Jesús Guallar es hijo de herrero artesano. Su padre, allí en su Blancas natal, tenía la herrería por donde desde niño el escultor se fue forjando, al mismo compás de los golpes sobre el yunque. Es el mejor ejemplo de que aquellos polvos trajeron estos barros, mejor dicho, estos hierros. Porque Jesus se llama a sí mismo domador de hierros, con una fina retranca aragonesa.
Se ha escrito sobre él que es un escultor desgarrado, limpio, que parece burlarse de sí mismo o del mundo pero que no es más que una pose de su rebeldía que le permite enfrentarse a toscos elementos, puras estructuras de metal o madera, para retorcerlos en la búsqueda de su razón oculta que los convierta en dislates que el arte tolera como la plena libertad, que es en el fondo la capacidad de crear algo donde no lo había. Es el toque de arrebato con el que nos convoca para descifrar la esencia del mineral antes que el orín destruya la corteza que en su interior guarda la suavidad de lo maleable.
Expresionista informalista. Mago de fragua y fuego. Reciclador conspicuo. Filosofo de la materia. Espectador ante el espejo que le devuelve imágenes por donde reencontrarse.
Sus obras en hierro y madera podrán verse hasta el 26 de marzo. en el Espacio Cultural Adolfo Dominguez
texto y fotos E.Mateo
Comisario de la Muestra
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