martes, 28 de octubre de 2014

SETAS EN UNA TEMPORADA GENEROSA. OCTUBRE 2014

No hay tregua, el hábitat es indiferente, igual que las coordenadas. Hasta la segunda quincena de octubre, los bosques han sido pródigos en hongos de todos los colores y los paseos por el alto Pirineo, el Prepirineo y los Montes Universales han servido de brillante escaparate de especies, comestibles algunas, bellas todas ante el objetivo de la cámara.
Hemos gozado con la fugaz presencia de los boletus edulis en las pinadas turolenses, que este año han estado preñadas de su aroma y contundencia. Convertirán los platos aburridos en pura alegría de los sentidos. Han estado presentes los pleorotus, las conocidas setas de cardo, tan amigas de recetas de cuchara por las tierras del Gállego. Ya en un paisaje medio domado por la altura afloran las primeras tricholomas terreum, las negrillas, que aportan a las migas un contraste de textura; los deliciosus, lactarius que todos conocen como rovellón, socorridos ante una brasa poco exigente y deliciosa. El pie de perdiz o Chroogomphus rutilus, que por sí misma no vale la pena y necesita de compañía en la sartén, tan escasa en tiempos y tan común ahora. Esperando el amanecer, las siluetas enmascaradas en la hierba de los cantharellus lutescens, las perseguidas trompetas amarillas que han  pasado a ocupar los primeros puestos de la preferencia gastronómica, fueron a parar al fondo de nuestras cestas, tapizando el suelo donde crecen desde siempre y que corre peligro de ser devastado por las hordas de los neoconversos a la religión setera. En los altos paisajes de Arán, los Cibarius o rossyñol, que huelen y saben a melocotón maduro, exquisitez que se deja deshidratar en paciente espera de receta. Las alucinógenas Muscarias, amanitas que abren el entendimiento para los iniciados pero tan bellas como prohibidas. Las Amanitas Ovoideas, grandes huevos blancos como la luz que se pueden comer pero sólo para los muy expertos. Los boletus appendiculatus que imitan al arco iris y a sus primos los aereus. También el contrapunto cromático de los lupinus, cuyo rojo himenio previene al intrépido. Las amanitas rubescens, las clavarias que semejan los corales marinos. Todo esto en una temporada regada por las lluvias que de pronto se ha convertido en veraniega, un remedo amenazador de cambio climático o un capricho de las borrascas que eligieron otras latitudes. Lleva dos semanas sin llover y las noches en la montaña son amables. Vino el viento, fuerte como el huracán que lo engendró, y el mantillo húmedo del bosque esta reseco. Mientras las setas descansan y preparan una nueva irrupción cuando vuelvan las lluvias. 
El congelador de va llenando de futuras emociones y aquellas setas que se dejan secar, dormitan su vacío en bolsas transparentes. El invierno permitirá sentir que seguimos en otoño micológicamente gastronómico pero para eso faltan muchas hojas caídas todavía y tantas sorpresas detrás de cada palmo de terreno.





Edulis naciendo mientras le observa el mango de un bastón 

la seta de cardo en su hábitat




Amanita rubescens
Clavaria



Cantharellus lutescens o trompeta amarilla



La gran cosecha de gulas de monte o trompetilla amarilla o cantharellus lutescens
                                   

Pie de perdiz

Boletus Appendiculatus

Boletus Lupinus




fotos Eugenio Mateo. Imágenes de octubre

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