Ante la inminente conferencia a cargo del filósofo Andrés Ortiz-Osés en la Biblioteca de Aragón, como sesión inaugural del ciclo de actividades de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, el próximo martes 16 a las 19.30, hemos querido incluir en este blog el último articulo publicado por Heraldo de Aragón del día 9 de septiembre, en el que el autor demuestra la agudeza de su afilado análisis sobre la conducta del Ser Humano
VALENTÍA Y COBARDÍA
Andrés
Ortiz-Osés
Sintomáticamente,
en la mentalidad popular, la valentía se considera guerrera o belicosa, viril o
varonil, pagana o profana. Frente a ello, en la estela de Nietzsche, Arturo Pérez-Reverte
considera que la religión cristiana resulta pasiva o martirial, no-violenta y
falta de valentía, femenina o feminoide.Es verdad que el paganismo, sea griego
o romano, defendió que la auténtica “virtud” es viril o varonil, y por tanto
valentía extrovertida, como la que por cierto exhibe nuestro novelista y
académico en sus lances periodísticos, tras haber sido activo corresponsal de
guerra.
Frente a esta valentía externa o exterior,
masculina o masculinista, resulta obvio que el auténtico cristianismo propone
una especie de valentía interior, tal y como lo simbolizan in extremis los
propios mártires. Los cuales no son menos valientes o más cobardes que los
héroes belicosos, pues se trata de (anti)héroes no-violentos. Esta no-violencia
no debería entenderse en plan masoquista, como a veces se malentiende, ya que
Cristo no ordenó poner la mejilla blanda, sino si acaso oponer la cara dura,
que es la legítima defensa.
Desde la
perspectiva pagana, el mártir cristiano es una especie de suicida y, en
consecuencia, un antihéroe; de este modo se denigra no solo al mártir sino al
suicida, como si fueran cobardes. Acaso por ello, la asunción de la muerte por
parte de los héroes paganos Sócrates o Séneca los convierte en unos paganos
cuasi cristianos, puesto que afirman la muerte pacíficamente. Los héroes
paganos van de Alejandro Magno a Napoleón; los antihéroes religiosos o cristianos
van de Jesús a Gandhi.
Los
auténticos héroes cristianos no son héroes matadragones, sino salvadragones:
tal es el caso de Francisco de Asís, cuando amansa al lobo dracontiano de
Gobbio. Ahora bien, esta visión franciscana es la auténticamente cristiana, y se
diferencia por su pacifismo de las Cruzadas y la Inquisición, de san Miguel,
san Jorge y Santiago, arquetipos todos de un heroísmo matamonstruos en la línea
pagana de Teseo, Hércules y Perseo.
Arturo
Pérez-Reverte evoca en “El sol de Breda” el famoso lienzo de Velázquez, cuyo
nombre popular es “Las lanzas”. Significativamente la pintura de Velázquez en
general, y esta en particular, fue calificada por nuestro Baltasar Gracián como
una pintura “a lo valentón”, queriendo destacar el rasgo fuerte velazqueño frente
al rasgo suave propio de un Tiziano. De nuevo aparece aquí la contraposición
entre lo fuerte y lo suave, lo valiente y lo cobarde, lo viril y lo femenino.
Como decía
Giulio Andreotti nos falta finura o delicadeza, que es por cierto lo que exhibe
el italiano Tiziano en medio de nuestra reciedumbre. Eduardo Punset, en un
alarde de simple alarde, ha llegado a definir la felicidad epicúreamente como
la falta de miedo, sin darse cuenta de que esta es la definición del bravucón o
valentón, frente al cual uno prefiere sin duda al Valentín símbolo del amor
frente a la guerra.
Fue Cervantes
quien proyectó con exquisito humor un héroe quijotesco, contrapunteado por un antihéroe
pancesco, tomando distancia de la valentía solemne del uno y de la cobardía
cabizbaja del otro, mediando ambos extremos en una actitud humana y humanista
de carácter “quijopancesco”, a un tiempo valiente y cobarde, idealista y realista,
como la que encarna el propio Cervantes, héroe en Lepanto y antihéroe
recaudador de contribuciones.
Nietzsche
adujo que los españoles hemos pretendido demasiado: demasiado mucho por arriba
y demasiado poco por abajo, añadiría yo, ya que nos dividimos entre la santa
valentía y san Valentín, Juan de la Cruz y Juan Tenorio, la ortodoxia clerical y la heterodoxia anticlerical.
Parece que
fuimos a combatirnos a nosotros mismos en Flandes, o sea, a los flamencos desde
nuestra flamencología nacional. El viaje de la soleada España al brumoso
Flandes, la lucha entre los flamencos morenos como el vino y los flamencos
rubios como la cerveza, ambos tan flamantes, debió ser una lucha macabra por la
flamenquía, a ver quién era más flamenco. Craso error que lleva al horror, como
la historia enseña ensañándose con nuestra propia enseña. Erasmo tenía razón:
ni los católicos ni los protestantes, ni los flamencos españoles ni los
flamencos holandeses, sino empatar o empazar: la paz que
no es cobardía sino mayor valentía.
Magnífico Ortiz-Osés. Siempre se ha dicho: es mucho más fácil - y más cobarde- declarar una guerra que dedicarse a mantener o hacer la paz. Y, sin embargo, lo obvio se olvida con frecuencia.¡Anda que no hay monumentos a los que a lo largo de la historia se empeñaron en llevarnos a las guerras para su beneficio!
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