sábado, 26 de marzo de 2016

BELCHITE VIEJO VISTO POR TEO FÉLIX

 En el fantasmagórico escenario de las ruinas de Belchite, Terry Gilliam, el más ácido y visionario de los Monty Python,  rodó en 1987 parte de su película "Las aventuras del Barón de Munchausen". Recuerdo la cúpula mudéjar mientras el Barón vuela en globo sobre la ciudad sitiada bajo el bombardeo, y también me recuerdo intentando colarme en el rodaje. Ciertamente, este vestigio de la locura fratricida es un lugar ideal para dar rienda suelta a la imaginación. Otros directores como Guillermo del Toro, Albert Boadella o Agustí Villaronga también han caído bajo el influjo del pueblo fantasma. Dicen que en las noches salen los espíritus para charlar a la fresca. La parapsicología habla de voces, psicofonías en paradero desconocido, que tienen miedo. Y lo da al vivo cuando se mete en la piel, por un momento, de las pobres gentes que se encontraron de repente siendo frente de los dos bandos. Quiere el devenir de las cosas que el pasado esplendor de una población floreciente por el oro de su aceite venga a ser museo al aire libre. Seguro que los visitantes acaban sobrecogidos por la visita, pero después de unos pocos kilómetros la gran ciudad se encargará de minorar los efectos. Ellas, las almas de los muertos, no tienen más cobijo que el de los muros en amenaza de desplome inmediato. No pueden hacer pintadas para escupir la rabia ni subir al cielo. Las llevó a un limbo tenebroso el fuego de tantos proyectiles, y ahí permanecen, bajo el helado brillo de la luna, viéndonos pasar por sus portales inexistentes, ignorando las armas que portamos, rendidos definitivamente a todas las conquistas.
Siempre me fascinó la desnudez de sus dos iglesias y la epidermis quebrada de sus casas, y ha querido la casualidad que mi buen amigo Teo Félix, hombre inquieto tanto en su labor pastoral como en la de fotógrafo, haya enviado a su lista de habituales unas sugerentes fotos de las ruinas de Belchite Viejo. Él mismo aclara que algunas de sus imágenes son de los ochenta y otras de 2004. Oportunamente nos recuerda que las ruinas han ido siendo demolidas en aras de la seguridad de los visitantes, hiperbólica paradoja, hasta llegar hoy en día a quedar sólo las iglesias y alguna tapia. Un segundo sitio ha venido de nuevo a cambiar la vida de sus fantasmas. Esta vez los únicos destellos son de los flashes, pero las brigadas con pico y pala en lugar de fusiles se ensañaron con los que osaron mantenerse a duras penas en pie. No tengo claro si la utilización del escenario es de ejemplo o de escarmiento.















Fotos Teo Félix

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