Antes de intentar poner orden en el intrincado laberinto de mi mente, quiero aclarar un hecho al que doy suma importancia.
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Cuando no tendría más de ocho años, mi padre me llevó a la plaza de toros de la Misericordia en Zaragoza. Un tío mio, cuñado suyo, hacía horas extras, como se llama ahora pero que en los cincuenta se llamaba sobresueldo para llegar a fin de mes, como empleado de este coso taurino. Entre ambos supongo una complicidad porque mi padre, que fue espontáneo y se tiró al ruedo con la chaquetilla de barman en cumplimiento de una apuesta con el jefe de la Brigada Politico Social de la Policia franquista, era un gran aficionado que coleccionaba carteles y prospectos que antiguamente se editaban de cada corrida, con las ganaderias, hierros, fotos de los astados, maestros, cuadrillas y toda esa parafernalia que ha dado identidad propia al mundo del toro. Mi tío Félix, aficionado y espectador privilegiado porque encima de no pagar, cobraba de este mundillo, aseguraba unas conversaciones con un mono tema entre ambos pero nunca la sangre llegó al rio, pues a lo sumo podían discrepar de tal o cual faena pero nunca porque el equipo de sus sueños perdiera. No eran de esa cuerda.
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Decía, que se confabularon para hacer de mí un futuro aficionado, por lo que entré en aquel recinto donde el vocerío y el ambiente eran lo menos recomendable para un niño de mis años, que además estaba prohíbido por Ley aunque el que tiene el control de la puerta decide quién se queda fuera. Les salió mal la jugada porque el berrinche que cogí fue de tal nivel que temerosos del escándalo, me sacaron de la plaza sin poder evitar que la visión que sufrí de sangre y crueldad, me acompañara toda la vida. He crecido, lo dicen mis fotos, pero recuerdo aquella tarde reconociendo que no he sufrido ningún shock o trauma de infancia atormentada.
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Así, ni he vuelto a una corrida de toros, ni puedo llamarme aficionado, por lo que esta declaración espontánea resuelve de momento mi posición ante las que considero payasadas, que hoy ocuparan todas las portadas de todas las trincheras.
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En Cataluña se ha prohibido oficialmente la tauromaquia y las corridas de toros. Nada nuevo porque ya en Canarias se hizo lo mismo, reemplazando estas por las peleas de gallos, supongo que en nombre de la identidad de los guanches aunque puede que el motivo es que los promotores no enjugaban gastos por lo costoso del transporte de las reses bravas, siendo sin embargo muy rentable la cría de gallos, en la mejor tradición bolivariana, que siempre se pueden preparar en pepitoria, llegado el caso o la necesidad.
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Me surgen varias dudas que posiblemente resten lectores a este blog. ¿Responde esta actitud política a un requerimiento de la ciudadanía? ¿ es tan importante el debate que necesite de una votación de los sesudos Pares de la Nació Catalana, reunidos en Parlamento, con todos los trámites previos, para prohibir una actividad que practica el que quiere, en el sacrosanto derecho de su libertad individual ? ¿Habrán renunciado a sus dietas para este cónclave?
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Se hizo famosa la frase de Daniel Cohn-Bendit, Dany el Rojo, en el mayo francés del 68: Prohibido prohibir. Seguro que los jerarcas payeses, en aquella época, estaban de ejercicios espírituales con el abad de Montserrat, Don Cassiá Maria Just. Seguro que no les gustaba que el franquismo prohibiera su identidad nacionalista. Probablemente tenían razón. Probablemente se distraían yendo a la Monumental de Barcelona para entrevitarse entre toro y toro, con los empresarios que recibían pingues subvenciones del Régimen para que todo estuviese controlado. Probablemente hasta tenían su ganadería favorita, sin descuidar su torero preferido.
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Que todo cambia es un simple epitafio. Que las cosas cambian cuando convienen es una enseñanza básica de la vida. Ahora se prohíbe el toro y mañana, quién sabe, el flamenco, pues ambos son odiados simbolos de raigambre charnega. Claro que no hay peor ceguera que la del ojo propio, si tenemos en cuanta la pureza de sangre de los mandamases catalás. El Jefe de la banda, andaluz que antes de ayer apenas chapurreaba con acento de Jaén. El baranda de la independencia, hijo del Cuerpo, Benemérito claro, no del otro; aragonés renegado y mesías de la patria Almogávar. El Josep Antoni, seamos justo, presume que es de Alcampel, de la francha oscense, lo que le dignifica. Los herederos de Puyol tienen tantas raices en Torre Ciudad que Mosén Escribá de Balaguer les perdona, fumándose un puro en el tendido cinco. Oye! que ninguno escaparía al edicto de los Reyes Católicos, redios!!!
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Vamos a meter un dedito en el ojo, sólamente por incordiar. Cuentan con el apoyo de los mansos de corazón que creen firmemente que lo de los toros es cosa de la edad de bronce, pero es que encima tienen razón. De tan lejanas lluvias vienen estos barros. Los mansos de espíritu son los que creen que su transitar por este mundo es un cómodo oasis, a salvo de tormentas de arenas. Los animales sufren. Estoy de acuerdo. ¿Pero cuántos de estos nuevos elegidos se preocupan por los animales de verdad, los racionales, que sufren mucho, cada día, en cualquier parte del mundo, sin un alma cándida que los intente proteger?
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Mucha hipocresia creo que hay, junto con estravagantes de salón u oportunistas de movimientos neo cristianos sin Dios. Mucho tonto de baba, también. Algún iluso, no lo dudo. Aún recuerdo a esos ecologistas de las narices que para proteger a los visones de acabar de abrigos de burguesas o de queridas del poder, los "liberan" de esas granjas de Teruel, sin saber que como depredadores naturales, se van a cargar todo el ecosistema a la redonda. ¡Toma ya!
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Me gustaría saber cuántas veces han comido rabo de toro, que está de moda o cuántas veces sus mamás, como la mía, les dieron criadillas para que creciesen robustos.
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Yo no soy taurino pero me jode que prohiban serlo. ¿Habrán calculado cuantas pélas se perderan sus negocis por los que tendrán que ir a Francia, a Nimes y alrededores, para curar el mono de ver una faena aunque el paseillo se haga al compas de la Marsellesa y no al de Paquito el Chocolatero? Va a resultar que los vecinos de arriba, el Sarkozy a la cabeza, hacen profesión de fe de ser mas españoles que los de Hospitalet. Claro, de gente que aprecia la igualdad y la fraternidad, no hay que fiarse nada.
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Acabo, por temor a irme por las ramas y acabar de dogmático de misa de domingo. El que quiera toros que los tenga. El que no, que no. El que quiera tocar las pelotas que lo haga, pero para repicar las campanas hay que usar los riñones. Si los demás se quieren ir a bañar al Ebro, porque es ecólogico, conmigo que no cuenten.
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Siempre se ha dicho que más cornadas da el hambre. Los toros, desde la barrera.
Eugenio Mateo.
28.07.2010
gracias
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