Gijón es la ciudad más poblada de Asturias. Su puerto deportivo y el espectacular Cerro de Santa Catalina rematado por una poderosa escultura de Chillida "Elogio del horizonte", junto con sus playas, el casco viejo y el ambiente hacen que merezca una visita relajada. Preferimos seguir ruta para acercarnos a Cudillero, uno de los puertos pesqueros más conocidos, incluso por su gastronomía. La carretera desciende barranco abajo camino del mar y cruza el casco urbano que se arracima sobre las laderas encima de nuestras cabezas. El lugar mantiene el mismo encanto de anteriores visitas salvo la nueva riqueza cromática de las fachadas. En el puerto descargaban los barcos cajas de merluza y virrey; el mediodía era plomizo. Comer en Cudillero es un ejercicio reconocido. En esta ocasión me dejé influir por el turismo que llenaba las terrazas y ante la repetición de la misma oferta en todos los restaurantes, la responsabilidad de la decisión de elección se hizo complicada. Al final caímos en uno cualquiera y esas machaconas pizarras con el menú a 14 me volvieron guiri de repente y engullimos una fabada y unas fabes con almejas al lado mismo del mar, viendo cómo saltaban los peces mientras la legumbre impregnaba de fécula las encías. Faltó el ruido de claqueta al cerrar la escena de una película del "guiri almendrón" que viajó a la costa para comer judías. La próxima vez me llevaré la caña de pescar.
La digestión se aceleró en el regreso a Gijón. El paseo por los bulevares y por la zona antigua suavizó el stress del páncreas. En un elegante local al lado del ayuntamiento pudimos tomar un café buenísimo. La discoteca de mi primo Otto estaba cerrada hasta la noche.
Termas romanas y Octavio Augusto |
Ayuntamiento |
Palacio de Revillagigedo |
torre del reloj |
Iglesia de San Pedro |
de mi primo Eduardo |
Termas |
Cerro de Santa Catalina. Chillida "Elogio del horizonte" |
Cudillero |
fotos Eugenio Mateo
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