El incansable Gorgonio está ultimando los detalles de la exposición internacional de arte que tendrá lugar en una superficie de más de 2000m2 en Berlín, conmemorando el vigésimo aniversario de la caída del Muro y que tendrá como título ARTE versus MUROS , convocando a artistas de todo el mundo.
Como aperitivo ha creado un blog http://artevsmuros.blogspot.com/ en el que junto con otras colaboraciones, ha tenido a bien incluir un escrito mio sobre el tema y que os presento
¿ SOLO UN MAL RECUERDO ?
Que todos los muros tienen dos caras es una obviedad, pero cada una de ellas encierra tan diferentes perspectivas, que no guardan relación sobre la impresión que se recibe al situarse delante o detrás. Se podría aplicar una versión del famoso dicho “ nada es verdad o mentira, siempre depende del lado desde el que se mira “.
Cuando los humanos, desde sus albores a nuestros días, antepusieron a cualquier otra medida la construcción de un muro, estaban buscando en el aislamiento que les procuraba, la protección de sus vidas y bienes ante el mundo exterior y desconocido. También marcaban la delimitación de su espacio vital como sociedad que les confería identidad ante el resto de clanes o tribus. Finalmente, el objetivo común de defensa.
Tras los muros, las civilizaciones prosperaron pero se interrelacionaron para comerciar fuera de ellos, para intercambiar, para anexionarse o dominarse pese a ellos y cuánto más tuviesen que perder mas altos y sólidos se irguieron. Acabaron siendo instrumentos de filtro y control y lo más importante, peajes y aduanas para beneficio del dueño, pues no conviene olvidar que todos los muros tienen amo; están intrínsicamente unidos en la esencia del Poder.
Con el transcurso de los siglos dejaron de tener importancia capital y tomó forma un sutil y radical cambio de concepto para convertir al aislamiento, que otrora servía de defensa, en el arma definitiva de represión de todo lo no deseado y de esta manera el muro se instituyó fatalmente como la representación indecente de los represores, al servicio de una idea única que aborta a todas las demás ideas.
Estos muros son perfectamente identificables, tanto para víctimas como para verdugos, y no tienen nada en común con esos otros que recogen tras de sí el sosiego y amparan el estudio o ensalzan lo espiritual y lo artístico, que guardan del calor en sus umbrías o que acogen patios con fuentes y naranjos. No tienen nada en común tampoco, con esos muros lisos como lienzos donde la mano del hombre describe con colores sus deseos y sus rabias.
El muro de la represión estrangula la autoestima de los que están dentro para convertirlos en seres sin esperanza, cercenados sus derechos y sus ansias. Separa con el dolor de la ausencia. Margina con la soberbia del vencedor. Anula con el peso del decreto, que calza botas de acero.
El Muro de Berlín fue construido bajo el eufemístico nombre de Muro de Protección Antifascista ( Antifaschistischer Suchtzwall ) y sus 43,7 km. de extensión se cobró demasiadas vidas para caer en la trampa de la controversia sobre cuántos realmente, ¿ doscientos setenta? ¿más? ¿menos? Ni una vida mereció el castigo del estúpido hormigón. Todos fueron mártires, incluso los que no murieron en el intento. Todos y cada uno pesarán como losas en la conciencia de la Humanidad, pues nadie movió un dedo por los atrapados, aparte de protestar. Durante veintiocho años la impunidad se adueño de la razón y la ignominia segó vidas, cortó lazos, destruyó futuros.
La gran chapuza de la Guerra Fría se disolvió como un azucarillo en un café y la cronología es juez de la Historia.
El cuatro de noviembre de 1989, quinientos mil ciudadanos de la R.D.A. se congregaron en Alexander Platz para gritar en voz alta a sus gobernantes y al mundo su firme determinación a ser libres ya.
El seis de noviembre el Gobierno del Partido Socialista Unificado presentó un proyecto de nueva legislación para viajar a la R.F.A.
El nueve de noviembre, un miembro del Partido dio una conferencia de prensa a las 18.57 pm en la que habló de la inmediatez de unas medidas para poder cruzar el Muro a Berlín Occidental. A las 23.00, la radio occidental dió la noticia de la apertura y las gentes de ambos lados, como una riada incontenible, se precipitaron sobre el muro con picos y martillos para derribarlo, mientras los esbirros guardianes, sin órdenes que cumplir, los dejaron hacer.
Como en un decorado de cartón piedra carcomido por ratas y termitas, todo se vino abajo en instantes. Al final siempre queda la sospecha de que los que dictan la Historia son analfabetos.
Personalmente, tuve la ocasión de viajar a Berlín Este en 1990, seis meses después de estos hechos y todavía la R.D.A. se mantenía como nación. Seis meses más tarde se disipó en el olvido, como un mal sueño, sin agonía, por la puerta de atrás. Mi llegada al Stadt Hotel, luego Forum, en Alexander Platz, me dio la posibilidad de asomarme a ese mundo desde el piso 17 y la espectacular panorámica me mostró dos mundos distantes y distintos. A mi derecha, la noche estaba sembrada con millones de luces y colores; a mi izquierda, la misma noche empequeñecía por un alumbrado sin relieves, vaciándose por Karl Marx Strasse. En el Oeste la ciudad bullía, en este lado parecía que esperaran un milagro.
Atisbos de milagro descubrí sobre el tejado de un edificio enfrente, al otro lado de la plaza, donde estaban acabando de instalar un gran rotulo luminoso, con la marca sonora de una multinacional japonesa. Signos de cambio contemplé, viajando en metro sobre la superficie de enormes y desnudos barrios casi en ruina, donde entre las casas derruidas, asomaban desafiantes los primeros grafittis. Soplos de esperanza respiré cuando ví las primeras velas a la puerta de la casa de KATHE KOLLWITZ, como rogando por su memoria.
Volví a Berlín nuevamente el año 2001 y entonces en cada esquina, en cada plaza, en cada puerta, la libertad de crear, el arte en suma, paseaba sin prisa por los rincones. Sobre los restos del Muro, en East Side Gallery, los turistas se hacían fotos con el graffiti que rezaba TOTAL DEMOKRATIE.
El edificio del Reichstag estaba escondido en un truco de CHRISTO.
Era primavera .
¿ SOLO UN MAL RECUERDO ‘?
Eugenio Mateo Otto
24.07.09
Cuando los humanos, desde sus albores a nuestros días, antepusieron a cualquier otra medida la construcción de un muro, estaban buscando en el aislamiento que les procuraba, la protección de sus vidas y bienes ante el mundo exterior y desconocido. También marcaban la delimitación de su espacio vital como sociedad que les confería identidad ante el resto de clanes o tribus. Finalmente, el objetivo común de defensa.
Tras los muros, las civilizaciones prosperaron pero se interrelacionaron para comerciar fuera de ellos, para intercambiar, para anexionarse o dominarse pese a ellos y cuánto más tuviesen que perder mas altos y sólidos se irguieron. Acabaron siendo instrumentos de filtro y control y lo más importante, peajes y aduanas para beneficio del dueño, pues no conviene olvidar que todos los muros tienen amo; están intrínsicamente unidos en la esencia del Poder.
Con el transcurso de los siglos dejaron de tener importancia capital y tomó forma un sutil y radical cambio de concepto para convertir al aislamiento, que otrora servía de defensa, en el arma definitiva de represión de todo lo no deseado y de esta manera el muro se instituyó fatalmente como la representación indecente de los represores, al servicio de una idea única que aborta a todas las demás ideas.
Estos muros son perfectamente identificables, tanto para víctimas como para verdugos, y no tienen nada en común con esos otros que recogen tras de sí el sosiego y amparan el estudio o ensalzan lo espiritual y lo artístico, que guardan del calor en sus umbrías o que acogen patios con fuentes y naranjos. No tienen nada en común tampoco, con esos muros lisos como lienzos donde la mano del hombre describe con colores sus deseos y sus rabias.
El muro de la represión estrangula la autoestima de los que están dentro para convertirlos en seres sin esperanza, cercenados sus derechos y sus ansias. Separa con el dolor de la ausencia. Margina con la soberbia del vencedor. Anula con el peso del decreto, que calza botas de acero.
El Muro de Berlín fue construido bajo el eufemístico nombre de Muro de Protección Antifascista ( Antifaschistischer Suchtzwall ) y sus 43,7 km. de extensión se cobró demasiadas vidas para caer en la trampa de la controversia sobre cuántos realmente, ¿ doscientos setenta? ¿más? ¿menos? Ni una vida mereció el castigo del estúpido hormigón. Todos fueron mártires, incluso los que no murieron en el intento. Todos y cada uno pesarán como losas en la conciencia de la Humanidad, pues nadie movió un dedo por los atrapados, aparte de protestar. Durante veintiocho años la impunidad se adueño de la razón y la ignominia segó vidas, cortó lazos, destruyó futuros.
La gran chapuza de la Guerra Fría se disolvió como un azucarillo en un café y la cronología es juez de la Historia.
El cuatro de noviembre de 1989, quinientos mil ciudadanos de la R.D.A. se congregaron en Alexander Platz para gritar en voz alta a sus gobernantes y al mundo su firme determinación a ser libres ya.
El seis de noviembre el Gobierno del Partido Socialista Unificado presentó un proyecto de nueva legislación para viajar a la R.F.A.
El nueve de noviembre, un miembro del Partido dio una conferencia de prensa a las 18.57 pm en la que habló de la inmediatez de unas medidas para poder cruzar el Muro a Berlín Occidental. A las 23.00, la radio occidental dió la noticia de la apertura y las gentes de ambos lados, como una riada incontenible, se precipitaron sobre el muro con picos y martillos para derribarlo, mientras los esbirros guardianes, sin órdenes que cumplir, los dejaron hacer.
Como en un decorado de cartón piedra carcomido por ratas y termitas, todo se vino abajo en instantes. Al final siempre queda la sospecha de que los que dictan la Historia son analfabetos.
Personalmente, tuve la ocasión de viajar a Berlín Este en 1990, seis meses después de estos hechos y todavía la R.D.A. se mantenía como nación. Seis meses más tarde se disipó en el olvido, como un mal sueño, sin agonía, por la puerta de atrás. Mi llegada al Stadt Hotel, luego Forum, en Alexander Platz, me dio la posibilidad de asomarme a ese mundo desde el piso 17 y la espectacular panorámica me mostró dos mundos distantes y distintos. A mi derecha, la noche estaba sembrada con millones de luces y colores; a mi izquierda, la misma noche empequeñecía por un alumbrado sin relieves, vaciándose por Karl Marx Strasse. En el Oeste la ciudad bullía, en este lado parecía que esperaran un milagro.
Atisbos de milagro descubrí sobre el tejado de un edificio enfrente, al otro lado de la plaza, donde estaban acabando de instalar un gran rotulo luminoso, con la marca sonora de una multinacional japonesa. Signos de cambio contemplé, viajando en metro sobre la superficie de enormes y desnudos barrios casi en ruina, donde entre las casas derruidas, asomaban desafiantes los primeros grafittis. Soplos de esperanza respiré cuando ví las primeras velas a la puerta de la casa de KATHE KOLLWITZ, como rogando por su memoria.
Volví a Berlín nuevamente el año 2001 y entonces en cada esquina, en cada plaza, en cada puerta, la libertad de crear, el arte en suma, paseaba sin prisa por los rincones. Sobre los restos del Muro, en East Side Gallery, los turistas se hacían fotos con el graffiti que rezaba TOTAL DEMOKRATIE.
El edificio del Reichstag estaba escondido en un truco de CHRISTO.
Era primavera .
¿ SOLO UN MAL RECUERDO ‘?
Eugenio Mateo Otto
24.07.09
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