El día 3 de septiembre, a las 7 de la tarde, se empezó a caldear el Espacio Cultural Adolfo Dominguez, con la presencia de numerosos amigos, venidos al socaire de mi llamada, para conocer a esta artista que pinta el hormigón desde un estudio inmerso en los bosques fragantes del Ampurdán, paradoja que sólo consiguen los genios, que no necesitan de la luz para pintarla.
Allí estuvieron artistas como Arrudi, Pacheco, Mariela Gª Vives, Polo, Margó Benegas; arquitectos como Bayo, Sicilia, Longas; galeristas como Rebollo; cineastas como Paula Ortiz, Juan Mateo; escritores como Margarita Barbachano, Jose L. Aramendia, colegas como Jóse, Ricardo, y tantos que me dejo, más para evitar que esto sea una crónica social que una reseña cultural.
Del estilo de Monika se habla cada día más por lo personal de su impronta y que una joven creadora haya conseguido presentar diecinueve exposiciones en lo que va de año, significa por un lado que su mensaje interesa y por otro que tiene una capacidad de trabajo efervescente.
Son claves de éxito pero ella no lo cree, sólo crea y pinta sin mirar a su modelo, al que consigue, como a la rana de la fábula, convertir de feo paisaje urbano e industrial a onírica ensoñación abstracta, donde las horas se tiñen con los colores de una luz que se vislumbra revoloteando por unos planos que no quieren ser geométricos.
No quiero olvidar a mi buen amigo Miguel Gil, gerente de la firma Adolfo Dominguez, que con tozudez baturra, ha sacado adelante un proyecto que une la moda y el diseño con la cultura que se deja observar, palpar, en un espacio único, bendecido y protegido por los ciclópeos farallones y basamentos de la primigenia muralla romana, cuyos restos saludan al sorprendido visitante que a lo que venía realmente era a comprar la ropa de este original modisto.
Animo Miguel y cuenta con mi colaboración siempre que quieras.
Como colofón, os presento un poema dedicado al trabajo de Monika y que según me ha dicho ella le ha gustado tanto que lo va a colgar en su web.
Allí estuvieron artistas como Arrudi, Pacheco, Mariela Gª Vives, Polo, Margó Benegas; arquitectos como Bayo, Sicilia, Longas; galeristas como Rebollo; cineastas como Paula Ortiz, Juan Mateo; escritores como Margarita Barbachano, Jose L. Aramendia, colegas como Jóse, Ricardo, y tantos que me dejo, más para evitar que esto sea una crónica social que una reseña cultural.
Del estilo de Monika se habla cada día más por lo personal de su impronta y que una joven creadora haya conseguido presentar diecinueve exposiciones en lo que va de año, significa por un lado que su mensaje interesa y por otro que tiene una capacidad de trabajo efervescente.
Son claves de éxito pero ella no lo cree, sólo crea y pinta sin mirar a su modelo, al que consigue, como a la rana de la fábula, convertir de feo paisaje urbano e industrial a onírica ensoñación abstracta, donde las horas se tiñen con los colores de una luz que se vislumbra revoloteando por unos planos que no quieren ser geométricos.
No quiero olvidar a mi buen amigo Miguel Gil, gerente de la firma Adolfo Dominguez, que con tozudez baturra, ha sacado adelante un proyecto que une la moda y el diseño con la cultura que se deja observar, palpar, en un espacio único, bendecido y protegido por los ciclópeos farallones y basamentos de la primigenia muralla romana, cuyos restos saludan al sorprendido visitante que a lo que venía realmente era a comprar la ropa de este original modisto.
Animo Miguel y cuenta con mi colaboración siempre que quieras.
Como colofón, os presento un poema dedicado al trabajo de Monika y que según me ha dicho ella le ha gustado tanto que lo va a colgar en su web.
A través de esquinas sin esperas
me pierdo en tu ciudad deshabitada
y en el orden caótico del gran arquitecto
tu pincel me guía como un pájaro
volando por encima de almas que no están
pero que se presienten,
por calles que no derraman decibelios
ni rompen atardeceres
con reflejos de espejos,
carceleras del tiempo
que sólo quiere ser instante
Para Monika
Eugenio Mateo. 03.09.2009
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