martes, 3 de agosto de 2010

CON CARMELO REBULLIDA EN SU ESTUDIO

Carmelo Rebullida, en el centro, con el resto de componentes del Grupo Zotall. 1985
con su perro Teo
en su estudio











Como escribió en su blog Antón Castro, el ambiente que rodea al estudio-refugio de Carmelo Rebullida, es lo menos acorde con la personalidad del pintor, alejada de bullicios y alharacas tan propios de los barrios que siempre han sido fronterizos, pero bromeaba la otra noche cuando salíamos, despues de la visita en la que el tiempo dejó de tener importancia, a la calle desierta y dijo que después de todo, siempre había vivido en el lumpen. A cualquiera que lo oyera sin conocerlo le hubiera extrañado que un hombre tan serio y tan sensible reivindicase la marginación pero hay que estar atentos a los golpes de humor con retranca que a veces se le disparan, sin inmutarse en su hieratismo, como si su otro yo tomase el relevo.
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En este lugar donde se refugia, a veces, tiene de ventanas adentro, la magia de sus obras apiladas a la espera obediente de unos ojos que las deseen para ser colgadas en paredes aún sin nombre. De ventanas afuera, la carne se ofrece a cuantos ojos la reclamen con el hastio de lo premeditado, mezclados en furioso mestizaje, izas y chulos con la cara oscura, rabizas con mirones sin posibles, colipoterras a merced de sombras con zapatos rotos.
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Confieso que prefiero el otro estudio, al que se llega cruzando un huerto que en otro tiempo su padre trabajaba, porque allí Carmelo es libre, igual que lo son sus obras, mezcladas entre sí como hijas gozosas de una misma inspiración pero cada una con el mensaje, que al crearlas, el artista insufló para que guardaran sus secretos. Contemplar un cuadro de Carmelo predispone a dejar volar la mente para que busque y encuentre tantos mundos como sea capaz de abarcar en su vuelo y con seguridad, todavía perderá algún detalle. Yo lo puedo decir, pues en mis paredes se ofician cada día extraños ritos que provienen de cuadros con su firma, que siguen sorprendiendo a cada mirada habituada.
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Del Rebullida, ingeniero industrial, queda poco. Del artista que se propuso serlo para dar rienda suelta a los impulsos que lo reclamaban, van quedando muchos artistas. Esta tarde buscaba datos de sus primeras experiencias y encontré la foto que inicia este reportaje, el GRUPO ZOTALL, creado en 1985 junto con Juan Sotomayor, Miguel A. Ruiz Cortés y Emilio Abanto, entre otros, que a pesar de su corto recorrido, fue el embrión de grandes e innovadores artistas que encontraron en la abstracción su motivo. Desde entonces Rebullida no ha parado de evolucionar. El gran Pepe Cerdá dijo de Rebullida que era un pintor exacto e independiente. Sabe cuándo debe terminar un cuadro, con la exactitud precisa para no dar una pincelada más y de más e independiente porque conociendolo, es obvio que Carmelo ha sido equidistante, manteniendo su posición a ultranza, sin dejarse llevar por este o aquel interés. Siendo libre para crear lo que a él le gusta y honrado para no engañarse a sí mismo. Por eso evoluciona, porque es su mente la que lo hace, no su búsqueda de éxito. De un informalismo abstracto a un expresionismo étnico, pasando por un manejo de las texturas que ponen contornos a sus trazos. Los discretos guiños a Paul Klee como en homenaje. La figuración que asoma por sus miedos a mundos sin futuro.
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Ahora le apetece volcarse en el retrato, en el que alguna experiencia atesora. He podido ver lo último que le sale de las manos y es otro Rebullida el que saca de su aparente inseguridad unos rostros que cambian el concepto. También me ha enseñado, en primicia, los nuevos colores y el atrevimiento juvenil en sus mezclas y composiciones. Está en ebullición, diría como su alma, a punto de explotar en miles de artes que viven en él. No estará conforme nunca con lo que pinta por eso la búsqueda le obliga a adelantarse a sus propios pasos para empezar de nuevo, como otro nuevo día.
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Maestro.
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Carmelo Rebullida.
texto y fotos de Eugenio Mateo
Agosto 2010













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