domingo, 16 de octubre de 2011

LOS AGUARALES DE VALDEMILAZ EN VALPALMAS










































Aragón es en sí mismo un continente que no tiene costas. Tal afirmación no es en absoluto exagerada a la vista que mis paseos por su geografía me procuran el encuentro con paisajes y paisanajes tan distintos que parecen pertenecer a países sin nada en común. He visto sus montañas brillar con el verde mas infinito. He seguido con la mirada la huella de los surcos perderse tras el sol. He sentido sed en sus desiertos, con la carga a cuestas de la sombra entretenida contando la estela de mis pasos. 

Y sin embargo todavía existen escondidos parajes en los que la razón de su existencia se nos presenta tan desnuda de decorados como efímera. Su paisaje es pasajero, como la memoria,  pero me gustaría descubrir en estos aguarales los perfiles de sus torres de limos cuando el tiempo se lleve la nuestra. Este lugar hace saber al visitante que también él es efímero. Tiene el nombre de LOS AGUARALES DE VALDEMILAZ a escasos dos kilómetros desde VALPALMAS, en las Cinco Villas zaragozanas. Sobre un pequeño mirador que domina este peculiar barranco está situada una cartela en la que el profesor de geografía de la Universidad de Zaragoza, Francisco Pellicer, explica de manera definitoria este fenómeno natural producido por la hidrodinámica. 

La visita es fácil puesto que la asociación que cuida de este barranco formado durante veinticinco millones de años ha balizado el recorrido, construido escaleras en accesos erosionados y dispuesto puntos de observación en las zonas mas abiertas. Todo este conjunto de  formas de barro esculpidas por la lluvia produce un efecto mágico. De repente se pierde la perspectiva y nuestra figura empequeñece para permitir que los farallones y escarpes ganen altura en la misma proporción que el efecto que producen, tan accesibles  como inalcanzables. Imitan acantilados feroces, simas sin regreso, cordilleras de cumbres imposibles, mares de arena desecada, nidos del pájaro abejaruco, caras ocultas de la luna, tramoya, escenarios de tragedia griega. En la herida abierta la tierra se retuerce y por encima a escasos metros, el secano amarillo de antiguas playas sepultadas dormita al sol, indiferente ante la pública exposición de los secretos encantos de la raja.

texto y fotos E.Mateo Otto.
14.10.2011

1 comentario:

  1. Sorprendente y maravilloso este paisaje y, como tantos otros en Aragón, desconocido.
    Un abrazo
    Mariano Ibeas

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