No es raro que la montaña guarde sorpresas. En uno de los parajes de la finca Aroa hemos llevado a cabo labores de esclareo del bosque y desbrozado de arbustos. Es un lugar donde crecen altivos robles quejigos a los que se ha podado sus ramas inferiores dejando al descubierto un rincón soleado y paso de jabalíes que vienen a por su manjar favorito, las bellotas. He pasado por ahí muchas veces, no sin cierta dificultad cuando el bosque era intrincado, y ahora, más accesible e igualmente natural y salvaje, en una inspección casual salta la sorpresa. Un setal de varios ejemplares de boletus sestea a pleno sol en el rincón rescatado al follaje. Una mirada más atenta dice de la rareza de los boletos pues no todos son iguales aunque crezcan juntos; alguno ya están muy maduros entre los restos de madera del desbrozado pero en un primer momento me parecieron Regius, luego deseché las referencias de Edulis aunque uno de ellos tal pareciera. Lo cierto es que descartados por completo los Boletos Satanás, el amarillo intenso de sus tubos y el rosa aterciopelado en sombreros y ciertos pies me produjeron la curiosidad de una hallazgo poco habitual y después de una sesión de fotos de campo, a pie mismo del setal, reposaron en la cesta camino de la cercana casa donde guardo mis libros de micología, dispuesto a aprender más, si este mundo mágico de las setas me lo permite.
Varias comprobaciones y consultas en varios portales micólogicos me llevan a la sección Appendiculati pero no es tan fácil. La familia Boletaceae, género Boletus, es una de las más amplias aunque popularmente cuente con especies de las más apreciadas, pero en una buena guía tengo censadas más de 60 especies, incluidos los comunes Suillus, sin contar las subespecies. En la seguridad de su comestibilidad me exijo que un experto comparta conmigo sus teorías. Nadie mejor que Emilio Ubieto, presidente de mi sociedad micológica, la de Ayerbe. Tampoco lo tienen claro en Casa Ubieto y mientras las setas reposan en la cesta a salvo de la frescura de la noche. Las horas han producido un rápido deterioro, la mayoría de los sombreros aparecen teñidos del marrón verdoso de la esporada y los pies presentan signos claros de parasitación de larvas, común en esta especie. Hago fotos y los ejemplares ya no lucen igual, los maduros han oscurecido sus poros hacia el verde oliva, los jóvenes aguantan la textura de su carne. En mi camino de regreso a la ciudad voy a ver a Emilio y se queda con un ejemplar porque tampoco lo tiene claro.
Hoy, lunes, he recibido su respuesta:
Sigo sin llegar al final. Si que parece pertenecer a la sección Appendiculati, pero los especialistas dicen que existen variadas formas intermedias de complicada determinación, situadas entre appendiculatus, pseudoregius y subappendiculatus.
Por ejemplo la cutícula no es separable en este ejemplar, como indica Augusto Calzada en su monografía, tampoco tiene el pie rojizo (aunque Calzada dice que lo tiene solo a veces) la cutícula es escasamente tomentosa vista con 50X (aunque dicen que es tomentosa según edad y climatología), ni los tubos se colorean de azul cielo al corte ( sino azul oscuro), el margen no es enrrollado ni excedente (quizás sí en algún ejemplar joven).
Si que cumple con lo de escasa y alargada retícula en el pie, con el poro redondo y más o menos uniforme, azuleo cielo al corte en carne que horas después deviene en tonalidades rojizas, carne amarilla, pie radicante, cumple con los tres colores primarios del arco iris: rojo amarillo y azul, tiene sabor dulce y olor algo avellanado, también ha dejado una esporada marrón verdosa.
No he comprobado la reacción química con FE que debería dar positivo en verde oscuro. Quizás la microscopía pudiese aclarar más.
Por mi parte tengo clara la sección y, aunque no paso de allí, pienso que el único peligro de comerlo es el de su propensión a que lo parasiten los insectos, tal como indicabas.
Por ejemplo la cutícula no es separable en este ejemplar, como indica Augusto Calzada en su monografía, tampoco tiene el pie rojizo (aunque Calzada dice que lo tiene solo a veces) la cutícula es escasamente tomentosa vista con 50X (aunque dicen que es tomentosa según edad y climatología), ni los tubos se colorean de azul cielo al corte ( sino azul oscuro), el margen no es enrrollado ni excedente (quizás sí en algún ejemplar joven).
Si que cumple con lo de escasa y alargada retícula en el pie, con el poro redondo y más o menos uniforme, azuleo cielo al corte en carne que horas después deviene en tonalidades rojizas, carne amarilla, pie radicante, cumple con los tres colores primarios del arco iris: rojo amarillo y azul, tiene sabor dulce y olor algo avellanado, también ha dejado una esporada marrón verdosa.
No he comprobado la reacción química con FE que debería dar positivo en verde oscuro. Quizás la microscopía pudiese aclarar más.
Por mi parte tengo clara la sección y, aunque no paso de allí, pienso que el único peligro de comerlo es el de su propensión a que lo parasiten los insectos, tal como indicabas.
Efectivamente, le conté que al llegar a casa lo primero que hice fue limpiarlas con la intención de cortarlas para deshidratar, una de las mejores maneras de guardar los boletos, pero que apenas he conseguido un exiguo botín al haberme ganado la partida las larvas de insectos glotones, que es una de las características de los appendiculatus o alguna de sus formas, porque en esta ciencia del estudio de las setas y su aplicación festiva de la gastronomía, sólo la microscopía puede, a veces, sacar de dudas.
Juzguen Uds. si la descripción de esta ficha encaja en las imágenes
http://www.granadanatural.com/ficha_hongos.php?cod=567
Quercus robus roble quejigo |
fotografías de las setas un día después de su captura
Momento y lugar del hallazgo
robledal de Aroa |
fotos Eugenio Mateo
27.09.14
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