Parece mentira, viendo estas fotos de una comida en mi finca, que Pepe, mi hermano del alma,
no esté ya entre nosotros, porque teníamos muchas comidas y reuniones preparadas, incluso con
fecha y hora, pero la vida lo quiere así, ignorante de nuestros deseos reales, sorda a nuestras súplicas en voz alta, ciega a nuestras ambiciones sobrias.
Don José Sinés Lafuente murió el cuatro de septiembre 2009. Atrás dejó muchos sentimientos de gratitud de sus pacientes de las Cinco Villas, muchos amigos a los que el dolor unió, porque se conocieron a través del dolor, que él siempre intentó mitigar con la mejor de sus sonrisas, socarronas como las de las fotos de aquel día, pero tan sinceras que le provenían desde su más profundo interior. Ejemplo de médico, hijo de médicos, hermano de médicos, vocacional, cercano,
humilde, uno más, sin etiquetas.
Pepe Sinés se fue sin despedirse, una madrugada en su cama, por una vez rompiendo su forma de ser, amable con todos, broncas con los broncas y amigo de sus amigos, que no supimos que hacer en el instante que entre todos nosotros nos fuimos avisando de la dura noticia, mas que sentirlo cercano a pesar de la distancia y dolernos en nuestra aliento, que es el dolor que más duele. Cuanta lección de generosa renuncia nos dio cuando no sabía guardarse nada. Cuantos disgustos nos dió cuando se perdía. Cuantas risas nos cayeron de los labios cuando nos reíamos. Que poco nos importaba nada cuando nada importaba. Qué sofocos cuando nos sofocábamos en ambientes poco recomendables para algunos bienpensantes. Qué vidas vivimos, compañero, con los compañeros.
Me resigno a pensar que no sabía que se moría. Sé que lo sabía, para eso era médico y de los buenos, pero jamás dejó que nadie lo supiera porque en el fondo eran tán tímido como respetuoso y no iba a fastidiar a sus colegas con semejante augurio, por muy avispados que fuesemos cuando su aspecto ya no era el de aquellas fotos de marzo del 2003. Se fué como era, un señor y así quedará para mi, un amigo al que consideré un hermano y al que a veces cuidé como tal y del que él cuidó de mí también.
Te quiero, amigo, para siempre, y permíteme que te envíe a la dirección del infinito, este poema que me hizo sangrar el alma.
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NO TE QUISISTE ESPERAR
DURO IMPACIENTE
A QUE LA ESPUMA TERMINARA
POR DEJAR DE FLOTAR
EN TU ULTIMA CERVEZA
Y NO LE DISTE TIEMPO
AL TIEMPO PARA MADURAR
TUS PLANES JUNTO AL MAR
Y PASAR TANTAS TARDES TODAVIA
CON TODOS TUS AMIGOS.
NO TE VAS DE VACIO AL MENOS
TUS PASOS NOS LLEVARAN CONTIGO
TAN LEJOS COMO QUIERAS
TAN CERCA COMO PUEDAS.
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Nos veremos de nuevo. Descansa.
Eugenio Mateo. 14.09.09
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