viernes, 8 de junio de 2018

TAMARA DE LEMPICKA


El Art decó y su musa

Como leal aficionado al Arte, obtener imágenes con mi cámara de las propias que vienen contenidas en una obra plástica me aporta acercarme al impulso que guio la mano del artista, descubrir su desconcierto cuando un color se le descubrió como nuevo. He tenido la posibilidad de fotografiar muchas obras de arte y la suerte de encontrar esos detalles que hacen grande o pequeño a un artista. Confieso decepciones y entusiasmos, pero también un placer desconocido vedado a una simple observación. No obtengo una copia, es algo más, mucho más, es encontrar la veladura, el movimiento, el espíritu que resume la pintura.
Al Art decó se le exiló del arte moderno para referirlo en las artes decorativas y aplicadas. Cuestión de ideologías. Como movimiento de entre guerras (1915-1935) representa la sofisticación y el glamour, la belleza y el lujo. Y hablando de belleza, una mujer polaca de nombre Tamara de Lempicka, representa el ideal de ese movimiento artístico. Su pintura es un fiel reflejo de su personalidad y de su modo de vida privilegiado. Fue ambigua, libre y un mito.
En la secuencia de imágenes de este reportaje se debe destacar: “Autorretrato (Tamara en Bugatti verde”). 1925. En este óleo, la artista formula: “yo estaba vestida como el coche, y el coche como yo”. Simbolismo en la emancipación de la mujer, y a la vez la mujer convertida en objeto, y el automóvil en proyección viril.
Su condición bisexual le hace pintar a las mujeres con un rotundo erotismo cargado de sensibilidad. Su técnica hace hablar a las miradas, cuenta de historias de amores en peligro, se recrea en sus contornos voluptuosos y las hace imposibles para el común mortal. Mi obra favorita es el retrato de su hija: “Kizette en el balcón”, de 1927; en ella, con el fondo de un paisaje urbano cubista, la niña se asoma a ese exterior y subyacen varias impresiones, la carnal y en cierto modo perversa, la tierna serenidad en su expresión y la armoniosa captura del instante. Otro retrato de Kizette es: “Durmiente” de 1935. En mi opinión, esta madona esplendorosa aún en el reposo del sueño podría haber sido pintada por alguno de los grandes del Renacimiento. En el espectacular “Retrato de la duquesa de La Salle”. 1925, Lempicka acomete la imagen de la aristócrata con un modelo claramente masculino y rompedor, en un alarde de definición de su tendencia sexual.
En definitiva, el contenido de El Clik! permite viajar sin movernos de la silla. Podemos volver a una época a la que se llamó decadente, y que para aquellos que pudieron hacerlo, significó escapar de la angustia de las carencias, y se lanzaron a vivir con desmesura sin importar las consecuencias. Tamara de Lempicka hizo que sus retratos pudieran ser vistos de otra forma, porque los dotó de una elegancia que sabía cruzar los límites de la piel y de lo etéreo.


Reportaje publicado en la revista El Clik! #21



















Fotografías sobre reproducciones editoriales de obras de Lempicka

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