Les habiamos prometido un arroz, de esos que presumo, fatuo de mí, de hacer bien, pero esta vez, quizá por los nervios, lo hice para ocho pero éramos cuatro y claro, no fué igual, no.
Pero aparte de esta anécdota, el dia estuvo genial, y la visita a casa de Jose Luis Aramendia y de Joaquin Pacheco, la recordaremos Sofia y yo, siempre.
Estuvimos de tertulia hasta que cayó el sol y Aramendia tomó fotos imposibles, arrancandole una luz espacial a los últimos rayos. El bueno de Maese Pacheco se peleó con su silla de ruedas porque una pieza minúscula se empeñó en aguarle la fiesta pero, susto, todo quedó en eso.
El viejo maestro Aramendia conocía la zona muy bien, no en vano
ha fotografiado todas las iglesias románicas de Aragón,
y ahí estuvimos disertando y discutiendo sobre
celtas, montañeses, vascones y nuevos ricos
al socaire de cambiar prados por edificaciones.
Bueno, Maestros ambos, os damos las gracias
por vuestra compañía y ya sabeis, repetir es
triunfar.
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