Los colores de la nueva realidad
Eugenio Mateo Otto
Los personajes de Reservoir dogs, con la crisis, presentan nuevos rasgos identitarios: El señor Marrón era un ejecutivo de éxito; el señor Amarillo es artista plástico; el señor Negro, dueño de una galería de arte; el señor Verde es periodista; el señor Azul es concejal del Ayuntamiento y el señor Blanco se llama a si mismo ciudadano.
El señor Marrón era un ejecutivo de éxito. Ganaba dinero que
le permitía un tren de vida despreocupado y cómodo. Una de sus aficiones era el
arte, en la que puso mucho interés; llegó a poseer una buena colección de
pintura y escultura que llenaron las paredes de su casa. Pero le llegó la
crisis, como una bofetada imprevista, que con saña desmontó el castillo de
marfil y la dura realidad vino e ejercer de bisturí que sajó o amputó por igual
proyectos y esperanzas. El señor Marrón ha pasado a convertirse en estadística
del INEM; sólo prefiere pensar en ganar tiempo al tiempo antes de que se acabe
el último peldaño de bajada.
El señor Amarillo es artista plástico. Es reconocido por su
trabajo innovador entre el público y los galeristas del país; incluso ha
expuesto en otros lugares de Europa. Tiene un éxito relativo, pues entre los
artistas el éxito es caprichoso, dando lugar a castas y clasificaciones; al señor Amarillo se le podría incluir entre
los casi consagrados que sin embargo no disponen del caché de aquellos a los
que se ha decidido denominar así. Todos los ingresos provienen de la venta de
sus cuadros y ha vivido bien en estos años, acunado por la bohemia. De pronto
ha dejado de recibir encargos de las instituciones, de particulares que conocen
su obra, de galerías para exponer. La situación le demuestra que ante el escaparate
de sus pinturas ya no se detienen los curiosos.
El señor Negro, dueño de una galería de arte, no sabe ya cómo hacer frente a las facturas. Dispone de un local céntrico con una buena reputación durante años. La cartera de clientes recoge a coleccionistas y compradores que en otros tiempos componían un círculo virtuoso que se retroalimentaba con todos los agentes necesarios. Artistas: posiblemente ventas; artistas más conocidos: mejores ventas; más apuestas emergentes: rentables negocios. Fiel al lema: El gasto es inversión, no escatimó medios para estar en la onda. Al final los números no engañan, sus temores tampoco. Ahora está abocado al cierre, no va más.
El señor Negro, dueño de una galería de arte, no sabe ya cómo hacer frente a las facturas. Dispone de un local céntrico con una buena reputación durante años. La cartera de clientes recoge a coleccionistas y compradores que en otros tiempos componían un círculo virtuoso que se retroalimentaba con todos los agentes necesarios. Artistas: posiblemente ventas; artistas más conocidos: mejores ventas; más apuestas emergentes: rentables negocios. Fiel al lema: El gasto es inversión, no escatimó medios para estar en la onda. Al final los números no engañan, sus temores tampoco. Ahora está abocado al cierre, no va más.
El señor Verde es periodista. Su labor de difusión del arte
es seguida por numerosos lectores en diversos medios de comunicación aunque su
faceta más popular es la de conductor de un programa televisivo en el que
tienen cabida todas las Bellas Artes y que goza de una gran audiencia. Quizá el
señor Verde no padece los efectos de la crisis porque tiene trabajo pero puede
que la Cadena que le procura el programa sí piense en ajustes. Del “share”
sobra todo lo que no atrae a la masa. Primero los culturales; tiempo habrá de
colar gato por liebre en películas de
serie Z. Nuestro señor Verde pone involuntariamente epílogo a esa actividad;
hace cuentas: ¿Las ventas de sus libros? ¿Los artículos en la prensa? ¿Las
colaboraciones? En su interior sabe que todo ello puede ser efímero si se acaba
hablando de rentabilidad y tiradas.
El señor Azul es concejal del Ayuntamiento. El área de su
gestión política es Cultura. Tiene consejeros y técnicos que dicen entender de
esos temas. Delega casi todo menos su firma y así se le puede seguir por los
prólogos en los catálogos de las exposiciones y eventos patrocinados. Nadie
conoce sus gustos artísticos o literarios. Lleva dos legislaturas en el cargo;
en la anterior, las órdenes eran que las corporaciones debían endeudarse. Todos
los departamentos cumplieron fielmente la consigna. El suyo, Cultura, no podía
ser menos; pero la inversión en proyectos culturales necesitaba de una buena
proyección que procurase votos para el futuro. Se tiraron las casas por las
ventanas. Equipamientos, museos, que no falte de nada. El señor Azul pudo
presumir de edificios. -¿Contenidos? ¿Han
dicho contenidos? Eso no es inversión, sólo es gasto corriente- dicen que
decía el concejal. Con la actual legislatura han cambiado las consignas: Ahorrar.
Ahorro como necesidad para evitar la quiebra. Los contenidos de los que se
burlaba el señor Azul dormitan por los rincones de la Caja vacía.
El señor Blanco se llama a si mismo ciudadano. Ejerce como
tal y respeta las reglas del juego. De un tiempo a esta parte parece que se le
cae el mundo encima. No entiende de causas pero de repente la realidad le ha
hecho poner las manos arriba, sobre la cabeza -No se mueva. ¡Quieto!- Le dicen
a todas horas. Estar quieto permite pensar; el señor Blanco echa de menos
actividades que se han disipado en el olvido. Teme no poder recordar cómo era
la vida cultural de su ciudad. Duda sobre cuál será la próxima crisis si ésta
de ahora acaba.
Julio 2012
Muy buen artículo. Abrazos.
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