viernes, 15 de abril de 2011

MUSEO PABLO SERRANO. INSTITUTO ARAGONES DE ARTE Y CULTURA CONTEMPORÁNEO

Parafraseando a mi querido Juan Dominguez Lasierra, en esta ciudad de arquitectura aburrida y gris de ladrillo cara vista, la irrupción en el dédalo callejero de un edificio singular como lo es el recientemente reinaugurado Museo de Pablo, a la vez sede del Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos, no puede dejar de ser un acontecimiento ciudadano de primer nivel, habida cuenta de la expectación que desde el principio de su construcción despertó en los zaragozanos, amigos o no del arte, por diversas causas; entre ellas el atrevido diseño, espectacular en sí mismo, obra del arquitecto aragonés José Manuel Perez Latorre; por otro lado la dilación de las obras y el retraso acumulado así como los abultados desfases presupuestarios, sin entrar a valorar las especulaciones en torno a desacuerdos entre la familia del genial escultor Pablo Serrano y el Gobierno de la Comunidad de Aragón. En definitiva, una polémica que ha generado gran interés, más social que cultural y que abre otro nuevo paréntesis a la vista y visita del neonato museo debido a las múltiples interpretaciones que cada persona se hace en un paseo por sus salas e instalaciones.

La valoración arquitectónica es positiva, tomando como referencia los nexos de unión que esta construcción tiene con otros famosos espacios expositivos de otras partes del mundo o de España como El M.O.M.A de N.Y., el Guggenheim de Bilbao o de N.Y, el Centro Pompidou de París, la Tate Modern de Londres, el M.U.S.A.C. de León, la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, etc,etc, en los que luz, volumen, espacio, diseño y libertad de ideas forman una propuesta que excede el simple continente para ser en sí mismas gigantescas obras de arte.

Pero la impresión que se obtiene al cruzar sus puertas es la de derroche; derroche de espacio, de metros cuadrados, en sus tres grandes salas expositivas en las que la sensación de magnitud no se corresponde con la dimensión de su contenido, esto es de las obras expuestas. El minimalismo es tan abrumador que aísla, más que integra, al espectador del propio vínculo y razón de ser principal de todo museo, que no es otro que la comunión visual entre el mensaje del artista y el receptor a quien va destinado. Aquí, en mi parecer, la pretendida adaptación desnuda el ambiente y deja al visitante indefenso ante el vacío.

No seré yo quien defienda la aglomeración. Nunca ha sido de mi agrado. Por tanto agradezco que en una exposición las obras de arte no compitan entre sí. Deben respirar, como se llama en el argot, apoyando la sinergia que da paso entre una y otra. Pero tanto aire mata la devoción necesaria en la liturgia de la contemplación. Posiblemente la urgencia por abrir haya sido la responsable de la distribución, no lo sé, pero sí supongo de los variados y ricos fondos del I.A.A.C.C.

Esta capacidad de disposición de obras de renombrados autores aragoneses contemporáneos vuelve a abrir otra duda sobre la relación de artistas en esta primera exposición de inauguración. La oportunidad de dar al bautizo un esplendor con lo mejor de nuestros maestros se ha dejado pasar, lamentablemente, porque era ahora, cuando la gente acude en mayor número ante la novedad, el momento de ofrecer una muestra compacta que hubiera hecho perdonar en la mente de los ciudadanos el despilfarro de costes de tal instalación, haciéndolos cómplices morales del montaje, reforzando la autoestima como aragoneses y permitiéndoles presumir del museo como algo propio, que al fin y al cabo lo es en la proporción de nuestros impuestos.

Pero, ¡lástima!, se han elegido apuestas de arriesgada aceptación popular, minoritarias en sus conceptos, incomprendidas para el gran público y selectivas ante el gusto general. Ni son todos los que están, ni están todos los que son. No recuerdo ninguna conversación en estos días al respecto que esté de acuerdo con la propuesta. A un espacio expositivo oficial se le exige pensar en global, en la generosa demostración de los fines que persigue, en definitiva, al servicio de la cultura como herramienta formativa de la sociedad. Para las minorías, existen otros lugares como las galerías de arte, en las que se pueden digerir recetas que incluso pueden llegar a estar crudas.

Cuando la población haya visitado, con ese espíritu provinciano que nos delata, el museo con el reclamo de sus altas estructuras y su panorámica terraza, no volverán a recorrerlo más que los aficionados al arte, que no son mayoría y entonces nos encontraremos con la consabida atonía que padecen nuestros otros museos, faltos de su intrínseca razón que es la de recibir al público, que tiene probada y manifiesta actitud hacia la desgana cultural, con solícita disposición didáctica, sin olvidar que para convocar hay que tener un buen motivo; que el envoltorio sólo sirve para cubrir el bombón, no para suplantarlo.

En las salas 1 y 2, las esculturas de Pablo Serrano siguen demostrando su genialidad. En la sala 1 la proporción entre obra y espacio es la correcta. Sin embargo en la 2, de las mismas grandes proporciones que la 3 y la 4, el problema ya está dicho. Sobra sitio y falta protagonismo de la obra.

Esperaremos la evolución de las próximas colecciones de arte contemporáneo del Gobierno de Aragón.

©Eugenio Mateo Otto






































FOTOS: Eugenio Mateo

4 comentarios:

  1. Estupenda crónica, como todas las tuyas. Enhorabuena. Pilar A

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  2. mucho edificio,, hecho para el arte sin el arte, los techos se comen la obra sea de quien sea ,,en resumen un sinsentido como espacio expositivo, una melonada,, mas algo que nace para obra y disfrute del egocentrismo desmedido del señor arquitecto con una realización, fuera de proporción en el tejido urbano,, resulta un edificio ampuloso

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  3. Muy acertado relato. La grandeza del edificio no va con la pequeñez de las mentes detrás suyo. Nos permitimos el despilfarro de oportunidades como si la vida diese tantas!

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  4. Un gran continente para un pequeño e insignificante contenido, una pena, una pérdida y gran oportunidad en la inauguración de dicho museo.

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