según otras posibles lecturas de los lienzos, estos individuos en pose sobreactúen con meras representaciones placenteras por pertenecer a venideros universos vanguardistas.
«Me interesan las obras de Egon Schiele y Gustav Klimt. Ellos lucharon por una hipocresía establecida en su época y evolucionaron de una pintura academicista hacia el arte puro; eso es primordial. Modigliani fue otro artista, en cierta manera, incomprendido y poco comercial en vida.
Pero con tesón y creyendo en lo que hacían han pasado a la Historia de la Pintura, rompieron moldes y crearon nuevas fórmulas y estilos», asevera el pintor murciano, quien siente cierto respeto por exponer sus obras, algunas de ellas inéditas (el mural, por ejemplo) en una significativa sala de arte de Zaragoza, como es el Espacio Cultural Adolfo Domínguez, coordinado con acierto por Eugenio Mateo. Moisés fundió el becerro de oro y como castigo le dio a beber oro mezclado con agua a los israelitas. Álvaro Peña, basándose en la idolatría, invita a danzar a sus polichinelas autómatas con gestos retóricos, poniendo en relación el movimiento y la motivación interna, desde un jeroglífico espiritual y mental.

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